jueves, 26 de octubre de 2017

Daniel Buren se proyecta más allá del Cubo del Pompidou

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El artista francés firma en el Pompidou de Málaga la única exposición fuera de Francia incluida en el programa por el 40 aniversario del centro galo

El protagonista es él. Daniel Buren (Boulogne-Billancourt, 1938), autor de la intervención en el Cubo del Centre Pompidou Málaga, presentaba una exposición sobre su trabajo, la única iniciativa incluida en el programa de celebraciones del 40 aniversario del Centre Pompidou de París que se celebra fuera de Francia. Y sin embargo, Buren no habla de sí mismo, ni siquiera, de su obra. Buren usa el turno de palabra para recordar que hace ahora 62 años, durante sus estudios en el sur de Francia sobre la influencia del paisaje en los impresionistas, conoció a Picasso. Él apenas rondaba la obra del genio. Tenía 17 años y el malagueño, 75. Pero el tótem del arte moderno lo invitó a su estudio y allí, desde el mediodía hasta las seis o la siete de la tarde, durante ocho días, pudo ver a Picasso en plena faena creativa.


Buren recordaba aquel pasaje ayer, justo el día que se cumplían 136 años del nacimiento de Pablo Ruiz Picasso. Lo hacía en la ciudad natal del artista, donde el autor pasa del Cubo a las salas temporales del Centre Pompidou Málaga para firmar una muestra basada en proyecciones de composiciones geométricas y colores planos. «La exposición es vuestra», zanjaba Buren, como quien sabe que su trabajo ya está hecho y que ahora le toca al espectador tomar la iniciativa.




El autor de la instalación en la superficie acristalada de la filial firma un montaje a partir de composiciones basadas en el color y las figuras geométricas


La obra de Buren se asocia de manera esencial a sus intervenciones en espacios urbanos. Suyas son acciones imponentes como la emprendida hace una década en el puente de La Salve de Bilbao con motivo del décimo aniversario del Guggenheim oy el proyecto en el Grand Palais parisino, por citar dos ejemplos. Sin embargo, el autor francés se adentra ahora en las salas de la delegación malagueña del Pompidou, huérfanas de uno de sus principales elementos de trabajo: la luz natural. Buren resuelve el envite con una exposición basada en sus características composiciones lineales, aquí proyectadas sobre la pared a modo de oscura sala de cine.



«Para nosotros Málaga no es el extranjero»
«Para nosotros Málaga no es el extranjero. Es un lugar de proyecto común, un símbolo de una fórmula de acogida en lugares donde al principio puede no ser fácil», con estas palabras, el presidente del Centre Pompidou de París, Serge Lasvignes, hacía alusión ayer al acuerdo entre la institución gala y el Ayuntamiento de Málaga para la instalación de su primera filial fuera de Francia. El convenio tiene una duración de cinco años, prorrogables por el mismo periodo y cuando se cumple el ecuador de la primera etapa, Lasvignes defendía esta fórmula para «luchar contra los nacionalismos cerrados».

Lasvignes prefirió no abundar más en el futuro del acuerdo con Málaga y ha preferido destacar que de las 50 exposiciones organizadas este año por el Pompidou de París para celebrar su 40 aniversario, la inaugurada ayer en Málaga en torno a Daniel Buren es la única que se celebra en el extranjero. Aunque para ellos Málaga ya no sea el extranjero.



Eso sí, como quien no resiste la tentación de asomarse al exterior, Buren interviene también en el interior del Cubo del Pompidou en la pieza ‘Incube’. Ahí, tres mosquiteras plantean un nuevo juego de espejos y proyecciones entre la luz solar, los paneles de colores que rodean el cubo y estos nuevos elementos. «La obra cambia a medida que avanza el día y la luz que se filtra del interior al exterior se va modificando ahora también con los paneles colocados en el interior de la estructura acristalada», ilustraba Buren.


Un juego de espejos

«Daniel Buren ha estado fascinado por las proyecciones que ofrece el Cubo y quería desarrollar esa idea», explicaba el comisario de la exposición, Nicolas Liucci-Goutnikov, quien añadía que la propuesta ofrece cinco tipo de proyecciones: las basadas en la luz natural desde el exterior hasta el Cubo, las proyecciones con luz artificial en la sala expositiva, las «proyecciones arquitectónicas» sobre los espacios vanos del interior del centro de arte, las imágenes que a su vez refleja el suelo y el pase de un documental (que dura siete horas y media) sobre la obra de Buren.

Programada hasta el próximo 14 de enero, la exposición de Buren busca «suscitar la meditación y la contemplación», en palabras del presidente del Centre Pompidou, Serge Lasvignes, quien ayer sostuvo que Buren «es el espíritu del Centre Pompidou» al ofrecer un arte que brinda «una lectura crítica de la sociedad actual y al mismo tiempo un gran placer estético».






La obra de Buren tiene uno de sus principales valedores en el director del Museo Nacional de Arte Moderno inscrito en el Centro Georges Pompidou, Bernard Blistene, quien ayer también quiso destacar esa «visión crítica» en el trabajo del artista. Un autor capaz de «transformar los espacios y las percepciones», como acotó José María Luna, director de la agencia municipal que gestiona la Casa Natal de Picasso, la Colección del Museo Ruso y el Centre Pompidou Málaga.

Una filial que ahora se convierte en una suerte de caja negra donde se proyectan las composiciones geométricas de Buren, desde el luminoso Cubo exterior hasta las oscuras salas interiores. Franjas verticales blancas y negras sirven de hilo conductor para un montaje medido al milímetro en lo formal para que la propia arquitectura interior de las salas actúe a modo de una figura más dentro del conjunto. Un juego de luces y sombras, de rectas y curvas, de colores y vanos, que, casi sin que el espectador se dé cuenta, invita a detenerse un instante y mirar. Sólo mirar. Nada menos.

A. Javier Lopèz

Diario Sur

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