Para alcanzar el paraíso, a veces hay que visitar el purgatorio. Allí se pasó cuatro años Pablo Auladell,confiando en que su obra tarde o temprano viera la luz. Todo desde que una “pequeñísima editorial de poesía” le encargara una hazaña, recuerda por teléfono: llevar al cómic los 10.000 versos y la complejidad de El paraíso perdido, el poema que John Milton publicó en 1667. El proyecto se puso en marcha, pero naufragó junto con el sello. Dos años después, otra editorial le propuso acabar la obra y lanzarla online. “Cuando lo tenía casi terminado, tuvieron problemas y no pudieron publicarlo”, relata el dibujante (Alicante, 1972). Meses de trabajo, 300 páginas y, de golpe, las puertas hacia los lectores se cerraban de nuevo. Así que Auladell recurrió a Sexto Piso y El paraíso perdido salió del limbo.Y, hoy, ha llegado incluso al Edén: recibió el Premio Nacional de Cómic para 2016.
Una página de 'El paraíso perdido', de Auladell. PABLO AULADELL
“Mi primera reacción fue de sorpresa. No pensaba que tendría esta repercusión. Me provoca también la sensación de tener que trabajar mejor. Es una responsabilidad de cara a los compañeros de profesión y a la sociedad”, asegura Auladell. El galardón significa además una visibilidad renovada para la obra, que se ha vendido a Francia, Inglaterra o Corea. De hecho, hasta le han llamado de un centro artístico del país asiático para que vaya a dar un curso, cuenta el ilustrador.
De clases, en el fondo, sabe, ya que enseña en la AIF Summer School de Macerata (Italia). Y de estilo, también: el jurado del galardón, que entrega el Ministerio de Cultura, destaca el “gran valor artístico, la fuerza visual, el uso original de la iconografía y la narrativa que consigue al mismo tiempo ser arquetípica y plenamente actual” en la obra. El fallo subraya también “el uso del color” de un dibujante que se caracteriza por blancos, negros y los tonos grisáceos del carboncillo. “Tal vez llama la atención por eso: es un tebeo con pocos colores en una época de estética relamida, mucho detallito, 3D…”, explica Auladell. Su propia web define su estilo como “elegante, lírico y delicado pero también inquietante y rotundo”. Aunque el dibujante aclara: “Más que inquietar hablaría de conmover misteriosamente”.
Dios y la lírica
“Mi primera reacción fue de sorpresa. No pensaba que tendría esta repercusión. Me provoca también la sensación de tener que trabajar mejor. Es una responsabilidad de cara a los compañeros de profesión y a la sociedad”, asegura Auladell. El galardón significa además una visibilidad renovada para la obra, que se ha vendido a Francia, Inglaterra o Corea. De hecho, hasta le han llamado de un centro artístico del país asiático para que vaya a dar un curso, cuenta el ilustrador.
De clases, en el fondo, sabe, ya que enseña en la AIF Summer School de Macerata (Italia). Y de estilo, también: el jurado del galardón, que entrega el Ministerio de Cultura, destaca el “gran valor artístico, la fuerza visual, el uso original de la iconografía y la narrativa que consigue al mismo tiempo ser arquetípica y plenamente actual” en la obra. El fallo subraya también “el uso del color” de un dibujante que se caracteriza por blancos, negros y los tonos grisáceos del carboncillo. “Tal vez llama la atención por eso: es un tebeo con pocos colores en una época de estética relamida, mucho detallito, 3D…”, explica Auladell. Su propia web define su estilo como “elegante, lírico y delicado pero también inquietante y rotundo”. Aunque el dibujante aclara: “Más que inquietar hablaría de conmover misteriosamente”.
Dios y la lírica
Ilustración de Pablo Auladell para 'La feria abandonada'.
El caso es que sus creaciones transmiten una mezcla de desamparo y fascinación, agobio e intriga. “Cada historia necesita su lenguaje visual. En el cómic el dibujo es una casi una caligrafía, tiene que estar en consonancia con la obra. Para El paraíso perdido la dificultad era hacer un tebeo de un poema. Intenté que la carga lírica de Milton recayera en las imágenes”, defiende Auladell. De ahí que trazos solemnes y épicos se alternen con “viñetas de poco peso” para reflexionar sobre Dios y el sufrimiento. Tras recrear en cómic obras como La leyenda del Santo Bebedor o Las aventuras de Tom Sawyer, el dibujante parece acostumbrado a afrontar los clásicos: “El error de muchas adaptaciones es querer resumir el original. Las mías son una lectura. En este caso, me planteé si El paraíso perdido es a mayor gloria de Dios o si Milton, al dictarlo ya ciego y derrotado, no estuviera buscando su venganza poética”.
