martes, 20 de agosto de 2019

Alameda de libros y libres... por Domi Del Postigo


En la Alameda de Málaga, donde los álamos blancos que le dieron nombre se convirtieron en ficus en el siglo XIX, cuentan, que hubo palacios y tabernas una sí y otra no y almacenes de pasas y aceite. Olía a campo y a mar, quién da mar€ Por ella paseaba la burguesía local, más internacional que otras muchas burguesías locales de España. De los llamados viajeros románticos que pasaron por España y se contagiaron de sur, como Washington Irving, Richard Ford, Gerald Brenan, Paul Theroux, Dumas, etc, la descripción en mil ochocientos poco de la Alameda la dejó escrita con pulso british un político que comerció por toda Andalucía, William Jacob€

Ficus bebés

De Málaga dejó escrito Jacob que tenía el pueblo «más mal gobernado de toda la península ibérica». Tú ves€ Lo cuenta Leopoldo Stampa Piñeiro en su recomendable obra Pólvora, plata y boleros: Memoria de los saqueos y pasatiempos relatados por los combatientes en la Guerra de la Independencia 1808-1814. El inglés pasó por Málaga en 1810 y se fue de aquí creyendo que aquella guerra la ganaría Napoleón y no los suyos, que entonces apoyaban a los españoles más que nada por estar en guerra con los franceses, que antes habían sido nuestros aliados contra la pérfida Albión, un follón. Jacob tuvo una relación de amor odio con Málaga, con una excepción sin matices, la Alameda: «La Alameda es la única parte de la ciudad que es hermosa y es verdaderamente magnífica», firmó. Y eso que Jacob se admira de la Alameda cuando los ficus, entonces recién plantados, eran aún arbolitos que no daban ni sombra y sólo las adelfas y los naranjos laterales refrescaban la avenida.

Largo Metro corto

No sé si la reforma de la Alameda principal por la que anteayer pasearon no pocos políticos locales y autonómicos asombra más que da sombra, pero sólo el hecho de saber que de aquí a Navidad esa herida por la que sangraba el sentido común de la ciudad y los comerciantes de la zona estará mejor o peor cerrada, pero cerrada al fin, con su polémica y todo por el desenterramiento y enterramiento posterior del moro arrabal encontrado al excavar las obras del metro más largo, y más corto, del mundo mundial. Es el más largo en la duración de su llegada al centro, el verdadero sentido de las dos únicas líneas proyectadas, en la zona Oeste de la ciudad –Carretera Cádiz y Teatinos, para simplificar geográficamente–, con su confluencia de Y. Es el metro más corto porque, hombre, tampoco es tan largo ni Málaga es Madrid. Aunque, a este paso ligero, veremos a ver dónde llegamos y si no nos pasamos de largo€
Juntos con la Junta


Respecto a los políticos de tres administraciones distintas caminando en alegre connivencia y colaboración presupuestaria, juntos como hermanos, por la Alameda y ayer por calle Larios, a donde ahora mira el marqués en su estatua, en Feria, parece un milagro que te deja un sabor agridulce en el paladar ciudadano. Han sido tantos años en los que Ayuntamiento y Diputación iban a destiempo y haciéndose hasta de oposición una institución a otra con dinero público y, sobre todo, entre Ayuntamiento y Junta –incluso cuando gobernó el socialista Aparicio– que ahora alegra ver cómo proyectos que necesitaban un empujón final, aparentemente se aceleran por el entendimiento entre administraciones. Pero también entristece pensar que las administraciones de todos han de coincidir más o menos en los partidos de quienes las gobiernan y, como ocurre en una carambola histórica, que éstos sean casi todos malagueños, para que las cosas funcionen mejor que peor.




Hojas y flores

Una de las cosas que de la Alameda se han dicho en estos días y que, a buen seguro, habría gustado mucho a William Jacob en su época, es la posibilidad de que se traslade allí la nunca cuajada del todo Feria del Libro. Una Feria que, ahora que estamos ya en plena Feria de agosto, tanto necesita revitalizada y viva esta ciudad en primavera. Una Alameda de libros y librerías, con paseantes que trasieguen entre ellas y los puestos de flores sin el estorbo de terrazas invasivas e interminables, entre páginas y flores, flores y hojas –de papel–, sería una Alameda verdaderamente recuperada y, de nuevo, «verdaderamente magnífica».

Fuente de Génova

Aunque una de las cosas que más le gustaron a Jacob de la Alameda era la singular fuente que la cerraba: «Al final de este paseo hay una hermosa fuente de mármol que consta de tres tazas, colocadas una encima de otra y que disminuyen de tamaño gradualmente. De la taza inferior se alza una columna sostenida por hermosas figuras femeninas sobre las cuales descansa la segunda taza y€ Cuentan de ésta que fue un regalo de la república de Génova al emperador Carlos V. Camino de España, fue robada en la travesía por un corsario argelino y recuperada después por don Bernardino de Mendoza, que la desembarcó en esta ciudad». A Míster Jacob le encantaría verla hoy vestida de Feria en la plaza de la Constitución€ Porque hoy es sábado

Domi del Postigo

No hay comentarios:

Publicar un comentario