domingo, 31 de diciembre de 2017

Recuento ... por Antonio Soler

Tiempo de recuentos. Unas horas y el reloj de arena se volcará de nuevo. Alegría, besos y luces en el cielo para recibir el nuevo año, y asomo de melancolía al mirar atrás y dejar, ya como carne de memoria, los 365 días que hoy se cierran. En medio de la fraternidad y los deseos de bienaventuranza, un inmigrante ha acabado con su vida ahorcándose en la prisión de Archidona, reconvertida en centro de acogida. Las miradas apuntan al ministro de Interior. Asociaciones humanitarias y partidos políticos lo hacen responsable del suceso y hablan de una desgracia anunciada.

No ha de ser fácil manejar esa cartera gubernamental. Por ello precisamente hay que poner al frente a una persona especialmente capaz. Que Juan Ignacio Zoido no es Pérez Rubalcaba o José Antonio Alonso ya se sabía. Por si había dudas vino a demostrarlo en la penosísima gestión de todo lo concerniente al 1 de octubre. Difícilmente podía haberse hecho peor. Hubo urnas, hubo heridos y como gran regalo hubo fotos/coartadas para los independentistas. Además consiguió que las fuerzas de seguridad se sintieran maltratadas y abandonadas. El conflicto catalán se hizo más intenso gracias a Zoido.



En materia de inmigración Europa se encuentra desbordada. España, además es frontera. Otro motivo más para que el ministro del ramo sea pura materia gris y tenga la altura política suficiente para presionar al jefe de Gobierno y conseguir unos presupuestos con los que poder hacer frente a un fenómeno tan complejo. Alguien con el suficiente carisma como para liderar en Europa un frente común. Alguien distinto a este ministro. Su balance político del año no es demasiado positivo. Barcelona y Cambrils vivieron el terror y ni el ministro de Interior ni el presidente del Gobierno tuvieron personalidad política suficiente para encabezar la respuesta a ese ataque terrorista que nos concernía a todos. Sobre el suicidio de Archidona conviene ser prudentes y no anteponer la intuición o el bulo al conocimiento de los hechos. Las condiciones en las que estas personas llegan a nuestro país, todo lo que han dejado atrás y lo que han sufrido hasta pisar suelo europeo, no garantizan que el destino de este hombre hubiera sido distinto en un centro de internamiento más adecuado. Aún así, está claro que esa cárcel no debería alojar inmigrantes. Haber afrontado tantos peligros para acabar detrás de unos barrotes no puede ayudar mucho a mantener un estado de ánimo muy alto. Los defensores del ministro pueden alegar que lo importante son sus asesores, los pilares sobre los que se asienta su mando. En caso de ser así el ministro sería puro y dudoso ornamento, cuota sectorial del partido. En medio del balance anual, el ahorcado argelino será una insignificancia. Desde el ministerio podrán enumerar los atentados frustrados, las detenciones exitosas, barajar las estadísticas para que el río se serene y no se empañe la alegría oficial. La esperanza con la que debemos asomarnos al futuro y que todos merecemos, incluidos los inmigrantes que esta noche seguirán durmiendo detrás de las rejas.

Antonio Soler
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