El veterano mimo y coreógrafo británico Lindsay Kemp inunda de encanto el Cervantes
En los últimos cuarenta años, Lindsay Kemp (Inglaterra, 1938) ha visitado Málaga en numerosas ocasiones, la última en 2008, pero era la primera vez que lo hace con el espectáculo 'Kemp dances: inventos y reencarnaciones' que en realidad es un recopilatorio de los mejores momentos de su trayectoria; una portentosa remezcla revisada en siete actos, secuencias oníricas que suponen el repaso definitivo al último gran mimo del siglo XX. El público recompensó el esfuerzo de cerca de 75 minutos de sobrecogimiento con una larguísima ovación en pie al final del espectáculo.
Hay veces en las que para emocionar no hacen falta grandes producciones ni demasiados montajes. Ni siquiera líneas de texto. Con una fuerza dramática inusual, el comienzo de 'Kemp Dances' partió con la emocionante aparición de este histórico maestro de la pantomima que, a pesar de estar a punto de cumplir los ochenta años, sigue demostrando intacto su talento matizado ahora por la veteranía que impulsa cada uno de sus gestos. En el escenario, verle travestido de Maria Callas, matándola como Bowie mató a Stardust, con el único apoyo de las luces, un diván y música pregrabada. Lo suficiente para rociar a la audiencia con una emoción capaz de golpearte en las profundidades. Kemp plantea sus obras como homenajes netos a la belleza y al mundo de los sueños y todos los números están basados en el amor en todas sus vertientes, transformándose en personajes que pueden provenir de la literatura o de la vida real como la citada Callas, pero también en otros héroes como Picasso, Lorca, Isadora Duncan o Vaslav Nijinski, el bailarín de Dios, cuyo fragmento de su legendario diario escrito al borde de la locura fue sin duda una de las cimas de la función de anoche, con un claro componente de estar haciendo historia en cada movimiento.
Fue precisamente en ese número en el que vimos a todo su cuerpo de baile sobre el escenario, contrapunto ideal para alcanzar la movilidad en un Kemp que ha adquirido una plasticidad propia y un significativo lenguaje gestual. En el elenco destaca especialmente la italiana Daniela Maccari, coreógrafa y inseparable acompañante en estos últimos años en los que Kemp ha trasladado su base a Italia, con las raíces ya definitivamente hundidas en la Commedia dell'Arte.
La aparente sencillez escénica se vería cada vez más modificada con espectaculares juegos de luces. La poderosísima lluvia de plumas dejó una imagen de una preciosidad de las que no se te borra fácilmente de la memoria. El apoyo musical, por su parte, es fundamental en los trabajos de Lindsay Kemp, y el repertorio siempre está seleccionado con un gusto y un tino extraordinario. En este sentido, sonaron grabaciones de Mozart, Camille Saint-Saëns o Verdi, cuyo 'Requiem' sonó como última partitura en el emocionante momento final, dedicado a 'El Ángel' blanco y puro. Antes, habíamos visitado París en los años previos a la ocupación gracias al fragmento dedicado a 'La femme en rouge'. También disfrutamos de la pieza dedicada a uno de sus números más célebres, 'Flowers', con el que ha recorrido teatros de medio mundo. Y lo va a seguir haciendo porque Lindsay Kemp ha donado toda su vida a la belleza, y seguirá ahí hasta el último aliento.
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