martes, 22 de octubre de 2019

El Sorolla «menos conocido» en el Palacio Episcopal


En menos de un minuto tres visitantes han preguntado dónde están los cuadros de «los niños en la playa». Y estar, están. De hecho, con algunos de ellos se inicia el paseo. Sin embargo, son apenas una pincelada, una concesión a la temática convertida en el rasgo más identificable del autor. Porque el discurso aquí es otro, pasa por la ambición de mostrar «lo menos conocido» de Joaquín Sorrolla, «lo menos articulado como relato» en torno al pintor de la luz, del blanco y el mar. Lo avanzaba este lunes Carmen Pena, comisaria de la exposición planteada como una declaración de principios desde su propio título: 'Sorolla tierra adentro'.
El proyecto sirve a Fundación Unicaja para estrenar su gestión del Palacio Episcopal, rebautizado ahora como Centro Cultural Fundación Unicaja de Málaga, en virtud del acuerdo con el Obispado para llevar las riendas del emblemático inmueble de la plaza del Obispo hasta diciembre de 2021. Un doble estreno, como ha glosado este lunes el presidente de Fundación Unicaja, Braulio Medel, de la mano de una ambiciosa exposición que hasta el 30 de enero reúne más de un centenar de creaciones de Sorolla para dar cuenta de esa faceta menos transitada de su producción: la que tiene que ver con sus paisajes y personajes alejados de la orilla del mar.

Una nueva etapa


Por ello, la comisaria ha reivindicado que con esta propuesta «se hace una lectura nueva de un registro poco conocido y construido» de la producción de Sorolla. El montaje parte, eso sí, de su marca de agua más reconocible: las escenas marítimas. Brillan aquí piezas como 'Niños en el mar' (1909), 'Nadadora' (1905) y 'Niño de la barquita' (1904) en una sección que además representa una novedad respecto a la propuesta procedente de Sevilla. Porque, como ha glosado el presidente de Fundación Unicaja, la exposición presentada este lunes «desborda con mucho el alcance» de la muestra sevillana.
Un desborde que llega tanto en cantidad de obra, como en ambición de discurso. En el primer ámbito, la muestra pasa de las 61 pinturas vistas en la capital hispalense a las 111 composiciones reunidas en Málaga. Y en cuanto al «relato», aquí se abre y se cierra con dos jugosas novedades: los mencionados cuadros marítimos y los nueve lienzos de gran formato que Sorolla empleó modelo para sus impresionantes murales encargados por la Hispanic Society de Nueva York.
Pero eso será al final del paseo, antes, 'Sorolla tierra adentro' se detiene en la pintura regionalista del autor. Una temática en la que Sorolla filtra su filiación «liberal y republicana», en palabras de la comisaria del proyecto que reivindica al autor como punta de lanza de la corriente modernizadora de la pintura española en la bisagra entre los siglos XIX y XX. 'La fuente de Buñol' (1890) y 'Campo de azucenas' (1895) dan cuenta de cómo se va soltando la pincelada del autor que también se detiene en la arquitectura local en cuadros como 'Patio de San Juan de la Cartuja de Porta Coeli' (1896) y 'Puente Real, Valencia' (1908).
Enfilaría entonces Sorolla ese viaje 'tierra adentro' para pintar los campos de Castilla que dieran título a los poemas de Antonio Machado, al que retrató el propio artista. Entra Sorolla en contacto con la Institución Libre de Enseñanza capitaneada por los malagueños Francisco Giner de los Ríos y Alberto Jiménez Fraud y fruto de esa experiencia, la paleta se torna más arenosa, hasta desembocar en los verdes y los grises de su traslado al norte del país. Transita aquí el artista desde la vocación más realista de 'Tipos de Gipúzcoa' (1912) y la proximidad impresionista de 'Paisaje de San Sebastián' (1911). Y entre uno y otro despuntan los paisajes asturianos y bien merecen una parada minuciosa cuadros como 'Tormenta sobre Peñalosa' (1906) y 'El baño de la reina' (1907).
Va ganando densidad la paleta de Sorolla cuando arriba al sur. La sección 'España blanca' relata la primera visita del artista a tierras andaluzas, allá por 1902. El campo y la ciudad, sobre todo Granada, conviven en este apartado donde la serie 'Vendimiando' (1914) cobra especial protagonismo antes de abandonar los colores vivos de los paisajes meridionales para regresar a la meseta, incluso a la nieve cayendo sobre la catedral de Burgos, plasmada por Sorolla en varios lienzos ahora expuestos en las salas del Episcopal y procedentes del Museo Sorolla de Madrid.
Y llega el paseo a última sala. Y todo cambia. El color tostado de las paredes gira al rojo intenso; los paisajes desiertos dan paso a la figura humana; el pequeño y mediano formato se expande y la muestra despliega nueve potentes lienzos. Obras preparatorias para los murales de la Hispanic Society donde Sorolla disecciona el imaginario español a través de sus tipos populares. Ecos de las pinturas negras de Gutiérrez Solana en 'Tipos segovianos' (1912) y la imponente 'Tipos del Valle de Ansó' (1912), la dureza del paisaje filtrada en las miradas de los protagonistas procedentes de la Alcarria, el tono pastel de los ropajes y las pieles acompasadas con los paisajes manchegos, la paleta casi febril de los 'Tipos de Lagartera' (1912).
Y está todo ahí: la luz, el color, la viveza. Está el Sorolla de siempre, pero distinto.

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