Rajoy se pone el chándal .
Que la imaginación nunca tenga fin: supongamos que Mariano Rajoy Brey se levanta de la cama con la sensación del deber cumplido tras aceptar, de segundas, el encargo de Felipe VI para que intentase la investidura, aunque las hordas rojas se lo impidieron. No sabe si la comezón que le atribula antes de echar su caminata matutina obedece al bochorno sufrido por la cerrazón de las legiones marxistas en el Congreso de los Diputados o por el inesperado calor de estos días cuyo primo el científico probablemente siga negando que sea fruto del calentamiento de la atmósfera que está convirtiendo a los polos en una especie de parques acuáticos con lagos interiores.
A esas alturas, el Partido ya habrá hecho el casting de los andariegos que deban acompañar al presidente en funciones, para cuando las cámaras fieles lleguen a obtener de él algunas de sus declaraciones, habitualmente más ocurrentes que las que pronuncia desde la bancada azul: “Me siento como James Bond y Pedro Sánchez es el doctor No”, le habrán escrito sus guionistas en el argumentario que estará a punto de declamar hoy para llenar los telediarios del entretiempo entre el verano y el otoño, entre la investidura fallida y las elecciones vascas o gallegas.
“Si yo ya sabía que no me tenía que meter en semejantes berenjenales”, se dirá mientras se pone el chándal y se coloca los audífonos con el mp3 por los que emerge rápidamente “La bicicleta”, una canción del verano en funciones, como él, como su gobierno, un quiero y no puedo de “La gozadera” o “Bailando”, que a don Mariano le imprimen ese ritmo ufano del senderismo matutino, que poco tiene que ver con su escasa diligencia a la hora de buscar votos en el hemiciclo que hubieran podido auparle de nuevo a La Moncloa.
Menos mal que los periodistas leales se han centrado unánimemente en vapulear a Sánchez por no votarle a él en lugar que criticarle a él por no lograr que le votasen más que Ciudadanos y Coalición Canaria, que casi siempre votan lo que haga falta y son como el Mocito Feliz o el Pequeño Nicolás, que visto lo visto, de un tiempo a esta parte, aparecen en todas las fotografías, especialmente los selfies y los fotomatones. Máxime si una de las principales medidas estrella del pacto con el partido naranja estribaba en modificar la forma de elección del Consejo General del Poder Judicial, cuando la actual composición del parlamento podía llenarlo de jipis y rojeras, mientras que si accedía por fin a que los designaran mayoritariamente las asociaciones de jueces, la mayoría de estas son conservadoras: “A veces me sorprende lo astuto que soy”, sonreirá Rajoy atusándose la perilla ante el espejo después de una ducha reconfortante.
Caminando rápido.-
“Siempre he preferido caminar rápido a correr. Caminar rápido es mi manera de alcanzar los objetivos. Porque cuando no corres, tienes menos posibilidades de tropezar”, declarará hoy Raoy como ya lo hiciera en el video propagandístico “Caminando rápido” que editó su partido sin que se supiera a ciencia cierta si pretendía competir en marcha atlética en la Olimpiada de Río o simplemente alejarse lo más rápido posible de la Zarzuela para que el rey no le cargara el mochuelo de hacer el ridículo otra vez en la Carrera de San Jerónimo.
Rajoy Brey siempre ha sido un tipo original. Si no como iba a dejar su paguita como registrador de la propiedad para intentar ser presidente del gobierno con lo poco que se paga por dicho empleo en nuestro país. Como le gusta el ciclismo, fijó su discurso de investidura para el día que descansaba la Vuelta a España. Como no debe agradarle la Navidad, pretendía que volviéramos a votar el 25 de diciembre, fun, fun, fun. Así que en lugar de permitir que los otros partidos le incluyan en sus líneas rojas, él incluyó en las líneas rojas al resto de los partidos:“Este no, que es vasco, este tampoco, que es catalán; este, menos, que además es republicano; ese otro, además, es venezolano”. A él no le habían regalado Juego de Tronos sino un juego de mesa, una versión avanzada del Monopoly, según la cual su mayor contrincante tendría que acudir a salvarle los hotelitos y los pisos de la Castellana y Gran Vía, siempre y cuando lanzara los dados del cubilete y cayeran en la casilla del Ibex 35.
