miércoles, 27 de julio de 2016

Una vida subterranea ... por Cristina Consuegra

«Tengo que aspirar no a eso, sino a otra cosa: a la satisfacción que da la coherencia, la dignidad, de haber consagrado la propia vida a lo que uno quería consagrarla. Haber realizado la propia vocación. No tener los remordimientos, la sensación de derroche, de vida malgastada, que tiene tanta gente.»
Me parece increíble lo que he tardado en leerme este libro. He incorporado, con tal verticalidad, la lectura de 'Una vida subterránea. Diario 1991-1994', de Laura Freixas, publicado por errata naturae, a mi esqueleto lector, a mi musculatura emocional, que tengo la impresión de que sólo me he leído este libro.

Lo he incorporado a este aprendizaje diario por ser quien intento ser -profesional, madre, compañera, amiga, hermana, hija-; me ha ayudado a entender ese tránsito/muesca que irrumpe en nuestra identidad cuando el ejercicio de la maternidad, del cuidado -qué bonito es cuidar de otro sin esperar nada a cambio, quizá el último acto verdaderamente romántico, alejado del Yoismo que nos come y devora-, se presenta como urgencia, como atalaya. Como aquello que te hace ser más generosa y consciente del suelo sobre el que caminas.

Qué privilegio es ser mujer. A pesar de la desigualdad, de todos los frentes abiertos, de la lucha casi telúrica, de tener que explicar a diario los motivos por los que quiero una sociedad feminista, por qué quise ser madre,... a pesar de todo. Qué suerte ser mujer.

Gracias, Laura Freixas por escribir esta maravilla (en septiembre, te lo agradeceré en persona).
Cristina Consuegra

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