El director madrileño, inmerso ahora en el montaje de su película sobre el narcotraficante Pablo Escobar, recibirá el Premio Retrospectiva en el 20º Festival de Málaga. Cine en Español
No va en mallas, ni salva el mundo, pero Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968) tiene algo de justiciero. En su cine, al que no le gusta ponerle la etiqueta de social, le da voz a gente normal, con problemas. Lo hizo en su debut con una familia aparentemente común; en Los lunes al sol con un grupo de parados; en Barrio con tres chavales de la periferia madrileña; en Princesas con dos amigas prostitutas; y en Política, manuel de instrucciones con Podemos recién nacido. La trayectoria del guionista está ligada a triunfos -cinco Goyas lo avalan- y también a historias donde sus personajes muerden el polvo, se levantan y ríen ante las adversidades. Así es el cine de León de Aranoa porque "así es la vida", reconoce al otro lado del móvil durante un descanso del montaje de Escobar, su nuevo filme sobre el narcotraficante con Javier Bardem como protagonista. En marzo, el Festival de Málaga. Cine en Español le entregará en colaboración con Málaga Hoy el Premio Retrospectiva.
-A lo largo de su carrera se ha dedicado a retratar mundos pequeños. ¿Qué se puede decir con personajes marginales que no con espías o superhéroes?
QUIZÁ SEA PORQUE SOY MIOPE (RÍE), PERO ME PARECE QUE HAY HISTORIAS FABULOSAS EN LA GENTE NORMAL"ME GUSTA MUCHO ESA MEZCLA DE DRAMA Y HUMOR QUE SE DA EN LA VIDA REAL Y QUE NO SE VE TANTO EN EL CINE"
-Siempre he pensado que hay historias extraordinarias en lo pequeño, en las personas con las que nos cruzamos todos los días, en nosotros. Sólo hay que prestarle un poco de atención porque están cerca. Quizá sea porque soy miope (ríe), pero me parece que hay historias fabulosas en la gente normal.
-La gente en sus filmes habla como lo haría en la realidad...
-La manera en la que hablamos nos define mucho y también a los personajes, pero es verdad también que hay mucha elaboración en los diálogos. Los guionistas no escribimos exactamente cómo la gente habla. El objetivo final es que el espectador lo reciba como si fuera un fragmento de la realidad.
-Aunque a veces se vislumbran fogonazos poéticos. Me viene a la cabeza la protagonista de Princesas hablando sobre su vida.
-Sí, claro, en el caso de los diálogos tiene que haber cierto vuelo, no pueden estar tan pegados a la realidad. A mí me gusta mucho la ficción y al final es una reelaboración de la realidad e intervienes en ella. Pero bueno ese es nuestro oficio, sino seríamos simples retratistas.
-¿Piensa que ha creado escuela?
-Siempre ha existido ese tipo de cine dentro y fuera de España. El realismo ya se hacía en Italia en los años 50. Hay películas maravillosas como El ladrón de bicicletas. Creo también que es cíclico. Que hay temporadas en el que esos filmes interesan más y otras en lasque la gente se vuelca con largos más fantásticos. A mí me ha atraído mucho ese tipo de cine como espectador y como director por lo que te decía antes: por lo interesante que me parece la realidad como materia prima. Me gusta mucho esa mezcla de drama y de humor que hay en la vida real y que no se ve tanto en los géneros. Todo es comedia, todo es drama.
-Sí, parece que uno tiene que llorar si va a ver un drama al cine.
-Exacto. Creo que en realidad lo que mejor funciona es cuando drama y comedia se solapan. Mucha gente tenía miedo al ir a ver Los lunes al sol o Barrio, porque podían resultar muy dramáticas. Yo les animaba a verla porque son películas con mucho humor, y no porque quiera imponer ese humor, sino porque es parte de la vida. Está ahí. Creo que no hacerlo estaría mal.
-Sería muy fácil hacer un drama sobre parados donde sólo se vieran caras largas y lagrimeos.
-Claro, ahí estaría explotando un cliché y no me apetece hacer eso. La gente con pocos recursos, que vive en zonas de conflicto, y lo sé porque lo he visto haciendo documentales, es la que más disfruta de las bromas en pleno drama. Eso les alivia.
-Justo ahora se encuentra trabajando en su última película, sobre Pablo Escobar. ¿Cree que le perjudicará o le beneficiará el impacto que ha tenido la serie Narcos?
-No lo sé. Lo que si es cierto es que es un proyecto que venía de muy atrás. Las primeras versiones del guión las escribí antes de rodar mi anterior largo. Es un guión en el que llevaba trabajando cuatro años y mientras lo reescribía salió la serie colombiana de Caracol y luego la de Netflix. Cada vez que ocurría eso Bardem y yo nos llamábamos (ríe). Aunque no me he visto ninguna de las dos porque ya contaba con mucha documentación de todo tipo: libros, archivos judiciales. Ya era hora de escribir mi propia historia de Pablo Escobar.
-¿El espectador que vaya a ver Escobar también se encariñará con el narcotraficante?
-(Ríe a carcajada limpia). Encariñarse no sé. Es un personaje con muchos matices. (Silencio). Lo que intentas en cualquier historia es entrar dentro de la cabeza del personaje. Y cuando entras en su cabeza empiezas a comprenderlo, pero no a justificarle, ojo.
-Se fija en gente que se sitúa en el extrarradio de la sociedad.
-Sí. Luego hay algo de ese personaje que me llama la atención. Su historia afectó a muchos niveles de la vida política en Colombia y a la exterior americana. Es una historia, más allá de la brutalidad y el crimen, con muchos otros ángulos.
-Su último documental se centró en registrar el nacimiento de Podemos. ¿Si le permitieran seguir a Donald Trump durante su primer año de legislatura lo haría?
-Si fuera la misma propuesta que le hice a la gente de Podemos, la misma que ellos aceptaron, que es poder estar en todas las situaciones, en las amables y en las complicadas, sería interesantísimo. Tendría que ser muy bruto como para decir no a eso. Lo que pasa es que para llevar a cabo ese proyecto tendría que darse una condición, que es que te dieran acceso a todo, y eso nunca va a suceder con él. Es poco habitual en política el acceso que nos dio Podemos durante el rodaje. Nos dieron libertad. El acceso de verdad en política nos sobresalta.
-¿Le dejaría Podemos volver a rodar su documental en este momento de crisis en el partido?
-No lo sé. Yo quiero pensar que sí.
-Al hilo de lo que dijo Dani Rovira sobre los Goya el otro día, ¿usted se atrevería a presentar una gala políticamente incorrecta?
-Todo lo políticamente incorrecto es bueno. Lo terrible es que las cosas sean tan políticamente correctas. La corrección política es uno de los mayores males de nuestro siglo porque coarta muchas cosas como la creatividad. Es una institución como la Academia de Cine quién la organiza. Al mismo tiempo es una academia compuesta por gente dedicada a la creatividad, o sea que no tiene porque haber esa corrección permanente. Pero sí que pienso que cada uno es libre de manifestarse como quiera a título individual.
Isabel Vargas
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