No sólo le molesta que Sánchez le dijera que no era decente en la fiesta de fin de curso de la primera campaña electoral de este año, sino que le fastidia que no haya leído las instrucciones del juego: “Si el PSOE tenía que ponerse a nuestra disposición para que volviéramos a ganar, este juego tiene alguna tara”, confesaría sotto voce ante el comité ejecutivo nacional de su partido, que se debatía entre mantearlo por nombrar a José Manuel Soria como representante español en el Banco Mundial o sacarlo a hombros por lograr que su derrota pareciera una victoria y la victoria de la oposición pareciera una derrota.
Al inquilino provisional de La Moncloa le sorprende el malestar por dicha designación, entre sus propias filas: “¿Serán envidiosos? Tolerancia cero con la envidia en el partido”, le dirá a Javier Arenas cuando coincidan en los urinarios de Génova, rehabilitados con no se sabe qué presupuesto de la Gurtell. “Soria no dimitió como ministro por nada relacionado con la corrupción”, atajó María Dolores de Cospedal, en la creencia de que aparecer como evasor fiscal en los papeles de Panamá, siendo miembro del Gobierno español es menos importante que los problemas con Hacienda que llevaron a Al Capone a la sombra.
“A los españoles, que son muchos y muy españoles, no les entiende nadie –confesará a su santa mientras suena en un viejo pickup every breath you take–. Cuando colocamos a mi amigo Rodrigo Rato en el Fondo Monetario Internacional, me afearon luego que nos tangara con Bankia. Ahora lo hemos hecho al revés, Soria nos ha tangado con los papeles de Panamá y lo hemos mandado al Banco Mundial para combatir desde su experiencia los paraísos fiscales”.
La chica de ayer.-
En la gramola, ahora suena “La chica de ayer”, otro de sus discos favoritos, con Nacha Pop preguntándole desde los años 80 donde quedaron sus hombreras y melenas. ¿Quién sería la chica de ayer? Con Rosa Díez no habría pasado este mal trago, seguramente. Era una mujer de Estado, no como esos pelagatos Rodríguez Zapatero y Sánchez Castejón, a los que ha tenido que poner en su sitio, aunque sea tirando de todo el aparato propagandístico de la FAES: “No importa si a ZP me lo cargué por traicionar a sus electores en el último año de su último gobierno o a Pedro Sánchez por no hacerlo ahora –seguramente anotará para su libro de memorias–. Como dijo mi compañero Felipe González, citando a Den Xiao Ping, no importa que el gato sea blanco o sea negro sino que mate ratones”.
Que Felipe quiere quitarte como candidato, le susurrará Soraya Sáez de Santamaría, atenta como siempre a los detalles. “Me fío de casi toda la gente hasta que me demuestren lo contrario”, respondería como siempre el presidente accidental, del que no se fiaba nada Albert Rivera, a pesar de haber firmado un pacto con él. Rajoy, embebido en sus lecturas de La Catedral del Mar de Ildefonso Falcones, La Democracia en América de Alexis de Tocqueville y La Historia de España desde el Arte de Fernando García de Cortázar, habrá pasado demasiado de prisa por la correspondencia entre Pablo Iglesias y Federico Engels, en una de cuyas cartas el fundador del marxismo le refería como la justicia británica había impuesto a un contrabandista gibraltareño la obligatoriedad de colocar un cartel en su despacho en el que podía leerse algo así como “he defraudado a la hacienda pública, si quiere hacer tratos conmigo ya sabe a lo que se expone”.
Rajoy habría resuelto el lance tirando de su amigo García Margallo, al que su cuñado Paco Millán le fichó en Bruselas. O habría tirado del repertorio de The Beatles: With a little help from my friends. Otra cosa, no, pero él siempre ayuda a sus amigos, incluso en los peores trances: “Resiste, Luis”.
