lunes, 19 de agosto de 2019

Érase una vez… en Hollywood ... por Jordi Costa.

En 1923, el turbulento escándalo Fatty Arbuckle, que marcó el fin de un Hollywood, inspiró a Ramón Gómez de la Serna Cinelandia, obra pionera de lo que acabaría denominándose Hollywood novel, donde la malograda Virginia Rappe se transformaba en la actriz Carlota Bray, que, en el capítulo final, resucitaba en forma de proyección cinematográfica. En 2007, el norteamericano Steve Erickson aportaría otra relevante obra al subgénero con Zeroville, novela cuyo protagonista llegaba a la meca del cine la misma noche en que sería asesinada Sharon Tate y, con ella, otra idea de Hollywood posible. Entre uno y otro trabajo, libros y películas tan relevantes como El día de la langosta (1939) de Nathanael West; El crepúsculo de los dioses (1950) de Billy Wilder; el díptico Hollywood Babilonia (1959 y 1986), de Kenneth Anger o ¿Qué fue de Baby Jane?(1962), de Robert Aldrich fueron consolidando un imaginario de la ciudad de los sueños como territorio habitado por lo espectral, como precario espejismo de luz con un reverso de pesadilla.

ÉRASE UNA VEZ… EN HOLLYWOOD

Dirección: Quentin Tarantino.
Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Al Pacino.
Género: comedia, Estados Unidos, 2019
Duración: 161 minutos.
Si en Los odiosos ocho (2015) uno podía tener la impresión de que Tarantino se embriagaba en exceso con la sonoridad envolvente de sus alambicados diálogos, aquí emerge otro cineasta (que es el mismo, pero más maduro y depurado, sin perder un ápice de su voluntad de juego). Confiarlo todo a la imagen, mirada, silencio y gesto como en la escena de Sharon Tate en el cine demuestra una contundente firmeza en este nuevo registro, en el que también se introduce una luminosa iconoclastia (el tratamiento de Bruce Lee) y se afina un sentido lúdico de la narración que logra cimas como la del encadenado de flashbacks mientras un personaje arregla una antena de televisión. Auténtico trabajo de amor (cinéfilo), Érase una vez… en Hollywood es una obra mayor, inagotable, esplendorosa.

Jordi Costa en El País

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