"El mundo ha cambiado tan poco como el amor y la ilusión que siento por el trabajo que hago", expresa la actriz.
-¿Ha empezado a escribir su diario de este año?
-Sí, sí, justo antes de hablar contigo estaba con él. Siempre llevo un diario. Me gusta pegar en sus páginas fotos, críticas, gastos, de todo. Escribí el primero con diez años y desde entonces he empezado uno nuevo cada enero, así que imagínate.
-¿Recuerda algo que escribiera en su primer diario?
-Lo primero que escribí en mi primer diario fue: "No fui a francés". A los diez años, mi madre me obligaba a ir a clases de interpretación, de baile español y otras cosas, entre ellas el francés, que era lo que se llevaba entonces. Tenía las clases los jueves, pero aquel día no fui y lo escribí en el diario. En realidad, no fui apenas. No sé francés. Cuando preparaba el personaje de la reina Juana y quería saber cómo habría dicho ella en francés tal o cual línea, le pedía a mi nieto que me lo tradujera. Él sabe hablar francés muy bien.
-¿Y qué piensa cuando ve sus diarios antiguos?
-Que el mundo ha cambiado en realidad muy poco. Hace poco estuve leyendo el diario de hace justo una década y entonces sucedía exactamente lo mismo que ahora. Aquél fue también el año más caluroso desde hacía no sé cuánto tiempo. Pero hay algo más que tampoco ha cambiado desde mi niñez: la ilusión y el amor que siento por mi trabajo.
-¿Nunca pensó en cambiar de oficio?
-No. Desde niña he tenido el mismo tesón. Un día en el que me hizo un reportaje precioso Nieves Herrero fuimos al Conservatorio a buscar mis notas y eran todo matrículas de honor. Sin embargo, si te soy sincera, nunca pensé en la interpretación como algo definitivo. Pero siempre he hecho mías las palabras de Santa Teresa de Jesús: "Ya que estamos aquí, hagámoslo bien".
-¿Quién ha sido su mejor maestro, su modelo?
-Mi madre. Siempre me insistía en que tenía que superarme y aprender más. Yo creía que por ser de Valladolid tenía ya una dicción estupenda, pero me mandó a estudiar declamación.
-¿Lo más difícil de dar vida a Juana la Loca es hacer de ella una persona en lugar de un personaje histórico?
-No me gusta decir que me cuesta hacer tal o cual papel, porque siempre disfruto trabajando. Pero la verdad es que la reina Juana ha requerido un esfuerzo especial. Yo soy creyente, pero ella rechazó la fe al verse utilizada por la Iglesia. Fue la gran maltratada de la Historia, un talento enorme, una mujer culta y capaz que terminó vendida como mercancía. Hasta cuando ya creía que había pasado lo peor, el rey Enrique VIII de Inglaterra se ofreció a quedársela para ver si de una vez tenía descendencia. Por eso rechazó la confesión una y otra vez, hasta que fue obligada. Su confesor, por cierto, fue san Francisco de Borja, el mismo sacerdote que animó a Santa Teresa a que se pusiera en marcha y emprendiera su reforma. Es una conexión maravillosa.
-¿Ha venido la reina Juana en el momento más oportuno de su carrera?
-Verás, yo tengo una suerte enorme, y es que cuando hay un proyecto o un director que me interesan puedo pedírmelos. Desde que hice La vida por delante tenía un compromiso por contrato con el productor Jesús Cimarro, pero Juanjo Seoane me propuso hacer Reina Juana con Gerardo Vera como director, así que fue a Seoane y le dije que tenía que dejarme hacerlo. Y me dejó, por supuesto.
-¿Qué espera usted hoy día de un director?
-Que me quiera. Y que no se desentienda. Que ame el teatro y a los actores. Recuerdo que en la presentación de Las que tienen que servir, que por cierto fue la primera obra en la que participé como productora, en el 62, Alfonso Paso se refirió a los actores como "mis muñecos". No se lo perdoné.
-¿Le siguen llegando ofertas para que dirija?
-Constantemente.
