Pensándolo bien, quizá la masa social que se beneficiaría del término de la jornada laboral a las 18:00 es más bien escasa. Entre parados, funcionarios, autónomos y ciertos parásitos del protelariado como los periodistas, que siempre acaban a las tantas haciendo vaya usted a saber qué, eso de cerrar el chiringuito a la hora de la merienda va en realidad con poca gente. Además, por si alguien se creía la utopía de que España podría converger con Europa en semejante cuestión, aunque fuese sólo a título nominal, el otro día vino Celia Villalobos y vertió todo un jarro de agua fría con su proverbial pragmatismo: aquí no hay narices de acabar a las 18:00 porque los trabajadores pasan el día hablando de fútbol y de coches (eso dijo: "fútbol y carreras de coches") y cuando reparan en el trabajo que les queda por hacer ya es tardísimo.
Que Villalobos, quien además pronunció estas declaraciones en televisión, insista tanto después en el registro campechano, se debe no sólo a que el personaje terminara de devorar en su momento a la persona; también a que esta especie de sinceridad espontánea travestida de imprudencia tiene todavía mucha clientela entre quienes consideran que lo que la política española necesita es menos cartón piedra. Pero insisto en lo del fútbol y los coches: Villalobos pudo haberse quejado de que los trabajadores se pasan el día discutiendo sobre el pesimismo vital de Schopenhauer o la idea de panenteísmo en Spinoza, pero no, la ex ministra sabe que a los currantes nos pirra lo más vulgar. Por otra parte, no es difícil advertir que, al compartir su personal idea de la clase obrera, así a bote pronto, lo que Villalobos tenía en la cabeza eran hombres: huevones e incapaces, pero hombres, que son los que en cualquier reunión civil terminan hablando de fútbol y de coches. Las señoras estarían donde les corresponde: en casa, preparando la cena. Y tan contentas.
De modo que lo que en el fondo viene a denunciar Villalobos es que, por más que se den por instaurados el teletrabajo, el networking, la cultura emprendedora y otras zarandajas, el carácter español ha cambiado muy poco. Los que trabajan son los machotes y encima lo hacen fatal. Si hay alguna mujer con un puesto fuera del ámbito doméstico, debe mostrarse agradecida, cerrar la boquita y no perder el tiempo (menos aún) reivindicando la igualdad de salarios. En lo que a ganar el pan se refiere, y si hacemos caso a Villalobos, el registro sociológico es extraordinariamente similar al de 1979: ni un taller mecánico sin su póster de Nadiuska. Lo curioso es que los mismos que animan a los trabajadores a producir por encima de sus posibilidades para disponer de buenos horarios son los mismos que van anunciando que eso de tener un trabajo fijo está anticuado. Que hay que rotar y probar cosas nuevas. Y a vivir que son dos días. Dos.
Pablo Bujalance.
No hay comentarios:
Publicar un comentario