Un clásico que revela
las miserias de una familia que se enfrenta a la división de una
herencia. Bajas pasiones interpretadas por Eloy Azorín, Maggie Civantos y
Ana Marzoa, entre otros
¿Qué aporta esta versión de Amelia Ochandiano al clásico de Tennessee Williams?Amelia tiene una gran visión del teatro y sabe lo que quiere contar. Lo que aporta es algo que ya hizo Elia Kazan en su versión, la incorporación de mi personaje, del abuelo, que no aparecía en el tercer acto. Terminaba en el segundo mientras discutían por la herencia y se pegaban bofetadas los hijos, las suegras€ todos esos seres que te han querido mucho pero que a la hora de repartir la herencia empiezan a golpes.
Asegura que para meterse en este personaje había tenido que sacárselo de las entrañas, ¿cómo funciona eso?
Utilizo esa metáfora porque yo no me identifico ni me dejo de identificar con el personaje. Yo soy eso, soy este hombre. Soy un homosexual, un ángel y un diablo, un ser maravilloso o un canalla violador. Creo que todos lo somos porque es la condición humana la que, en su desarrollo, te convierte en todas esas cosas. El mal que anida en nosotros, o la belleza, o el bien€ no vienen de Marte. «Nosotros somos nuestros propios demonios y nuestro propio ángel».
¿Qué puedo yo tener en común con ese hombre que tiene ese problema en la vida y a sus hijos con unos grandes conflictos? Eso lo busco dentro de mí.
¿Es más fácil preparar un personaje con el que empatiza?
Hay que trabajar menos cuando te sientes más identificado pero no bajar la guardia porque la cercanía desenfoca. Tienes que trabajar para defender las razones del personaje, estés o no de acuerdo. La moralina final la da el autor.
¿Cómo lleva las giras de teatro como esta?
Es que ya no son como antes que nos íbamos a Galicia, por ejemplo, y hacíamos ocho o diez plazas y estábamos dos semanas. Bajabas y empezabas a oler el mar... Ahora como vamos solo a las ciudades ya casi solo se intuye ese olor porque el barullo y la contaminación lo infecta todo. Aquello era idílico porque de ahí pasábamos por Asturias, Cantabria... y terminábamos en Donosti.
¿Es un síntoma de esa crisis permanente del teatro?
No, ahora la gente trabaja de otra manera, hay muy poco tiempo para la cultura y mucha oferta, y los que pueden acceder a ella se tienen que repartir.
¿Se queda con algo de todos los personajes que interpreta?
No puedes elegir. Lo bueno y lo malo de cada uno lo has sacado de ti y lo tienes dentro. El conjunto de todos estos personajes que he vivido, sufrido y disfrutado forman mi yo actual. Lo que he sacado es tener un yo más rico. Eso es lo que te aporta la cultura. El espectador que está en contacto con ella a través del teatro, del cine, de los libros, si pudiera ser también a través de la televisión –cosa bastante imposible– es un ciudadano con una categoría que le permite crear más cosas. Desde luego, diversidad y riqueza sí me ha dado esta profesión.
Ana G Liste
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