Lo presentará en diciembre en MálagaEs que te miro, y veo a tu padre», le comenta un señor que está sentado en el paseo marítimo de Pedregalejo. Allí es el ‘hijo del sevillano’, el niño que correteaba por la playa y el que, cuando «el mareal pegaba fuerte contra las casas», jugaba con sus amigos a cruzar desde los Astilleros Nereo hasta el merendero El Caleño de vivienda en vivienda. Se fue siendo un adolescente para probar suerte «en la capi», Madrid, pero siempre vuelve. Ahora responde al nombre de Zenet. «Este es mi sitio mental», dice el malagueño mientras bebe un café mañanero. Desde hace un tiempo disfruta más de la vida diurna que de la nocturna, de la rutina familiar –«de un papá tradicional»– que de la adrenalina de dejarse llevar por el momento. Por eso, su último disco es «más vespertino, más luminoso». ‘Si sucede, conviene’ (El Volcán Música), fruto de una nueva alianza con Javier Laguna, saldrá a la venta el 16 de septiembre.
El 27 de diciembre lo presentará en el Teatro Cervantes.
–Los tres primeros discos salieron con dos años de diferencia. Aquí han pasado cuatro. ¿Por alguna razón?
–Nada en particular. Nos dimos el tiempo de girar con los discos anteriores durante casi dos años. Después yo me di un descanso, me dediqué un poquito a mí, a mi familia y a otras cosas a nivel artístico; y José Taboada aprovechó para hacer su propio disco. A la vuelta de esta fase, nos lo hemos planteado sin estrés, sin presión.
–Ha grabado el disco gracias a un ‘crowdfunding’. ¿Hoy no hay otra manera de hacerlo?
–Es una forma muy interesante de conectar con tu parroquia, con tu público, de manera directa. Ha coincidido también con un proceso mío de liberarme de una pieza intermedia que había dentro de la gestión de mis discos, que era la compañía Warner Chappell, y lo hemos hecho de manera amistosa. Ahora yo soy la empresa, quien factura, quien paga a los músicos y quien arriesga si hay que alquilar un teatro.
–‘Si sucede, conviene’ es el título. ¿Todo pasa por algo?
–La frase se la pillé al trompetista cubano Manuel Machado, mi buen amigo. En un momento de una contrariedad, en ese nerviosismo de ¡no puede ser!, él soltó muy a la cubana eso de «bueno, si sucede, conviene». Y pensé, ¡qué buena frase para quitarle hierro a las cosas que nos suceden en la vida! Aquí decimos cosas parecidas, como «No estaba de Dios», como si el universo tuviera razones que nosotros desconocemos.
–Ahora experimenta con nuevos ritmos: de un club de Nueva York se va al Malecón de La Habana.
–Sí, aprovechando que tengo una sección cubana maravillosa en la banda, tenía ganas de divertirme haciendo una salsa y nos hemos lanzado con ‘Fuiste tú’. Y hace poco hemos estado en el Festival de Jazz de San Javier en Murcia, donde nos han dicho cosas muy bonitas. El director del festival dijo que habíamos abierto una puerta en el jazz cantado en castellano, que no imitamos a nadie.
–En cualquier caso, no se le puede definir como artista jazz, ni indie, ni cantautor, ni pop… Esa falta de etiqueta clara, ¿hace que se le cierren algunas puertas?
–En un principio sí. Para las compañías distribuidoras no era comercial, pero luego llenaba teatros. Cuando empecé nunca sabían dónde ubicarme. Y en los festivales de jazz nos ha costado entrar, porque jazz puro tampoco hacemos, pero luego nos despiden con una ovación.
–En los conciertos es un ‘showman’: canta, habla e interpreta. ¿Saca al personaje o usted es así?
–No es personaje, no puedo evitar hacer partícipe al público de todo eso. Siempre pienso en la curiosidad que pueda tener por saber por qué esa canción se llama de tal o cual manera. Y eso me hace mirar a la cara al público y tener esa relación directa con él.
–Más que cantante, ¿es artista?
–Supongo que sí, porque luego también pinto. Estoy metido en todas las salsas.
–Si se lo propusieran, ¿volvería a la televisión o al cine?
–Sí, lo que pasa es que antes tenía que coger todo lo que me venía, el criterio de selección lo marcaba el pan de cada día. En cambio ahora puedo ser más selectivo. La música es lo que me da de vivir y ha pasado alguna cosa por delante que podía haber hecho, pero me lo he pensado mejor. Estoy esperando que me llegue un papel más interesante, donde realmente haya un personaje con profundidad y no simplemente una colaboración de ‘Zenet, el que canta’.
–El accidente del grupo Supersubmarina ha venido a recordar que la vida del músico no es solo subirse al escenario, que hay mucho detrás, como horas de carretera.
