La vida, como a cada paso nos recuerdan los poetas, es pura provisionalidad. Pero este año la administración española se ha puesto lírica y ha querido recordárnoslo en todo momento. Hemos atravesado 2016 casi en su totalidad bajo la tutela de un Gobierno provisional que iba dejando ministros en la cuneta y adelgazaba sus funciones sin que pareciera que los cojinetes del Estado se resintieran. Quizás porque ya estaban lo suficientemente resentidos o porque de nuevo ha venido a demostrarse que ante la gran maquinaria del mundo todos somos prescindibles. Seguramente no había afán de tanta trascendencia entre la clase política y todo ha sido obra del azar. De hecho, 'NO' fue la palabra que sobrevoló nuestras cabezas la mayor parte del tiempo. Un monosílabo de poca enjundia filosófica y argumental.
Ese fue el eslogan escueto y empecinado con el que Pedro Sánchez se fue a la tumba política por mucho que en estos días sus partidarios pretendan volver a montarlo en el famoso coche fantasma con el que iba a recorrer España como un Cid Campeador con porte de madelman.
Antonio Soler
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