Allí recuerdo que lo mejor de fumar a menudo era antes de fumar, cuando cogías con la punta de los dedos la pestaña de plástico transparente y desenvolvías la cajetilla como quien desnuda a una nueva amante, con el mismo cosquilleo impaciente del deseo a estrenar y pronto satisfecho. Alguna conexión mental trajo aquella sensación frente a las láminas translúcidas y vaporosas mantenidas en la pared por obra y gracia de la electricidad estática. Una superficie irregular y frágil como la piel humana a contraluz, recortada en 16:9, las medidas de las pantallas panorámicas. Y al lado de cada una de ellas, un auricular donde suenan las palabras de Stefan Lambert, que camina sobre la línea de sombra de las escenas más conocidas de las películas más taquilleras de las últimas décadas: el olor a sexo disimulado en el abrazo de dos pipiolos en la proa del Titanic, Forrest Gump inventando el ‘running’ como una eterna huida hacia adelante, la violencia y la culpa agazapadas en un número musical de ‘Sonrisas y lágrimas’… Y así, ‘10 películas que no te puedes perder’ invita a cerrar los ojos frente a cada pantalla inestable donde no se proyecta nada más que nuestros sueños y terrores, evocados como en un exorcismo por las palabras de Lambert.
La muestra confirma su vocación efímera con una presencia de apenas tres semanas, las mismas que dura Málaga de Festival (MaF). El ciclo se despliega antes del certamen como una alfombra roja de buen gusto desplegada en 80 espacios de la ciudad. Con 178 actividades, el MaF se queda en casi la mitad de lo que era el año pasado y como escribía por aquí Regina Sotorrío, parece que menos es MaF. Es la promesa de sus primeras propuestas, estrenadas esta semana: la impresionante instalación pictórica de José Medina Galeote en el Pompidou; la muestra de Violeta, Beatriz y Stefan en el CCP; el concierto de Coque Malla y Alondra Bentley en el Albéniz; Las Flores No Lloran sonando en el auditorio del Museo Picasso…
El MaF ha superado la hipertrofia para mantener un pulso recio y constante que bombea en el corazón de gestores que prefieren no salir en las crónicas. Mercedes se multiplica desde la agencia que gestiona el Pompidou, el Museo Ruso y la Casa Natal de Picasso; Juan Luis entre las bambalinas del Albéniz y Cristina como mujer orquesta. Apasionada, discreta, ubicua y sonriente, Cristina, una Jane Eyre pegada al móvil mientras camina de un lado a otro de la ciudad, preocupada por la cena de Medina Galeote, por la fruta que le gusta a tal cantante o por los vinilos que llegan tarde. Cristina, que si Twitter ofreciera el olor del usuario tendría un millón de seguidores, que ella tampoco parece necesitar.
Cristina, capaz de confirmarte en un abrazo que la vida –y también Twitter– puede traerte un afecto inesperado y cómplice. Como cada vez que te acuerdas, sin venir a cuento, del tabaco y de los amigos muertos.
Antonio Javier López. Linea de Fuga . Diario Sur.
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