Deslenguado, ácido, irreverente, payaso. Ramón Borrajo Domarco (Orense, 1949), apodado artísticamente Moncho Borrajo, ha sido así toda su vida. Encima o debajo de un escenario; de crío y de mayor; con censura o sin censura. No se corta ni delante de Santiago Carrillo y así lo cuenta: "Un día me lo encontré y le pregunté: "Ya que estás separado, ¿por qué no te montas una camisería?". Él me espetó: "¿Para qué?". Y yo le contesté: "Para cuellos". Así estaba el humor". Al otro lado del teléfono, el cómico gallego parece un hombre cálido, pero en cuanto pisa las tablas de un teatro es capaz de meterse con cualquiera: "Con Franco, con el PP, con el PSOE, con Podemos, pero sobre todo con el poder establecido", reconoce pícaro. Y de eso trata precisamente ¡Madre Mía! ¡Cómo Está España!, su nuevo espectáculo, donde disecciona el panorama político español y vuelve a ser "el Moncho de siempre". Sus seguidores malagueños lo podrán ver a partir de mañana en el Teatro Alameda.
-¿Si le dieran a elegir entre Y qué viva España de Manolo Escobar o Mi querida España de Cecilia como himno del show que trae a Málaga, qué elegiría?
-¡Uy, qué difícil me lo pones! Lógicamente Mi querida España de Cecilia (ríe).
-¿La gente va a ver a un Moncho Borrajo diferente en este nuevo espectáculo?
-Sí, me parecía que estaba bien volver al Moncho de siempre: al Moncho de cabaret, al que improvisa canciones, al que se pone tierno como un payaso. Y utilizar de paso el momento político que estamos viviendo para hacer reír y pensar al público. La gente cuando viene se divierte mucho y eso es lo importante. Hablo de política, pero también de los hombres, las mujeres o la ley de memoria histórica.
-¿Además de hacer reír, también intenta remover conciencias?
-No. Lo que tiene que hacer el cómico es entretener, sacar una sonrisa y hacer que el público no se vaya de vacío, que se diga a sí mismo: "Qué razón tiene, qué verdades ha dicho". La misión del cómico es hacer una crítica constructiva y reírnos de ella. Yo, que soy de hijo de sastre, le doy la vuelta a la chaqueta y enseño el forro (ríe).
-Lo hace con descaro y sin miramientos. ¿Esto no le ha traído problemas alguna vez?
-Alguna vez no, muchas (ríe con fuerza). Y luego los cobardes, que no tienen otro nombre, te hacen faenas y no dan la cara.
-¿Qué tipo de faenas?
-Te cierran puertas de teatros, no sales en la televisión. En fin, lo que hace un cobarde.
-¿Crees que el humor se ha convertido en el gran mártir del artículo 20 de la Constitución?
-Sí. El colmo fue que hace unos meses algunos políticos quisieron proponer en el Congreso que se prohibiera hacer humor sobre ellos. ¡Menuda tontería! Si ellos dicen tonterías nosotros tenemos derecho a reírnos de esas tonterías, pero es que últimamente los políticos tienen muy poco sentido del humor.
-¿De qué verdades habla en su espectáculo?
-¡Uy, pues de muchas! Hablo de los que roban, de los que nos engañan, de la justicia, que prescribe para algunos y para otros no. Hay señores políticos que roban millones y se quejan porque la polícia va a registrar sus casas. La justicia no es igual para todos y cuando lees la Constitución te preguntas para quién la habrán escrito. Para los españoles desde luego que no (ríe). ¿Y tú te has dado cuenta de que aquí nadie devuelve un puto duro? Esto es una maravilla. Encima ahora ya no se van a una cárcel, se van a un hotel de cinco estrellas. Ni en Vacaciones en el mar, oye. Prefiero que devuelvan el dinero y no vayan a la cárcel, fíjate.
-¿Nacer en España y hacerse cómico es un chollo, no? Material hay de sobra...
-Es un riesgo. Si te fijas bien los últimos cómicos que están saliendo son políticamente correctos. Aquí ya se arriesga muy poca gente.
