jueves, 29 de septiembre de 2016

La Mujer que Pudo Reinar... Javier Menezo

“A llorar a Cesar no he venido, sino a enterrarlo”. Así comenzaba el discurso fúnebre de Marco Antonio junto al cadáver de Julio Cesar. No sé si Susana Díaz tiene visión dramática, pero si fuera así y soñaba con pronunciar esta frase mientras llegaba sonriendo a Ferraz, es claro que no lo hará. Tampoco Bruto lo hizo, como tampoco fue el sucesor. No puede serlo quien se ve salpicado por la sangre de su antecesor. Triste destino el de Susana Díaz que lleva casi un año dejándose girones de poder y prestigio en su lucha con Pedro Sánchez. Hoy empujada más que convencida a capitanear la sublevación, ve que no es la dueña de su destino como le hicieron creer. Hoy, sobre el muerto que no acaba de morir empieza a darse cuenta de que no es la reina, quizás un alfil.

Amago tras amago, enfado tras enfado al final ha actuado. Los peones andaluces han sido lanzados ya a desbrozar el camino y explotar las minas bajo sus propios pies, para que la llegada de quien ha de llegar, cuan Mary Poppins, sea con viento cálido.




pese a los gritos de victoria que resuenan por Andalucía lo que pasa en el PSOE me recuerda no al Desembarco en Normandía sino a El hombre que pudo reinar, la película de John Huston, con Sean Connery y Michael Caine. Como sabrán trata de dos británicos que llegan a un territorio donde uno de ellos es confundido con el sucesor de Alejandro Magno. Su reinado fue bueno, pero un día, un simple arañazo hace brotar sangre de su cara y entonces descubren que no es un Dios pues sangra como todos. Acabó con la cabeza cortada.

Bien, no puedo evitar pensar que Susana Díaz es la mujer que mereció reinar y que no podrá por sus errores, impaciencia, ambición descarnada y, sobre todo, su entorno. Tomando prestado las palabras de Khrushchev en el Discurso Secreto, le hicieron creer e intentaron presentárnosla, como una mujer de “una visión extraordinaria, de un poder de pensamiento que le permite prever todo, y, también, de un comportamiento infalible”. Los que están al servicio de los poderosos medran y prosperan en simbiosis con el (o ella) pero muchas veces lo convierten en esclavo del propio aparato. Empujada y jaleada por las sombras que se alimentan de su poder y tras meses de dudar, de ser cauta, de desoír el consejo de Maquiavelo de que se cede con más frecuencia ante aquellos que actúan con valentía que ante quienes lo hacen de forma calculada, se lanza ahora a la batalla cuando ya ha demostrado que no es infalible. Aún está por ver que pueda rematar al malherido Sánchez, pero, aunque lo consiga no reinará.
Javier Menezo

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