Sálvate
En la corteza cingulada prefrontal de nuestro cerebro habita una neurona que es la encargada de dar el “Visto Bueno” a las decisiones y conductas que tomamos a lo largo de nuestra vida. Instantes antes de morir transmite a su sustituta la información que almacena para que así podamos seguir viviendo en paz con nosotros mismos.
Es decir, cuando esa neurona -que encarna nuestra conciencia- nos autoriza a hacer algo, lo hacemos, y por la noche nos vamos a dormir como un bendito.
Algo de eso le tiene que ocurrir a Jorge Javier Vázquez para resistir cada tarde un programa como “Sálvame”. Eso, y la pasta que le pagan. No tiene otra explicación.
Hace unos días, adormilado en el sofá y sin nadie que me disputara el mando, me detuve en esa cadena para opinar con conocimiento de causa: Los poliédricos colaboradores, auténticos artistas del tocomocho y que también se lo llevan calentito, discutían sobre qué había pasado durante la inauguración de un chiringuito de moda en Marbella entre la hija de una folklórica venida a menos y el sobrino de un torero ya retirado.
Deprimente.
Mi vecina Clotilde dice que “para lo que hay que ver, por lo menos me entretengo”, y yo le digo que lea la última novela de Giménez Bartlett, que escuche a Ángeles Barceló en la cadena Ser, que vea otra vez las manadas de ñus cruzando el Serengueti, que repase con el nieto la tabla del siete, o que se apunte a la banda de música.
Estoy seguro que en lo más recóndito del cerebelo del tal Vázquez una neurona -digna y discreta- se lo agradecerá eternamente.
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