viernes, 6 de enero de 2017

Baltsar sigue siendo negro ... por Txema Martin

La llegada al mundo de los adultos es paulatina y suele venir acompañada de grandes decepciones, pero no siempre los que se encuentran en él abandonan para siempre los impulsos más aniñados. Inmersos en un espectacular proceso de infantilización de la política, la cabalgata de los Reyes Magos no podía quedarse atrás y últimamente viene acompañada de su ración de polémica porque, ay, qué sería de nosotros sin ella.

Si nos ponemos sinceros, tengo que admitir que cuando era niño nunca me fijé en quién hay detrás de los disfraces de los Reyes. Me dejaba llevar con naturalidad, subido al carro de los demás niños. Los adultos sí nos damos cuenta, porque ya no estamos deslumbrados por el poder de los caramelos ni embelesados por los astrólogos de Oriente. Dicho esto, podemos entender y compartir la demanda de que Baltasar sea interpretado por, como dicen ellos mismos, «un negro de verdad». Ciertamente resulta ridículo que haga de rey mago un político con la cara pintada, más aún cuando en nuestra sociedad ya hay un montón de negros disponibles para este menester. Ya se hace en muchas ciudades, incluso en municipios de nuestra provincia, y tenemos que reconocer que el resultado es mucho más realista. Recuerden que se trata de Baltasar, que suele ser el preferido para la mayoría. Lo era también para mí, supongo que porque hace veinte años las pieles negras todavía desprendían cierto halo de exotismo. Sin embargo, no dejan de ser llamativos los argumentos históricos: los tres Reyes Magos ni eran reyes, ni eran magos, ni fueron tres. De hecho, entre ellos ni siquiera hubo un negro hasta que se decidió así en la Edad Media. Tengamos cuidado con la reivindicación de 'lo real'; por la misma vía también podríamos describir como un error que a las carrozas se suban mujeres para interpretar a Melchor.

Es un alivio que estos mismos colectivos de izquierda que piden un negro de verdad sean capaces de pasar por alto lo que supone para un país laico este desfile institucional de personajes inspirados la Biblia. Sería perfectamente viable que algún triste saltara a exigir la prohibición total de la cabalgata o una conversión al laicismo. Hace poco el alcalde de Cádiz, alias Kichi, tuvo la genial idea de suprimir el alumbrado de Navidad y la ciudad entera se le echó encima. El último y patético intento de politizar la cabalgata de Reyes ha sucedido en Cataluña, donde el PP y Ciudadanos han criticado la existencia de 'farolillos independentistas' en el desfile que retransmitió ayer la televisión pública catalana. Una cosa es buscar nuevas fórmulas de inculcar a los niños valores de respeto a la diversidad, y otra bien distinta es tratar de adoctrinarlos. Por favor, mantengamos a la política lejos de todo esto. Los niños van a terminar riéndose de nosotros. O algo peor: nos tirarán caramelos.

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