Hace más de dos mil años los profetas buscaban refugio en el desierto para recibir el mensaje de Dios bajo una fulgurante luz que les fundía el cerebro. Allí, entre la soledad y el desamparo, pero seducidos, para siempre, por la Verdad Absoluta, pasaban sus días, alimentándose de lagartijas y de las tortas de pan que un cuervo les traía cada mañana.
El Demonio les tentaba con imágenes -reales o no- de frutas frescas, pescados marinados, colchones mullidos y mujeres desnudas. Ni caso. Volvían flacos pero gozosos, y encaramados a púlpitos, tribunas y “embarrás” se empeñaban, con la divina elocuencia de la emoción humana, en guiarnos al resto de la gente por la senda correcta. Por el buen camino.
Con el paso del tiempo mutaron y hoy son “creadores de opinión” que desde cómodos sillones de estudios de televisión, confortables cabinas de emisoras de radio, o despachos hexagonales de diarios digitales, nos hacen llegar su visión, su misión y sus proclamas, generalmente tendenciosas y previsibles nada más verle la cara al augur de turno.
Mi vecina Clotilde no se pierde una tertulia de TV-13, y cuando le digo que hay otras opciones, me responde que yo debería ver eso del Gato al Agua y escuchar a mi compañero Corcuera: “…Con lo bien que habla”, me suelta entre la sorna y la malicia.
(¡Lo que hay que aguantar en defensa de la buena vecindad!)
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