–Es agotador. A mí la carretera siempre me ha dado mucho respeto. En nuestro caso, como todos los músicos de mi banda venimos de vuelta, intentamos que las costumbres de gira no nos agoten. Solemos viajar temprano para llegar con tiempo al hotel, comer en un buen restaurante y tener un tiempo de siesta o de asuntos personales. Eso debería ser por contrato, lo de llegar corriendo en la furgoneta y meterte en la prueba de sonido, no.
De vuelta
–Que el éxito en la música le haya llegado cuando ya venía de vuelta, como dice, fue una ventaja, ¿no cree?
–Sí. Yo hacía también música con menos edad y la cosa era mucho más loca, había mucho cachondeo. Ahora se hace todo más templado. Después de este respiro, año sabático o tiempo de reflexión, vengo también cambiado. Hago mucho más deporte, por ejemplo. Este disco es más vespertino, más diurno, más luminoso. Aunque también hay canciones que hablan de perdón. Es como cerrar una especie de capítulo anterior y abrir un capítulo nuevo. Son canciones que vienen de un momento muy sano, de componer en casa por la mañana con un café. El mundo nocturno ya no está tan presente. El mundo ese de la foto de ‘La menor explicación’, con el humo que sale de la oscuridad y los club de jazz que huelen a whisky, se queda en el ciclo anterior.
–Se está haciendo mayor…
–Sí, pero ahora corro seis kilómetros todas las mañanas, hago piscina y después me pongo a componer (ríe)
–Imagino que su hijo también habrá influido en esa evolución...
–Sí, los hijos nos hacen ser mejor personas. Cuando te dedicas a ellos, sin darnos cuenta, también te miras más a ti mismo. Porque si nosotros no estamos en perfectas condiciones, ¿qué van a captar ellos de nosotros? En ese sentido, yo soy un papá muy tradicional. Disfruto mucho con mi hijo yendo al mar o a la montaña, le llevo por la mañana a la ruta del autobús del colegio, después saco a la perra, hago deporte… Y luego, me pongo con mis cosas. Una vida muy de papá normal.
–Los tres primeros discos salieron con dos años de diferencia. Aquí han pasado cuatro. ¿Por alguna razón?
–Nada en particular. Nos dimos el tiempo de girar con los discos anteriores durante casi dos años. Después yo me di un descanso, me dediqué un poquito a mí, a mi familia y a otras cosas a nivel artístico; y José Taboada aprovechó para hacer su propio disco. A la vuelta de esta fase, nos lo hemos planteado sin estrés, sin presión.
–Ha grabado el disco gracias a un ‘crowdfunding’. ¿Hoy no hay otra manera de hacerlo?
–Es una forma muy interesante de conectar con tu parroquia, con tu público, de manera directa. Ha coincidido también con un proceso mío de liberarme de una pieza intermedia que había dentro de la gestión de mis discos, que era la compañía Warner Chappell, y lo hemos hecho de manera amistosa. Ahora yo soy la empresa, quien factura, quien paga a los músicos y quien arriesga si hay que alquilar un teatro.
–‘Si sucede, conviene’ es el título. ¿Todo pasa por algo?
–La frase se la pillé al trompetista cubano Manuel Machado, mi buen amigo. En un momento de una contrariedad, en ese nerviosismo de ¡no puede ser!, él soltó muy a la cubana eso de «bueno, si sucede, conviene». Y pensé, ¡qué buena frase para quitarle hierro a las cosas que nos suceden en la vida! Aquí decimos cosas parecidas, como «No estaba de Dios», como si el universo tuviera razones que nosotros desconocemos.
–Ahora experimenta con nuevos ritmos: de un club de Nueva York se va al Malecón de La Habana.
–Sí, aprovechando que tengo una sección cubana maravillosa en la banda, tenía ganas de divertirme haciendo una salsa y nos hemos lanzado con ‘Fuiste tú’. Y hace poco hemos estado en el Festival de Jazz de San Javier en Murcia, donde nos han dicho cosas muy bonitas. El director del festival dijo que habíamos abierto una puerta en el jazz cantado en castellano, que no imitamos a nadie.
–En cualquier caso, no se le puede definir como artista jazz, ni indie, ni cantautor, ni pop… Esa falta de etiqueta clara, ¿hace que se le cierren algunas puertas?
–En un principio sí. Para las compañías distribuidoras no era comercial, pero luego llenaba teatros. Cuando empecé nunca sabían dónde ubicarme. Y en los festivales de jazz nos ha costado entrar, porque jazz puro tampoco hacemos, pero luego nos despiden con una ovación.
–En los conciertos es un ‘showman’: canta, habla e interpreta. ¿Saca al personaje o usted es así?
