Foto: Tiojimeno |
Rock Encounter (1970, Polydor). Fue el comienzo de las aproximaciones del flamenco a otras músicas sin complejos. Curiosamente el primer intento con éxito estuvo a cargo del guitarrista gitano y de Pamplona Sabicas, que vivió en Nueva York buena parte de su vida. En este disco grabado junto a Joe Beck logra introducir los sonidos flamencos más clásicos con las guitarras eléctricas del propio Beck con cierta armonía y sentido. Lo hizo junto a un grupo de músicos entre los que también figuraba Tony Levin de King Crimson.
La leyenda del tiempo (16 de junio de 1979, Polygram). Décimo disco de Camarón de la Isla. Lorca, Omar Khayyám o Kiko Veneno, baterías, percusiones y guitarras eléctricas convirtieron a este disco en un imán para jóvenes de tribus alejadas del flamenco. Considerado hoy el más revolucionario de cuantos discos se han hecho. La leyenda cuenta que muchos seguidores del Camarón más ortodoxo devolvieron los discos en El Corte Inglés y en su primera tirada fue un desastre de ventas. Tras ello el genial cantaor de San Fernando le pediría a Ricardo Pachón que para el próximo trabajo se remitiera a palmas y guitarra.
Sólo quiero caminar (1981, Phonogram). Paco de Lucía es conocido en el mundo del flamenco por el sobrenombre de Dios. Curiosamente también se refieren a él los flamencólicos y todo buen aficionado como Paco. Confianza con las deidades. Es flamenco por sus cuatro costados pero en su día le negaron el pan y sal como a Camarón por aquellos inventos de ‘Canastera’ o aquellas rumbas tan comerciales como ‘Entre dos aguas’, donde acuñó para la posteridad que unos timbales podían sonar jondos. Con este disco arreció la crítica hacia él si bien también tiene en su haber otros casi considerados ajenos al flamenco como ‘Friday Night in San Francisco’ con Di Meola y MacLaughlin. Cualquiera de los dos puede levantar ampollas si se le regala a un flamencólico recalcitrante.
Encuentros (1985). Juan Peña El Lebrijano fue otro de los señalados por la ortodoxia. Pese a renacer artísticamente de una de las castas gitanas de Andalucía de más abolengo, la de los Perrate, haberse licenciado bajo el magisterio de los Pavón o del propio Mairena, poco después voló libre y comenzó a inventar caminos nunca antes transitados. Ya en ‘La palabra de Dios a un gitano’, ‘Persecución’ o ‘Ven y sígueme’ apuntó maridajes novedosos con introducción de aires sinfónicos, cristianos y de nuevo cuño como el del supuesto nuevo palo creado: las galeras. Pero fue en ‘Encuentros’ donde se decantaría por el puente musical que marcaría su carrera; la música andalusí. En este disco lo hizo con la Orquesta Andalusí de Tánger y ya fue un no parar de escuchar la palabra ‘contaminador’. Repitió experiencia cada vez que pudo.
Omega (1996, El Europeo Música). Se trata de un disco de tremenda actualidad por el documental que cuenta la historia de su grabaciñon entre Granada y Madrid, nominado a un Goya en 2017. Enrique Morente quizá haya sido el cantaor más rebelde y más creativo de cuántos pueden definirse como cantaores en la historia de este arte. Con Omega Enrique Morente se acercó al rock-punk de Largartija Nick, lo hizo de una manera valiente y en las letras sumó a Lorca y Leonard Cohen. Un discazo. Soportó detractores desde su concepción. y de su propia familia, y no interesó mucho a las grandes discográficas, terminando de grabarse de manera independiente. Toda una joya no apta para flamencólicos, término morentiano, que los sufrió desde muy joven. En su discografía caben otras supuestas perversiones como ‘Pablo de Málaga’, otra maravilla todavía no bien ponderada por sus seguidores.
Del amanecer…(1998). José Mercé es otro de los apuntados como heterodoxos. Con sus ‘Pilas Alcalinas’ fue disco de Platino pero la rumbita era tan comercial que quedó apuntado como un hereje. Luego llegaría ‘Aire’, ‘Confí de fuá’ y otros llamados sacrilegios donde se encontraba más cercano a la canción que al cante. No osen regalárselo a un flamenco de los llamados puros porque desde entonces Mercé anda como un proscrito de este arte siendo como era el heredero natural del cetro de Camarón. Lle hicieron una cruz que no se borra.
Desglaç (2005, Discmedi-Taller de Music). Disco directamente de canciones en catalán de Miguel Poveda, salvo alguna rumbita. El cantaor catalán ya ha sido puesto en entredicho en muchas ocasiones si bien esta fue su salida de tono, para estos flamencólicos, más llamativa. Los discos de copla van tras éste. Pero eso de cantar en catalán con giros flamencos en algún remate de canción es la más doliente de las recriminaciones que estos recalcitrantes aficionados tienen contra el ahora número uno del cante.
Al Cantar a Manuel (2009). Encuentro excelso de la poesía de Manuel Alcántara con la cantaora catalana Mayte Martín a instancias del entonces director de la Bienal Málaga en Flamenco, José Luis Ortiz Nuevo. No hay indicios de cánones flamencos pero el disco está considerado uno de los más bellos jamás confeccionados en homenaje a un poeta. Las hemerotecas están ahí y algún crítico prehistórico advirtiendo la belleza del hecho y sin poder hacer nada por remediarlo la tomó con la sexualidad de la cantaora/cantante en su crítica. Mayte Martín, libérrima en su carrera artística, siempre ha sido una rara avis para los flamencólicos más gustosos del grito pelao que a cualquier clase de dulzura.
Soulería (2010, Universal Music). Pitingo es quizá el enemigo público número uno en estos momentos de los puristas. Viene de una saga flamenca, los Valencia y los Carpio, y es conocedor es de todos los entresijos de este arte. Fue un cantaor original desde casi sus inicios discográficos con ‘Pitingo con Habichuelas’ en los que ya apuntaba su peculiar estilo de mezclar soul con flamenco. Tras esta entrada triunfal en el mundo del espectáculo grabó en ‘Soulería’ una serie de versiones de clásicos de todas las músicas de muy dispar resultado. Versionó a Bob Marley o Nirvana, por poner dos ejemplos de las más osadas. Si se lo regala a un flamenco de los que dice gustarle “el cante por derecho”, lo mismo se lo tira a la cabeza.
Raverdial (2015, Telegrama). El Niño de Elche, otro de los más buscados y despreciados del momento por puristas y críticos de mente cuadriculada. Peligrosamente también instalado en cierta zona cool del flamenco, con lo peligroso que es eso. Tan fácil como quedarse en una mera moda. Con este disco hizo algo lógico que nadie había hecho y era una fusión nada malsonante; meterle electrónica a los verdiales, como palo flamenco. Y ponerlos en clave rave, lo que era entroncar con el verdadero sentido de una fiesta de verdiales, siempre regadas de anís y vino del terreno hasta las claras del día. ‘El ravero’ es toda un acto de heroicidad. Deben tener cuidado puede dañar la salud de un flamencólico si llega a escucharlo.
Francis Marmol
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