La Corbata Verde
Su majestad el Rey, que Dios guarde de sus conciudadanos, asistió a la final del partido que lleva su nombre con la indumentaria apropiada. Ni roja, ni amarilla, ni a rayas, ni a franjas. El Rey, que cada día está más aIto, y la Reina, que cada vez está más guapa, sabían que no podían elegir colores que no se interpretaran como adhesiones. Por eso ella iba de blanco y él se puso una corbata de impetuoso color verde, semejante al césped. Se dice que el fútbol venció a las esteladas, pero es que el fútbol le gana a todo lo demás. Es una de las muchas religiones que no precisan confirmar lo que prometen. Fue un gran partido. Tan grande que no pudieron partir los fanáticos que llevaban la insignia entre ceja y ceja, en un ojal de la chaqueta del alma.
El Barça demostró no sólo que ha sido el mejor equipo de los últimos tiempos, sino que sigue siéndolo y el Sevilla confirmó que es sólo un club, pero un gran club. Nada menos que un club grande. Aparte de los metepatas ineludibles, confirmamos que todavía es verdad que el deporte es el idioma donde puede entenderse todo el mundo, al margen de dónde haya nacido. Una especie de esperanto que suele practicarse al aire libre. Si ganaron los mejores fue porque en esta ocasión mejoraron a los otros mejores. Bueno y qué. Otros problemas nos aguardan cuando el balón deje de rodar y el mundo siga rodando.
El Barça demostró no sólo que ha sido el mejor equipo de los últimos tiempos, sino que sigue siéndolo y el Sevilla confirmó que es sólo un club, pero un gran club. Nada menos que un club grande. Aparte de los metepatas ineludibles, confirmamos que todavía es verdad que el deporte es el idioma donde puede entenderse todo el mundo, al margen de dónde haya nacido. Una especie de esperanto que suele practicarse al aire libre. Si ganaron los mejores fue porque en esta ocasión mejoraron a los otros mejores. Bueno y qué. Otros problemas nos aguardan cuando el balón deje de rodar y el mundo siga rodando.
Junio se nos echa encima y estamos muy cargados de razón y de razones para merecer otros dirigentes políticos. A todos los que se inclinan sobre el pueblo para conocer sus deseos, hay que seguir preguntándoles dónde estaban para tener que inclinarse. Ya lo hizo Jean Paúl Sartre, antes de que perdiera la chaveta. Los profetas actuales han ideado el mejor de los sistemas para no equivocarse: predecir que todo lo que venga será peor que lo que conocemos. No llevan razón, aunque quizá la lleven durante mucho tiempo. No han conocido las épocas malas, cuando no se hablaba del Toro de la Vega, ni de otros alanceamientos, porque no se podía hablar. Todo era una manera de silencio.
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