–No es personaje, no puedo evitar hacer partícipe al público de todo eso. Siempre pienso en la curiosidad que pueda tener por saber por qué esa canción se llama de tal o cual manera. Y eso me hace mirar a la cara al público y tener esa relación directa con él.
–Más que cantante, ¿es artista?
–Supongo que sí, porque luego también pinto. Estoy metido en todas las salsas.
–Si se lo propusieran, ¿volvería a la televisión o al cine?
–Sí, lo que pasa es que antes tenía que coger todo lo que me venía, el criterio de selección lo marcaba el pan de cada día. En cambio ahora puedo ser más selectivo. La música es lo que me da de vivir y ha pasado alguna cosa por delante que podía haber hecho, pero me lo he pensado mejor. Estoy esperando que me llegue un papel más interesante, donde realmente haya un personaje con profundidad y no simplemente una colaboración de ‘Zenet, el que canta’.
–El accidente del grupo Supersubmarina ha venido a recordar que la vida del músico no es solo subirse al escenario, que hay mucho detrás, como horas de carretera.
–Es agotador. A mí la carretera siempre me ha dado mucho respeto. En nuestro caso, como todos los músicos de mi banda venimos de vuelta, intentamos que las costumbres de gira no nos agoten. Solemos viajar temprano para llegar con tiempo al hotel, comer en un buen restaurante y tener un tiempo de siesta o de asuntos personales. Eso debería ser por contrato, lo de llegar corriendo en la furgoneta y meterte en la prueba de sonido, no.
De vuelta
–Que el éxito en la música le haya llegado cuando ya venía de vuelta, como dice, fue una ventaja, ¿no cree?
–Sí. Yo hacía también música con menos edad y la cosa era mucho más loca, había mucho cachondeo. Ahora se hace todo más templado. Después de este respiro, año sabático o tiempo de reflexión, vengo también cambiado. Hago mucho más deporte, por ejemplo. Este disco es más vespertino, más diurno, más luminoso. Aunque también hay canciones que hablan de perdón. Es como cerrar una especie de capítulo anterior y abrir un capítulo nuevo. Son canciones que vienen de un momento muy sano, de componer en casa por la mañana con un café. El mundo nocturno ya no está tan presente. El mundo ese de la foto de ‘La menor explicación’, con el humo que sale de la oscuridad y los club de jazz que huelen a whisky, se queda en el ciclo anterior.
–Se está haciendo mayor…
–Sí, pero ahora corro seis kilómetros todas las mañanas, hago piscina y después me pongo a componer (ríe)
–Imagino que su hijo también habrá influido en esa evolución...
–Sí, los hijos nos hacen ser mejor personas. Cuando te dedicas a ellos, sin darnos cuenta, también te miras más a ti mismo. Porque si nosotros no estamos en perfectas condiciones, ¿qué van a captar ellos de nosotros? En ese sentido, yo soy un papá muy tradicional. Disfruto mucho con mi hijo yendo al mar o a la montaña, le llevo por la mañana a la ruta del autobús del colegio, después saco a la perra, hago deporte… Y luego, me pongo con mis cosas. Una vida muy de papá normal.
«Sería muy bonito que el Ayuntamiento apoyara a los Astilleros Nereo»
Zenet nos cita para la entrevista en su barrio, Pedregalejo. Era su zona de recreo, allí se crió cuando sus padres volvieron al continente tras una etapa en Melilla y Ceuta. Antes de charlar, nos anima a visitar los Astilleros Nereo, donde se recrean desde un barco fenicio al bergantín de Bernardo de Gálvez entre restos de madera y lo que un día fue un atunero. «Pienso traer aquí a mi hijo. Sería muy bonito que el Ayuntamiento apoyara este proyecto tan maravilloso donde se hace carpintería de ribera y donde volvemos a nuestros orígenes», asegura, contrariado por la permanente sombra que planea sobre el futuro de este espacio. «Lo que hace típico a los malagueños es esto y no un Burger King», sentencia.
Zenet nos cita para la entrevista en su barrio, Pedregalejo. Era su zona de recreo, allí se crió cuando sus padres volvieron al continente tras una etapa en Melilla y Ceuta. Antes de charlar, nos anima a visitar los Astilleros Nereo, donde se recrean desde un barco fenicio al bergantín de Bernardo de Gálvez entre restos de madera y lo que un día fue un atunero. «Pienso traer aquí a mi hijo. Sería muy bonito que el Ayuntamiento apoyara este proyecto tan maravilloso donde se hace carpintería de ribera y donde volvemos a nuestros orígenes», asegura, contrariado por la permanente sombra que planea sobre el futuro de este espacio. «Lo que hace típico a los malagueños es esto y no un Burger King», sentencia.
Regina Sotorrio
Diario Sur
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