La dama de Nueva Jersey le dio de nuevo un contenido glorioso a la plaza de La Malagueta con un concierto deslumbranteLa nueva dama del jazz ofreció un sugerente repaso por su discografía en un concierto bellísimo en La Malagueta. Melody Gardot consiguió atraparnos desde la primera canción, cuando apareció sonriente y caminando ya sin bastón, con los tacones y con las gafas de sol que debe llevar debido a su hipersensibilidad a la luz, una de las secuelas que le quedan de un fatídico accidente (le atropelló un todoterreno cuando paseaba en bicicleta) y que sin embargo provocó una de las carreras más emocionantes y prometedoras de un jazz emotivo y directo que surge cuando la música adquiere virtudes terapéuticas.
La misma voz que tuvo que recuperar mediante un tortuoso proceso de rehabilitación en el hospital, la cantante y compositora dejó a toda la plaza en silencio, con más de la mitad de los billetes vendidos. Sus últimas letras hablan de los derechos de la mujer o del racismo. Es una artista segura y generosa, lo suficiente como para dejar que se luzcan todos y cada uno de los siete músicos que la acompañan, con unos solos capaces de dejarte sin habla y donde destacaban los vientos, el saxo de Irwin Hall Jr. y la trompeta de Shareff Clayton, músicos a los que habrá que seguirle la pista.Conciertos como éste, hasta hace bien poco eran difíciles de imaginar en Málaga
Entre el público había una excelente representación de la melomanía malagueña, que desde hace años viene emergiendo con especial entusiasmo hacia el jazz. Uno de los culpables de esta incipiente afición jazzística en Málaga es del programador Sergio García, que ha conseguido varios hitos en la historia de la música en nuestra ciudad. Sabe que la insistencia es clave para crear público. Sólo este mes de julio organiza 34 conciertos en la provincia, entre ellos un ciclo en el Cac de Vélez que se celebra todos los miércoles del verano, lleno hasta la bandera. Como sucede con la música de Gardot, el jazz dejó hace tiempo de ser una música para entendidos.
Hablamos de la calidad del sonido y de la reverberación que notamos en nuestras nucas por la falta de público en las gradas, y le doy la razón a Sergio cuando me dice que donde mejor se escuchan los conciertos de jazz (incluso todos, en general) es en las barras. Tampoco importa demasiado dónde se sitúe uno para poder disfrutar de conciertos como éste, que hasta hace bien poco eran difíciles de imaginar en Málaga, al aire libre y con las emociones a la intemperie. Le damos la razón a nuestra heroína: la música es la mejor terapia.
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