-¿Y no se da por aludida?
-No. Es que en la familia los talentos están muy bien repartidos: mi hermano es director de fotografía, mi sobrina Manuela es una actriz estupenda como ha demostrado en Velvet, y mi hijo es director de cine y teatro. Ya sólo faltaba que la madre se pusiera a dirigir también. No, prefiero que me dirija alguien que sepa de esto más que yo. Y, aunque nunca he dirigido, algo sé. Lo bueno es que, como te contaba, tengo suerte y puedo elegir. Cuando pedí trabajar a las órdenes de José María Pou en La vida por delante, lo hice porque sabía que iba a aprender muchísimo con él. Y, de hecho, aquella obra significó un antes y un después en mi trayectoria.
-¿Tampoco escribirá su libro de memorias?
-No. De ninguna manera. Es suficiente con mi diario.
-¿Y cómo querría cerrar su diario de este año?
-Cada vez que escribo empiezo de la misma forma: dando gracias a Dios por haberme permitido y vivir y pidiéndole que cuide de mi familia. Así que el próximo 31 de diciembre empezaré igual. A partir de aquí, lo que me gustaría escribir es que ya no tenemos miedo, que terminó el terrorismo, que finalizó el desastre y que los niños ya no sufren. Que la Tercera Guerra Mundial se acabó para siempre. Espero escribirlo algún día.
Una actriz en tiempo presente
Tras su reciente reconocimiento con el Premio Nacional de Teatro (por segunda vez: el primero lo recibió en 1972), Concha Velasco (Valladolid, 1939) inaugurará este sábado el Festival de Teatro de Málaga en el Teatro Cervantes con Reina Juana, aproximación a la figura histórica que dirige Gerardo Vera y que tuvo su estreno absoluto el año pasado, en el Teatro Lope de Vega de Sevilla. Emblema esencial del cine y el teatro español, la actriz ha cosechado grandes éxitos en los últimos años en el escenario, como Hécuba, Olivia y Eugenio y Yo lo que quiero es bailar.
Mas en :
http://www.elmundo.es/cultura/2016/04/06/5702672946163f2f4a8b45f6.html
-¿Ha empezado a escribir su diario de este año?
-Sí, sí, justo antes de hablar contigo estaba con él. Siempre llevo un diario. Me gusta pegar en sus páginas fotos, críticas, gastos, de todo. Escribí el primero con diez años y desde entonces he empezado uno nuevo cada enero, así que imagínate.
-¿Recuerda algo que escribiera en su primer diario?
-Lo primero que escribí en mi primer diario fue: "No fui a francés". A los diez años, mi madre me obligaba a ir a clases de interpretación, de baile español y otras cosas, entre ellas el francés, que era lo que se llevaba entonces. Tenía las clases los jueves, pero aquel día no fui y lo escribí en el diario. En realidad, no fui apenas. No sé francés. Cuando preparaba el personaje de la reina Juana y quería saber cómo habría dicho ella en francés tal o cual línea, le pedía a mi nieto que me lo tradujera. Él sabe hablar francés muy bien.
-¿Y qué piensa cuando ve sus diarios antiguos?
-Que el mundo ha cambiado en realidad muy poco. Hace poco estuve leyendo el diario de hace justo una década y entonces sucedía exactamente lo mismo que ahora. Aquél fue también el año más caluroso desde hacía no sé cuánto tiempo. Pero hay algo más que tampoco ha cambiado desde mi niñez: la ilusión y el amor que siento por mi trabajo.
-¿Nunca pensó en cambiar de oficio?
-No. Desde niña he tenido el mismo tesón. Un día en el que me hizo un reportaje precioso Nieves Herrero fuimos al Conservatorio a buscar mis notas y eran todo matrículas de honor. Sin embargo, si te soy sincera, nunca pensé en la interpretación como algo definitivo. Pero siempre he hecho mías las palabras de Santa Teresa de Jesús: "Ya que estamos aquí, hagámoslo bien".
-¿Quién ha sido su mejor maestro, su modelo?
