También reírme y hacer que los otros se rían y se sientan un poco más felices, aunque en ocasiones soy yo la que más lo necesita, pero me pongo mi nariz de payasa, dibujo una sonrisa y hala!
Una mañana de julio, de eso hace ya tres ferias de Málaga, iba yo a trabajar especialmente emperifollá, no sé, me dio por ponerme un vestido (cosa inaudita, porque yo compro los vestidos para ponerlos en una percha, donde van cumpliendo años en desuso), y unos taconazos de vértigo de los que me enamoré a primera vista, como siempre, vamos… Yo para llevarme algo o a alguien me tengo que enamorar, fijo.
Resulta, que no fui la única en enamorarme de mis zapatos. Hacía un tiempo, tiempo indeterminado, pero debió de ser lo suficientemente largo para aprenderme todo el repertorio de sus trajes y camisas, veía yo en mi parada a un grandullón guapísimo con quien nos saludábamos sin más, porque la seriedad de su rostro imponía respeto y distancia.
Pero aquel día su saludo fue diferente:
- Qué zapatos más bonitos llevas hoy!
Y aquí seguimos, sobreviviendo las ferias, haciendo radio y payasadas (él - radio, yo - payasadas y fotoreportajes), arreglando este mundo y celebrando nuestras canas que inevitablemente nos van llenando de brillo la cabellera, a él más que a mí, la verdad sea dicha.
Feliz cumpleaños, querido Amigo, aunque esta palabra queda pequeña para quien tiene un corazón enorme, un alma sensible, un hablar delicioso, un trato delicado y un tesoro en su interior lleno de bondad, dulzura, nobleza, entrega y muchos sueños preciosos que él comparte con los que tenemos el privilegio de conocerle de cerca.Grandullón, eres una de las mejores personas que han pasado por mi vida, con la suerte (la mía!) de quedarse para formar parte de mi tribu.
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