-¿Ha cambiado mucho el humor que se hacía a finales del siglo XX al que se factura en el XXI?
-Creo que en el siglo XX, por culpa de la dictadura, el cómico tenía que ser más ingenioso, tenía que darle la vuelta a las cosas para que no te pudieran censurar. Uno se arriesgaba más. Ahora hemos caído en el todo vale, pero no sólo en el humor, en todo. Andamos muy mal cuando valoran más a la gente por salir en la televisión que por estudiar una carrera.
-Llegó a conocer bastante bien el mundo de la televisión (Un, dos, tres... responda otra vez). ¿Qué echa en falta en las parrillas hoy día?
-Siempre recordaré con muchísimo cariño el Un, dos, tres. Echo en falta un programa que reúna a toda la familia. Ahora no hay programa con un cantante, un malabarista, una vedette. Ahora presentan los discos en el programa de Teresa Campos (ríe bajo). Eso sí, nosotros antes no nos aburríamos cuando nos poníamos una tertulia de carácter serio. Hoy día, en ellas, se hablan de auténticas tonterías. Dedicarle a una persona famosa que se ha separado un mes de programas o masacrar a una familia durante una noche no lo entiendo. Hace poco, en la televisión, se le pregunto a una niña que qué quería ser de mayor. Ella contestó que famosa. Me quedé blanco. A mí me preocupa el todo vale y no todo vale. La sociedad está tomando como referentes a famosos, a tíos cachas, a tertulianos, a participantes de Gran Hermano y no a artistas, a deportistas de élite, a profesores. A ver dime, ¿de Gran Hermano con quién mantienes una conversación de más de 20 minutos?. (Silencio). Es una broma, pero o te lo tomas así o te pegas un tiro.
-¿El humor se convierte para usted en un chaleco alvavidas, una vía de escape?
-Sí. El humor ha sido siempre un arma para el pobre porque la utiliza en contra del rico y del poderoso. Y también una medicina porque cura. Cuando uno aprende a reírse de sí mismo, de la vida, vive mejor.
-¿Y cree que hay humor de izquierdas y de derechas?
-Creo que no, porque entonces el espectáculo que ofreces se acaba convirtiendo en un panfleto.
-¿Y el suyo no lo es?
-No, no, no. En absoluto. Desde que empecé hace 45 años yo me he metido siempre con el poder establecido. Me he metido con Franco, con el PP, con el PSOE, con Podemos. ¿Por qué? Porque creo que es mi obligación. No me voy a meterme con el obrero que está en el paro.
-¿Si le dieran a elegir entre Y qué viva España de Manolo Escobar o Mi querida España de Cecilia como himno del show que trae a Málaga, qué elegiría?
-¡Uy, qué difícil me lo pones! Lógicamente Mi querida España de Cecilia (ríe).
-¿La gente va a ver a un Moncho Borrajo diferente en este nuevo espectáculo?
-Sí, me parecía que estaba bien volver al Moncho de siempre: al Moncho de cabaret, al que improvisa canciones, al que se pone tierno como un payaso. Y utilizar de paso el momento político que estamos viviendo para hacer reír y pensar al público. La gente cuando viene se divierte mucho y eso es lo importante. Hablo de política, pero también de los hombres, las mujeres o la ley de memoria histórica.
-¿Además de hacer reír, también intenta remover conciencias?
-No. Lo que tiene que hacer el cómico es entretener, sacar una sonrisa y hacer que el público no se vaya de vacío, que se diga a sí mismo: "Qué razón tiene, qué verdades ha dicho". La misión del cómico es hacer una crítica constructiva y reírnos de ella. Yo, que soy de hijo de sastre, le doy la vuelta a la chaqueta y enseño el forro (ríe).
-Lo hace con descaro y sin miramientos. ¿Esto no le ha traído problemas alguna vez?
-Alguna vez no, muchas (ríe con fuerza). Y luego los cobardes, que no tienen otro nombre, te hacen faenas y no dan la cara.