-Mi madre. Siempre me insistía en que tenía que superarme y aprender más. Yo creía que por ser de Valladolid tenía ya una dicción estupenda, pero me mandó a estudiar declamación.
-¿Lo más difícil de dar vida a Juana la Loca es hacer de ella una persona en lugar de un personaje histórico?
-No me gusta decir que me cuesta hacer tal o cual papel, porque siempre disfruto trabajando. Pero la verdad es que la reina Juana ha requerido un esfuerzo especial. Yo soy creyente, pero ella rechazó la fe al verse utilizada por la Iglesia. Fue la gran maltratada de la Historia, un talento enorme, una mujer culta y capaz que terminó vendida como mercancía. Hasta cuando ya creía que había pasado lo peor, el rey Enrique VIII de Inglaterra se ofreció a quedársela para ver si de una vez tenía descendencia. Por eso rechazó la confesión una y otra vez, hasta que fue obligada. Su confesor, por cierto, fue san Francisco de Borja, el mismo sacerdote que animó a Santa Teresa a que se pusiera en marcha y emprendiera su reforma. Es una conexión maravillosa.
-¿Ha venido la reina Juana en el momento más oportuno de su carrera?
-Verás, yo tengo una suerte enorme, y es que cuando hay un proyecto o un director que me interesan puedo pedírmelos. Desde que hice La vida por delante tenía un compromiso por contrato con el productor Jesús Cimarro, pero Juanjo Seoane me propuso hacer Reina Juana con Gerardo Vera como director, así que fue a Seoane y le dije que tenía que dejarme hacerlo. Y me dejó, por supuesto.
-¿Qué espera usted hoy día de un director?
-Que me quiera. Y que no se desentienda. Que ame el teatro y a los actores. Recuerdo que en la presentación de Las que tienen que servir, que por cierto fue la primera obra en la que participé como productora, en el 62, Alfonso Paso se refirió a los actores como "mis muñecos". No se lo perdoné.
-¿Le siguen llegando ofertas para que dirija?
-Constantemente.
-¿Y no se da por aludida?
-No. Es que en la familia los talentos están muy bien repartidos: mi hermano es director de fotografía, mi sobrina Manuela es una actriz estupenda como ha demostrado en Velvet, y mi hijo es director de cine y teatro. Ya sólo faltaba que la madre se pusiera a dirigir también. No, prefiero que me dirija alguien que sepa de esto más que yo. Y, aunque nunca he dirigido, algo sé. Lo bueno es que, como te contaba, tengo suerte y puedo elegir. Cuando pedí trabajar a las órdenes de José María Pou en La vida por delante, lo hice porque sabía que iba a aprender muchísimo con él. Y, de hecho, aquella obra significó un antes y un después en mi trayectoria.
-¿Tampoco escribirá su libro de memorias?
-No. De ninguna manera. Es suficiente con mi diario.
-¿Y cómo querría cerrar su diario de este año?
-Cada vez que escribo empiezo de la misma forma: dando gracias a Dios por haberme permitido y vivir y pidiéndole que cuide de mi familia. Así que el próximo 31 de diciembre empezaré igual. A partir de aquí, lo que me gustaría escribir es que ya no tenemos miedo, que terminó el terrorismo, que finalizó el desastre y que los niños ya no sufren. Que la Tercera Guerra Mundial se acabó para siempre. Espero escribirlo algún día.
Una actriz en tiempo presente
Tras su reciente reconocimiento con el Premio Nacional de Teatro (por segunda vez: el primero lo recibió en 1972), Concha Velasco (Valladolid, 1939) inaugurará este sábado el Festival de Teatro de Málaga en el Teatro Cervantes con Reina Juana, aproximación a la figura histórica que dirige Gerardo Vera y que tuvo su estreno absoluto el año pasado, en el Teatro Lope de Vega de Sevilla. Emblema esencial del cine y el teatro español, la actriz ha cosechado grandes éxitos en los últimos años en el escenario, como Hécuba, Olivia y Eugenio y Yo lo que quiero es bailar.
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