El estrés es la enfermedad laboral del momento y las normas el descanso y la desconexión ha entrado de lleno en el ámbito de la reivindicación sindicalista. Este derecho a desconectar empieza a ser una realidad en Francia, gracias a un proceso también alentado por corporaciones y empresarios que suponen que en el fondo un trabajador sin ojeras puede rendir mejor.
En España están empezándose a plantear este debate mientras Europa toma nota del pionero modelo francés, donde las empresas con más de 50 trabajadores están obligadas desde enero a fijar normas que limiten los horarios de conexión para respetar su descanso. Suena bien. Según la ley, el trabajador tiene derecho a 11 horas de desconexión entre cada jornada de trabajo. Pero hay derechos que demuestran su capacidad coercitiva y, como en el noble gremio de los transportistas, se reclama además que la desconexión sea obligatoria. Ya no es culpa de los jefes, ni de este sistema maldito que nos hace producir las 24 horas del día. Se han hecho pruebas empresas para animar a no trabajar a deshoras y han sido todas un fracaso. Incluso cuando saben que al jefe no les gusta, son los propios trabajadores quienes no respetan este descanso. Ahora se habla de cortar los servidores del correo electrónico, o el tráfico de llamadas, datos y mensajes a los teléfonos corporativos. Eso ya no suena tan bien, eso ya suena a mala idea. Tampoco estamos seguros de que dejar a alguien incomunicado no le produzca a ese sujeto más ansiedad. Cuesta descansar bien cuando tienes algo chulo que decir, o acostarte con la intriga de saber qué te estarán contando. Los mayores enemigos de la desconexión somos nosotros mismos. Las campañas de autosabotaje son cada vez más contundentes.
Conozco a pocas personas que apaguen el móvil antes de acostarse pero a todos ellos les considero héroes. Una señal total de respeto a sí mismos. Me niego a seguir perteneciendo a esa gente a la que sólo se le apaga el móvil cuando se quedan sin batería. Un miércoles a las cinco de la madrugada tampoco puede llegarte nada bueno. Podrían ser malas noticias. Las cada vez más ínfimas posibilidades de que sean propuestas con ausencia de decencia o de moral son especialmente dolorosas. En definitiva hay pocos motivos para dejar el móvil encendido toda la noche pero los hay que no pueden apagarlo. Otros le dan el temerario uso de despertador, hay quien no conoce el 'modo avión' o los que sospechan que si ponen el teléfono en silencio no le sonará la alarma (¿lo hace?). Los que te acusan de romperles el sueño por un mensajito son especialmente desagradables. Para conocer el grado de adicción de un fumador no sólo hay que fijarse en el número de cigarrillos que fuma, sino en el tiempo que tarda desde que se despierta hasta que se enciende el primero. Pues con otras cosas pasa lo mismo.
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