No es descabellado, ni mucho menos, considerar a Nuno
Júdice (Mexilhoeira Grande, 1949) en la cumbre de la poesía portuguesa
actual, más aún desde la pérdida de Eugénio de Andrade, Herberto Hélder y
Mário Cesariny en la última década. Ensayista, novelista, dramaturgo y
profesor universitario, Júdice debe sin embargo a su obra poética sus
mayores reconocimientos, incluido el Premio Reina Sofía de Poesía
Iberoamericana que recibió en 2013. Ayer inauguró en la Casa Gerald
Brenan el ciclo Estar en las nubes. Símbolos e imaginación poética, que organiza la Fundación Rafael Pérez Estrada y que continuará hoy con Ramón Andrés y Carlos García Gual.
-Dada su presencia en un ciclo sobre la imaginación poética, ¿señalaría ésta como una cuestión determinante en su obra?
-Sí,
es muy importante. Para mí, en esencia, la poesía son imágenes. El
poema aparece motivado por algo que entra por los ojos, ya sea una obra
de arte o algo que pasa por la calle. Y esto sucede no sólo en la
escritura, también en la lectura: cuando leemos un poema hay detrás una
invitación a buscar el mundo que constituye su punto de partida. La
poesía tiene muchas más cosas, la palabra es fundamental, la música
también representa un papel destacado, pero la imagen es posiblemente la
expresión más fidedigna de lo que sentimos y de lo que pensamos.
-¿Ser poeta es entonces su mejor manera de no ser artista?
-Bueno,
me encantaría ser pintor o fotógrafo. Pero fue en la poesía donde
encontré mi mejor forma de expresión. También en la ficción, aunque son
dos cuestiones distintas. De manera más natural soy, ante todo, poeta.
-¿Ha
sido alguna vez consciente de los límites de la palabra? ¿Tal vez no ha
encontrado el término preciso para decir lo que quería?
-No.
Cuando acabo un poema, ese poema es una totalidad. No hay nada que
falte. Ésta es, de hecho, la primera singularidad de la poesía respecto a
otras formas literarias, porque la poesía permite captar en muy poco,
apenas unas cuantas palabras, todo lo que hay que decir. Cuando termino
de leer un poema, tengo las respuestas para todas las preguntas.
-Herberto Hélder pedía a Dios que hiciera de él un "poeta oscuro". ¿Qué pide usted, oscuridad o claridad?
-Cuando
enseñaba literatura francesa empezaba siempre por Mallarmé y sus poemas
más difíciles. A menudo los alumnos se quejaban y me decían que les
costaba mucho comprender aquellos versos. Entonces, yo les recordaba lo
que el propio Mallarmé respondía a quienes acudían a él para que les
explicara el sentido de sus poemas: "Si no lo entiendes, entonces he
cumplido mi objetivo". Con Hélder sucede un poco lo mismo. La oscuridad
es lo que hace que un poema llegue a ser inagotable, porque cada vez que
lo leemos descubrimos cosas nuevas y podemos no dejar de leerlo nunca.
En principio, se supone que un soneto te va a contar todo lo que quiere
contar en catorce versos; pero hay ocasiones en que si volvemos a leer
esos catorce versos durante años y más años nos seguirá dando la
impresión de que los leemos por primera vez. Lo más fascinante de la
poesía es la posibilidad de decir mucho más de lo que está en las
palabras, del sentido que presuntamente encierran.
-¿Es usted también poeta cuando escribe novelas o teatro?
-Sí,
un poco. Pero intento separar las cosas, son cuestiones diferentes.
Para mí, la novela es ante todo un medio porque el que me permito hablar
de mis experiencias vividas y de la literatura que me gusta. Mis
novelas son libros de memorias, aunque sean memorias ficcionadas,
especialmente del periodo de la dictadura.
-¿Qué tiene Portugal para dar al mundo tan buenos poetas, más aún cuando también hay buenos futbolistas?
-En
Portugal la lengua y la poesía estuvieron desde siempre muy conectadas.
