jueves, 5 de diciembre de 2019

Por la Gloria... Por Antonio Soler


La legislatura XIV ha arrancado con las barbas del diputado Zamarrón y la camiseta multindependentista de una muchacha revolucionaria como protagonistas. Zamarrón va camino de convertirse en Manolo el del Bombo parlamentario, un adorno típico, como esos señores que van al sorteo de Navidad cubiertos de décimos de lotería o los aficionados que se disfrazan en el borde de la carretera para ver pasar la vuelta ciclista. Zamarrón va de Valle Inclán, pero sus chascarrillos decimonónicos lo acercan más al abuelo Cebolleta que al manco de Villanueva de Arosa.


Zamarrón dio un cabezazo que preocupó a un bedel y pidió perdón por la legislatura fallida, la XIII. La muchacha de la camiseta lo que pidió fue que perdonaran a los políticos presos y huidos, o mejor, que les pidieran perdón por haberles aplicado la ley. A partir de ahí cada cual se dedicó a jurar o prometer el cargo según capricho. Aquello del imperativo legal quedó muy anticuado y ahora cada uno añade al juramento o promesa la ocurrencia que se le viene a la cabeza o la reivindicación que lleva discurriendo en el duermevela de los últimos días. Parece que los diputados se piensan que esto de prometer el cargo es como dedicar una canción en la radio. No se conforman con la copla sino que le hacen un añadido para que así la música surta más efecto. Son juramentos tuneados.

Tuneados y legales según nos cuenta la presidenta Batet, que ante la indignación de la derecha se pone redicha y saca las ordenanzas de la casa. Esas coletillas son un reflejo frívolo de nuestra realidad política. Fragmentación y dispersión. Y populismo. Un populismo que decide ignorar las formas y sobre todo la importancia de las formas en un acto que requiere si no solemnidad sí al menos una cierta consideración institucional. Ya con la irrupción de Podemos hubo un cierto aire de verbena, con rorros en los escaños y puños en alto al prometer el asalto a los cielos. Entonces los mayores recordaron las aperturas de las cortes en los albores de la democracia. La Pasionaria en su eterno papel de Bernarda Alba del comunismo, la chaqueta vaquera de Rafael Alberti, quien a falta de Zamarrón hacía de Cebolleta (de Cebolleta funesto como siempre lo fue en política y casi siempre en su poesía) y aquellos diputados azules, recién duchados de franquismo. Todos intentando entonces olvidar el pasado con tanto afán como ahora tratan de reavivarlo. La concordia, el consenso, es cosa pasada de moda. Ahora desde el juramento del cargo hay que dejar claro que no se es como los demás. Por España, por los presos, por el planeta, por los huidos, por la España vaciada y por Teruel, por la república catalana y hasta por el feto que una señora diputada lleva en el vientre se oyeron promesas o juramentos. Solo faltó que alguna señoría duodenal, dando un paso adelante y otro atrás, jurase el cargo al modo de Chiquito: Por la gloria de mi madre. Todo se andará.Antonio Soler


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