A los que le demuestran lealtad les premia, como ahora ha hecho son Soria, o con Adela Pedrosa, la flamante secretaria del Senado, a la que un día después de la investidura fallida vuelven a recordar que la Fiscalía le investiga por utilizar asociaciones ‘tapadera’ de las que al parecer se habría servido el Partido Popular para ocultar su dinero negro. En fin, las cosas, qué decir de su apoyo público a Alfonso Rus, a Rafael Louzán el de la Operación Patos, a su amiga Elvira Rodríguez, la presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores envuelta en una trama de grabaciones comprometedoras. Por no hablar de su tronco José Manuel Romay Beccaría, presidente del Consejo de Estado, como durante la dictadura del general Franco fuera Secretario General de Sanidad, Subsecretario de Presidencia, Subsecretario del Ministerio de Gobernación, en el convulso 1975, cuando las últimas ejecuciones del caudillo. Todo un ejemplo de cómo han cicatrizado perfectamente las heridas de la guerra civil: un franquista, al frente un Consejo de Estado democrático.
Regreso al futuro.-
Lo cierto es que el presidente circunstancial ha debido leer también “Miau”, de Benito Pérez Galdós: su descripción de las cesantías y como colocar amigos y familiares en puestos de la administración recuerda mucho a su árbol genealógico en Galicia. Los amigos de ms amigos son mis amigos: así que, sin problemas, Elena Sánchez Pérez, amiga de Eduardo Zaplana y jefa de prensa de Ana Botella, se postula para dirigir el Canal 24 horas de TVE apenas un año después de que se incorporase por decreto a su plantilla.
La pretendida BBC española –plagada por otra parte de profesionales como la copa de un pino– la dirige otro afín a Rajoy, José Antonio Sánchez y que sigue manteniendo en el cargo a personajes como Juan de Dios Martínez, cuya voz ha sido sorprendida diciendo: “Las directrices las marco yo absolutamente, yo doy la información, ahora la información la doy como yo quiero darla. Lo que sale de ellos lo decido yo. Si el total que hay allí no me gusta, que me busquen otro que este no me gusta. Toda esa gente díscola de momento son disciplinados. Me ha costado mucho esa disciplina y me cuesta muchos disgustos porque me ponen a parir fuera de aquí, claro que sí, que no me sorprende y lo sé, entiendes, pero por eso precisamente, porque me están poniendo como un cabrón, ahora soy un cabrón y más que lo voy a ser”. Al margen del lenguaje y el tono, de ser cierta, la grabación demuestra que dicho profesional del periodismo no tiene demasiada idea de las concordancias verbales.
Al atardecer, Rajoy pone uno de sus dvds favoritos, “Regreso al futuro”, la formidable trilogía de Robert Zemeckis a la que ahora amenaza un remake. A él le gustaría, sin duda, viajar por el tiempo, recordar los días en que su padre, el juez, recomendaba a toda la familia que se hicieran funcionarios, porque nunca les iba a faltar trabajo aunque con él les terminaran faltando pagas extras. Qué felices las horas cuando José María Aznar y él eran todavía colegas, jugueteaban con libretas azules donde bailaban los nombres de los ministrables y si hacían falta votos para una investidura, se hablaba catalán en la intimidad y santas pascuas. Ah, años aquellos en los que Rita Barberá y su Francisco Camps paseaban en descapotables por los circuitos de la España que iba a bien con ellos o era el caos con los socialistas. ¿Qué hubiera pasado si en uno de esos recovecos del espacio tiempo, Mariano Rajoy hubiera torcido el destino, hubiera desobedecido a papá y abandonado la carrera para hacerse ayudante de dirección de José Luis Garci en “El abuelo” o de Alejandro Amenabar, en “Tesis”, dos de sus otros filmes favoritos que quizá no hubieran podido rodarse de afectarle el actual IVA cultural que él mismo ha impuesto? Si todo ello hubiera ocurrido, ¿quién sabe? Quizá, esta semana, habría sido investida Esperanza Aguirre como presidenta del Gobierno. O, no dejen que la imaginación nos desborde a Mariano Rajoy y a mí: lo mismo habrían resultado electos, lo que es peor, Jorge Moragas, Gustavo de Aristegui, Pedro de la Serna o, vaya usted a saber, Antonio Hernández Mancha.
Quizá no importante tanto el candidato sino el partido. Al PP, en realidad, sólo le votan sus electores. Muy españoles. Seguro que serán más, el próximo 18 de diciembre, sueña Rajoy mientras, en el duermevela, se suceden corderos y la familia Telerín cantando al unísono: “Vamos a la cama, que hay que descansar, para que mañana podamos caminar”. Lentamente. Sin prisas. La izquierda no hace deporte ni tiene amigos. Y así le va.
Juan José Tellez
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