Creo que esto se debe, por un lado, a la relación con el mar como
símbolo del anhelo, del sueño, del viaje; y, por otro, al hecho evidente
de que en Portugal no tenemos muchos filósofos, y la poesía es una
forma de pensarnos y encontrarnos por dentro a través de los poetas. Así
que de alguna forma la poesía ocupa ese espacio de pensamiento. La
filosofía portuguesa la encontramos principalmente en Camoes, en Antero
de Quental en el siglo XIX y ya en el siglo XX en Pessoa. Y todos ellos
fueron también poetas.
-¿Esa
conexión de la que habla tiene que ver con la musicalidad, con aquello
por lo que Cervantes se refería al portugués como una "lengua sin
huesos"?
-Sí, fíjate que en la lengua portuguesa tenemos una palabra tan misteriosa como saudade,
que tiene muchos sentidos y que rara vez se ajusta a las traducciones
que se hacen de ella en otros idiomas. Pero también hay un lado místico
en muchas palabras, lo que ha permitido que tengamos muchos más poetas
que filósofos. En el siglo XX hubo un movimiento liderado por Teixeira
de Pascoaes que se llamó Saudosismo. Fue un movimiento filosófico, pero claro, su expresión sólo podía ser poética.
-Algunos creemos sin embargo que María Zambrano, por ejemplo, gana cuando es traducida al portugués.
-En
Portugal descubrimos a María Zambrano hace poco, demasiado tarde. Pero,
afortunadamente, su obra está ya ampliamente publicada y divulgada.
-Últimamente
vuelven a aparecer encuestas que reflejan un sentimiento favorable en
Portugal a una unión con España incluso a nivel estatal. ¿Considera que
los dos países se han dado la espalda demasiado tiempo?
-Sí, especialmente a cuenta de las dictaduras. Saramago tenía aquella utopía ibérica que expresó en La balsa de piedra,
pero creo que en la Europa presente algo así sería muy difícil. Además,
hablamos de identidades diferentes que en algunos siglos se han sentido
cercanas y en otros ha sucedido justo lo contrario. Es cierto que en el
siglo XIX apareció un movimiento iberista muy potente, pero lo que
logró provocar fue más bien una reacción nacionalista que vacunó a
Portugal contra esa tentación. En lo que se refiere a la literatura,
españoles y portugueses nos encontramos hoy mucho más cercanos gracias
al conocimiento mutuo. En Portugal conocemos mejor la literatura
española y creo que en España también hay más interés por la literatura
portuguesa. Y es ahí donde hay que profundizar, es más interesante una
unión cultural que política.
-Pero todavía un escritor como Gonçalo Tavares es más conocido en Francia que en España.
-Tavares
no es un escritor precisamente fácil. Ni siquiera en Portugal es tan
conocido como debiera. Pero es un claro ejemplo de escritor que trabaja
con una idea transnacional de la literatura. Todos los grandes nombres
de la literatura europea se funden en su escritura y su forma de pensar,
y eso resulta muy interesante.
-¿Han cambiado mucho sus motivos de inspiración desde el primer poema hasta el último?
-Los
temas son siempre los mismos. Lo que cambia es la experiencia, que nos
permite ver lo mismo de otra manera. En mis libros hay siempre una
interrogación sobre lo que es la poesía y lo que es la vida, porque no
puedo considerar lo uno sin lo otro. Mi primer libro, que de hecho se
titula Noción de poema, ya abordaba esto de manera
directa. En mis últimos libros hay una mayor filtración de la realidad,
pero no dejo de preguntarme quién es el poeta. Es una pregunta que me
hago desde que descubrí los heterónimos de Pessoa. En mis primeros
poemas encontraba un ser que no era yo; mi obra era entonces un diálogo,
a menudo un conflicto, con ese otro ser. Hoy esto sucede ya menos, no
supone para mí un problema. De hecho, ya me identifico mejor con ese
otro yo que está en el poemaEntrevista de Pablo Bujalance
Málaga Hoy
No hay comentarios:
Publicar un comentario