-¿Qué tipo de faenas?
-Te cierran puertas de teatros, no sales en la televisión. En fin, lo que hace un cobarde.
-¿Crees que el humor se ha convertido en el gran mártir del artículo 20 de la Constitución?
-Sí. El colmo fue que hace unos meses algunos políticos quisieron proponer en el Congreso que se prohibiera hacer humor sobre ellos. ¡Menuda tontería! Si ellos dicen tonterías nosotros tenemos derecho a reírnos de esas tonterías, pero es que últimamente los políticos tienen muy poco sentido del humor.
-¿De qué verdades habla en su espectáculo?
-¡Uy, pues de muchas! Hablo de los que roban, de los que nos engañan, de la justicia, que prescribe para algunos y para otros no. Hay señores políticos que roban millones y se quejan porque la polícia va a registrar sus casas. La justicia no es igual para todos y cuando lees la Constitución te preguntas para quién la habrán escrito. Para los españoles desde luego que no (ríe). ¿Y tú te has dado cuenta de que aquí nadie devuelve un puto duro? Esto es una maravilla. Encima ahora ya no se van a una cárcel, se van a un hotel de cinco estrellas. Ni en Vacaciones en el mar, oye. Prefiero que devuelvan el dinero y no vayan a la cárcel, fíjate.
-¿Nacer en España y hacerse cómico es un chollo, no? Material hay de sobra...
-Es un riesgo. Si te fijas bien los últimos cómicos que están saliendo son políticamente correctos. Aquí ya se arriesga muy poca gente.
-¿Ha cambiado mucho el humor que se hacía a finales del siglo XX al que se factura en el XXI?
-Creo que en el siglo XX, por culpa de la dictadura, el cómico tenía que ser más ingenioso, tenía que darle la vuelta a las cosas para que no te pudieran censurar. Uno se arriesgaba más. Ahora hemos caído en el todo vale, pero no sólo en el humor, en todo. Andamos muy mal cuando valoran más a la gente por salir en la televisión que por estudiar una carrera.
-Llegó a conocer bastante bien el mundo de la televisión (Un, dos, tres... responda otra vez). ¿Qué echa en falta en las parrillas hoy día?
-Siempre recordaré con muchísimo cariño el Un, dos, tres. Echo en falta un programa que reúna a toda la familia. Ahora no hay programa con un cantante, un malabarista, una vedette. Ahora presentan los discos en el programa de Teresa Campos (ríe bajo). Eso sí, nosotros antes no nos aburríamos cuando nos poníamos una tertulia de carácter serio. Hoy día, en ellas, se hablan de auténticas tonterías. Dedicarle a una persona famosa que se ha separado un mes de programas o masacrar a una familia durante una noche no lo entiendo. Hace poco, en la televisión, se le pregunto a una niña que qué quería ser de mayor. Ella contestó que famosa. Me quedé blanco. A mí me preocupa el todo vale y no todo vale. La sociedad está tomando como referentes a famosos, a tíos cachas, a tertulianos, a participantes de Gran Hermano y no a artistas, a deportistas de élite, a profesores. A ver dime, ¿de Gran Hermano con quién mantienes una conversación de más de 20 minutos?. (Silencio). Es una broma, pero o te lo tomas así o te pegas un tiro.
-¿El humor se convierte para usted en un chaleco alvavidas, una vía de escape?
-Sí. El humor ha sido siempre un arma para el pobre porque la utiliza en contra del rico y del poderoso. Y también una medicina porque cura. Cuando uno aprende a reírse de sí mismo, de la vida, vive mejor.
-¿Y cree que hay humor de izquierdas y de derechas?
-Creo que no, porque entonces el espectáculo que ofreces se acaba convirtiendo en un panfleto.
-¿Y el suyo no lo es?
-No, no, no. En absoluto. Desde que empecé hace 45 años yo me he metido siempre con el poder establecido. Me he metido con Franco, con el PP, con el PSOE, con Podemos. ¿Por qué? Porque creo que es mi obligación. No me voy a meterme con el obrero que está en el paro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario