jueves, 9 de marzo de 2017

El acento , el mensaje ... por Antonio Soler

Nuestra presidenta Susana salió en defensa de sus polluelos. Ocho millones de andaluces que al hablar ceceamos, prescindimos de las eses finales y le damos algún que otro tajo a las terminaciones acabadas en ado o en ido. La chanza, en esta ocasión había partido de un compañero socialista. Lo de compañero, tal como está el partido, suena a eufemismo, pero nos entendemos. El compañero es afín a Pedro Sánchez y, parodiando burdamente a Susana Díaz, había enviado un mensaje a las redes en el que anunciaba que «Quermo un PZOE ganadó».
La cosa es antigua. El habla andaluza se asocia a incultura y pobreza económica y mental. Más arriba de Despeñaperros pueden decir impunemente «la dije que se quedara en casa», que es lo que el compañero le gustaría que hiciera Susana Díaz, o en el País Vasco usan el condicional como un pimpampum a la gramática «comería lo que comería le santaba mal».
Y así, sin la necesidad lingüístico-detectivesca de un Manuel Alvar, podría ir cualquiera observando socavones por la carretera del habla a lo largo de todo el país. Pero es el acento andaluz el que se presta al chiste y al retrato de un población de analfabetos, vagos y medio maleantes. Así que la presidenta Susana se vio en la necesidad de entrar al trapo. Ella y sus acólitos. Y, como correspondía, lo hicieron con exageración. La presidenta, al conceder no sé qué premio, exaltó a una cantante como una mujer «orgullosa de su acento andaluz, que es un acento de igualdad y tolerancia». Bueno. Tan igualitario y tolerante como el acento gallego o el aragonés. Solo que el acento del que la presidenta hablaba ya no era el del alma sino el del arma. El del arma política. Porque las palabras del compañero la habían zaherido doblemente. Por ser andaluza y sobre todo por ser la encarnación del susanismo.
De ahí que del entorno de Mario Jiménez brotaran twiters en los que los autores se confesaban muy orgullosos de ser del sur y remataban dicendo «Soy andalú». Les faltó el «casi ná» y toda esa retahíla de palabras amputadas y caricaturizadas con la que algunos ultradefensores del andalucismo más cavernario pretenden comunicarse y normalizar nuestra forma de hablar como hace o hacía un tal Juan Porras haciéndose llamar Huan Porrah. Susana y el suanismo sangraba por el doble costado, pero la presidenta hizo ver que sólo le dolía el pulmón andaluz y volcó su respuesta por ese lado. Como diría un prehistórico literario se quedó en la forma y eludió el fondo que es lo que viene haciendo desde hace meses. Habla de trenes, de locomotoras, de vagones traseros y de los lugares que ella ocupará según le dicten los compañeros (los compañeros sin comillas), pero no habla de lo que debería hablar, y mientras juega a ser sibilina, metafórica y tacticista cuando sencillamente lo que debería decir de una vez es sí o no, con el acento que más le guste y convenga.

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