Entre encargos y los cómics que inventa, escribe y dibuja —“si la idea se me ocurre acompañada de un título, seguramente funcione”—, Auladell logra vivir exclusivamente de sus lápices. Eso sí, “no te puedes despistar ni un momento”. El autor relata las dificultades que afronta como cualquier autónomo, aunque considera que el cómic ya no sufre el menosprecio de antaño. Sea como fuere, él prefiere dedicarse al arte más que a los debates. “Como decía el pintor Matías Quetglas: ‘siento que si no pinto, no soy”, afirma.
A ello quiso dedicarse desde siempre, por mucho que estudiara Filología Inglesa. El desliz se debió, cuenta, al desconocimiento de “un chaval provinciano” que cultivaba la fantasía de ser dibujante e ilustrador pero ignoraba la realidad de cómo llegar a ello. El Premio de Cómic Injuve, en 2000, le recondujo hacia el sendero que siempre estuvo ante sus pies. A partir de ahí llegaron más contactos, más galardones —Premio a las Mejores Ilustraciones de Libros Infantiles y Juveniles en 2005, entre otros— y una treintena de libros publicados. Hoy mismo, entre una y otra entrevista, Auladell tenía que terminar una ilustración para un periódico. Aunque, por otro lado, los 20.000 euros del reconocimiento le proporcionan un “colchón” para el siguiente cómic. Podrá trabajar con más calma y serenidad. Un paraíso ganado.
El caso es que sus creaciones transmiten una mezcla de desamparo y fascinación, agobio e intriga. “Cada historia necesita su lenguaje visual. En el cómic el dibujo es una casi una caligrafía, tiene que estar en consonancia con la obra. Para El paraíso perdido la dificultad era hacer un tebeo de un poema. Intenté que la carga lírica de Milton recayera en las imágenes”, defiende Auladell. De ahí que trazos solemnes y épicos se alternen con “viñetas de poco peso” para reflexionar sobre Dios y el sufrimiento. Tras recrear en cómic obras como La leyenda del Santo Bebedor o Las aventuras de Tom Sawyer, el dibujante parece acostumbrado a afrontar los clásicos: “El error de muchas adaptaciones es querer resumir el original. Las mías son una lectura. En este caso, me planteé si El paraíso perdido es a mayor gloria de Dios o si Milton, al dictarlo ya ciego y derrotado, no estuviera buscando su venganza poética”.
Entre encargos y los cómics que inventa, escribe y dibuja —“si la idea se me ocurre acompañada de un título, seguramente funcione”—, Auladell logra vivir exclusivamente de sus lápices. Eso sí, “no te puedes despistar ni un momento”. El autor relata las dificultades que afronta como cualquier autónomo, aunque considera que el cómic ya no sufre el menosprecio de antaño. Sea como fuere, él prefiere dedicarse al arte más que a los debates. “Como decía el pintor Matías Quetglas: ‘siento que si no pinto, no soy”, afirma.
A ello quiso dedicarse desde siempre, por mucho que estudiara Filología Inglesa. El desliz se debió, cuenta, al desconocimiento de “un chaval provinciano” que cultivaba la fantasía de ser dibujante e ilustrador pero ignoraba la realidad de cómo llegar a ello. El Premio de Cómic Injuve, en 2000, le recondujo hacia el sendero que siempre estuvo ante sus pies. A partir de ahí llegaron más contactos, más galardones —Premio a las Mejores Ilustraciones de Libros Infantiles y Juveniles en 2005, entre otros— y una treintena de libros publicados. Hoy mismo, entre una y otra entrevista, Auladell tenía que terminar una ilustración para un periódico. Aunque, por otro lado, los 20.000 euros del reconocimiento le proporcionan un “colchón” para el siguiente cómic. Podrá trabajar con más calma y serenidad. Un paraíso ganado.
El Pais.
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