domingo, 21 de mayo de 2017
Mañana ... por Antonio Soler
Hoy la Historia dobla una esquina y mañana empieza un nuevo capítulo. Cambia el engranaje del PSOE y con ello cambia una parte de la sociedad. El silbido del afilador no ha dejado de sonar a lo largo de esta campaña. Sanchistas y susanistas han acudido puntualmente a poner su navaja en la piedra de pulir el acero. En Podemos celebran las chispas del afilador como el regalo de unos fuegos artificiales. Tienen su moción de censura de juguete y un candidato que de antemano sabe que no logrará otra cosa que socavar la autoridad del abuelo PSOE. Iglesias, que en su día quiso presentarse como el Felipe González 2.0, quiere ser el azote de eso que llaman la vieja política. Para ello usa una política antediluviana. Pero eso es otra historia. La de hoy es la de un partido que fue decisivo en la transformación del país y que ahora va con muletas y tratando de imitar hasta la última pincelada el famoso cuadro de Goya y los garrotes.
Enterrados hasta las corvas, Susana y Sánchez no han parado de atizarse. «No mientas, cariño». El ‘cariño’ y el tuteo es lo que ha distinguido la bronca de la agresividad con la que se baten los representantes de partidos rivales en las campañas ordinarias. Por el contrario, la cercanía -los viejos cariños o mejor, los viejos intereses- han fomentado un cainismo íntimo, de una densidad que sólo puede darse entre parientes, entre vecinos o compañeros de viaje y de intereses, repentinamente transformados. Sánchez iba a ser el tonto útil. El tipo que no vale pero que nos vale. El recadero que se creyó el amo del negocio, y que hoy, después de dar no se sabe cuántos tumbos ideológicos, puede tumbar a los dueños de la tienda. O ser propulsado hasta los confines de la galaxia socialista.
A partir de mañana todo eso debería quedar atrás. La sombra de Caín y del desastre de sus partidos hermanos en otros países, el nuevo mundo que ya parece despreciar a la socialdemocracia, son una amenaza lo suficientemente sólida como para que los que pierdan y los que ganen -a estas alturas ya hay un ganador moral por su altura de miras, Patxi López- se avengan a unas medianas pautas de convivencia e incluso de cooperación. No es algo que afecte solo a la depredadora Susana y a esa especie de holandés de ideología errante en el que se ha convertido Sánchez, el resultado rodará en cascada, pasará por los cónclaves provinciales y desembocará en la sociedad, para volver a nutrirla o para perderse por los sumideros de la irrelevancia. No lo tienen fácil. Solo hay que ver el mapa del socialismo malagueño en estas primarias para entender lo complejo de la situación. Viejos e irreconciliables enemigos andan juntos en un mismo bando. Y no es que hayan limado sus antiguos rencores, es que una nueva aversión actúa como savia. Una progresión aritmética a la que mañana deberán aplicarle una alambicada y minuciosa labor de achique.
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