domingo, 27 de mayo de 2018

Contabilidad y Vírgenes... por Antonio Soler


No se sabe cuántas Vírgenes tendrían que salir en procesión para que la contabilidad cuadrase, para que España dejara de ser por unos días un álgebra imposible. Antes se sacaban los santos para que viniera la lluvia. Ahora deberían desfilar para que escampe, para que deje de caer tanta porquería. La corrupción nuestra de cada día. Ni toda la conferencia episcopal ni toda la curia ni todos los avales del cielo han podido cuadrarle las cuentas al Partido Popular. Ahora ellos aportan un galimatías -su condena no es firme, su condena no es penal sino civil, su condena no es condena- para ver si la gramática le puede a la aritmética.

Borrón y cuentas nuevas, barullo y olvido. Pelea de gallos y mirar a otra parte, esa ha sido la filosofía. Pero los gallos andan afónicos. No hubo más que ver a Maíllo en su primera intervención post Gurtel, cuando debía salir más acicalado que nunca -como de primera comunión para darnos la enésima comunión con ruedas de molino- apareció desaliñado, mal afeitado y ojeroso. Estaba el hombre más gangoso que nunca, más parecido a un Tony Leblanc haciendo de sonado que a un portavoz político, y así, medio noqueado, se apuntaba a la tesis oficial de que todo es antiguo y de que a su partido nadie lo ha condenado a nada, sin creérselo, desguarnecido y sin saber cómo se vende ese crecepelo. Levy, al fondo del templo, pedía perdón a los fieles. Tuvo que venir el refuerzo blindado de Cospedal -la maestra del diferido, la milico más milico- para señalar a Pedro Sánchez como responsable máximo de los males futuros de España. El ayer hombre de Estado del que Albert Rivera debía aprender maneras es hoy el mequetrefe aspirante a la poltrona del poder. Maíllo, repuesto y pasado por el electroshock, puso la guinda. Sánchez es Judas.








Ahora es Sánchez quien debe hacer cábalas. Quien debe cuadrar las cuentas de la moción de censura para el desalojo presidencial. No sólo han dejado a Rajoy sin su palco en la final de Kiev, lo quieren sacar a rastras de la vida política. Porque, si la moción prospera, M. Rajoy no tendrá cabida en esa nueva configuración política que desde hace meses se viene fraguando de un modo cada vez más evidente. Si lo que viene es niño o niña ya se verá, pero las contracciones han comenzado y el parto de lo nuevo es inevitable. Queda por ver quién es el padrino de la criatura, el de una regeneración que a cada paso es más difícil que venga de un PP ensimismado. El momento, con Cataluña en estado de excepción política, es comprometido. Hace falta una flecha, una señal que no nos sacará del laberinto en un día pero que al menos indique el camino de salida. Sánchez se ha puesto los manguitos de contable. Además de cálculo necesitará la asitencia de todas las Vírgenes que encuentre a su paso, porque, como escribió Juan Ramón Jiménez, que dos y dos sean cuatro es cosa muy difícil en España.

Antonio Soler
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