domingo, 28 de agosto de 2016

El Diario de una Minina : Contigo Aprendí.

EL DIARIO DE UNA MININA: “CONTIGO APRENDÍ”.
Hace unos días me enfrasqué en la conversación filosófica con un ser de estos que la vida te pone en el camino de manera inesperada para que puedas “calibrarte”. Después del "reconocimiento e identificación” iniciales y tras exponer nuestras respectivas inquietudes implícitas en el proceso de la búsqueda interior me preguntó: 
- En qué tramo del camino te encuentras?
- En el de “dar”.
- Por qué lo haces?
- Porque no tengo dudas.
- Tienes mucha suerte.
……………………………….


Al día siguiente de nuestro encuentro me desperté triste y lloré – la mejor herramienta para limpiar “la lente interior”. Esa noche soñé contigo: caminábamos juntos cogidos de la mano con los dedos entrelazados. Fue muy bonito, por eso al abrir los ojos y recordar el “status quo” real mis pupilas se inundaron de agua salada: nuestros relojes iban desincronizados y no caminábamos al mismo compás. Habría sido un viaje maravilloso por tener tantísimo en común y compartir tantos valores (cosa que hoy en día anda muy escasa por el mundo), pero nos falló el "aquí y ahora” porque tu barco aún aloja fantasmas que te tienen el corazón helado.
Consciente de que no se puede dar lo que no se tiene, igual que no se le puede pedir “frutos a una farola” (te cito), tampoco se debe olvidar que la vida no siempre nos da lo que queremos, sino aquello que necesitamos. Pero al final nos da mucho, mucho más de lo que esperábamos, sólo es cuestión de saber recibir, cosa que se aprende después de haber sabido dar con la mano derecha sin que la izquierda se entere. Y de eso ya hicimos mucho con demasiado. Falta lo otro: saberse merecedor de las cosas buenas que cada día nos trae, pero nos autoflagelamos tanto que no nos atrevemos a soltar el látigo para abrir la mano.
Mientras me ibas narrando tu historia, la que te dejó aplastado como si el Cristo de Lisboa te hubiese caído encima, yo iba recordando la mía. Cuatro horas después terminaste de vaciarte de tus recuerdos y nos despedimos para volver cada uno a su planeta.
Con “la lente” purificada por el llanto vi con claridad que nuestro encuentro en realidad fue un regalo y me sentí liviana y llena de gratitud, porque ha servido para verme en tus ojos y en tu alma transparente, como en un espejo límpido, y confirmar una vez más que hay personas necesarias en el momento preciso, y otras veces la persona necesaria soy yo.
Contigo recordé que lo que no te mata te hace más fuerte, que amarse a uno mismo es lo primero para poder amar al prójimo y para recibir el amor.
Contigo aprendí una vez más que el perdón es “recordar sin dolor” y agradecerle la experiencia de sobrevivir y reconstruirte de los escombros al mismísimo Cristo de Lisboa.

Tatiana Minina 
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