Se aproximan unos días en los que a todo el mundo le da por reírse de la muerte y juega con ella, con el convencimiento de que bromear con algo que te aterra es una de las maneras más inteligentes de afrontarlo. Justo ahora y con un esplendoroso don de la oportunidad, los cementerios malagueños han presentado su última campanada con un novedoso programa para teléfonos móviles. Se llama el Portal del Recuerdo y es una aplicación para morirse. Desde ella se pueden hacer cosas como informarse de las pompas, enviar avisos por mensajería, crear álbumes de fotos, diseñar la esquela según varias plantillas o, algo también muy importante, gestionar la baja del finado en las redes sociales porque cuando alguien se nos muere en Internet da bastante apuro pulsar el botón para dejar de seguirlo.
Este no ha sido el único gesto innovador del camposanto malagueño, que por cierto tiene una página web que ya quisieran para sí muchos centros culturales que abordan la modernidad. Desde hace un par de años, en Parcemasa ya se podían depositar las cenizas junto a las semillas de un árbol en el Jardín del Recuerdo; ahora podremos hacerlo en unas urnas preciosas con forma de hexágono para moldear una constelación. Ayer en la rueda de prensa nos enseñaron la urna como quien enseña un trofeo. No es para menos. Como ha denunciado la Iglesia, ya está bien de esparcir las cenizas por ahí de manera indiscriminada. Uno tiene que morirse como Dios manda, si bien podemos ayudarnos de la ciencia gracias a un servicio de custodia de ADN con el que prevenir futuras eventualidades genéticas y quién nos dice a nosotros que algún día no podremos resucitar a más de uno, todo ello amén del cementerio para mascotas que ya se aprobó en el pleno del Ayuntamiento y que tiene que estar ya, si se permite la expresión, a punto de caramelo.
También celebramos que Parcemasa haya solventado aquellos disgustos con una cafetería que acumulaba quejas de los usuarios por culpa de un servicio en plena decadencia. Entonces, ya se intuían los comentarios en Tripadvisor del tipo: «Camareros lentos, comida malísima. ¡no vuelvo más a este cementerio!». Aquel mortal ambigú luce ahora en todo su esplendor, sirviendo unos sándwiches estupendos y unos cubatas baratísimos, todo a la velocidad de quien aprovecha la vida, colaborando a que los vivos atravesemos cualquier trance mortuorio con aceptables dosis de anestesia y de conformidad. Tal es la felicidad de su terraza que allí en junio les tocó la lotería: 175.000 euros de la ONCE. Por todo este culmen de innovaciones, no nos queda otra que felicitar a Parcemasa por hacer más atractivo de un proceso y de un lugar que una vez fue tétrico, hasta el punto de que te cobraban impuestos de más. Sólo falta añadir que, a pesar de todos estos esfuerzos y siendo totalmente sinceros, la verdad es que no, no nos apetece tanto volver.
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