martes, 18 de julio de 2017

Si me dijeran pide un deseo, preferiría Rabo de Nube que se llevara lo feo…

Los tornados, son fenómenos atmosféricos frecuentes en Cuba y generalmente afectan a pequeñas zonas. Parten casi siempre de una nube de tormenta de gran desarrollo vertical. Si el embudo no toca tierra y se queda pendiente de la nube, se le nombra rabo de nube, que es como así le llaman los campesinos. “Rabo de nube” es el título de la canción compuesta por Silvio Rodríguez y por la que obtuvo en 1980 el Premio a la Creatividad otorgado por EGREM (una de las empresas discográficas más antiguas de Cuba)






“Rabo de Nube” da también nombre a unos de los mejores discos de Charles Lloyd posiblemente una de las leyendas vivas de jazz más enigmáticas del siglo XXI.

Charles Lloyd (Memphis, Tennessee 1938) empezó muy pequeño a tocar el saxo y lo hacía tan bien que su familia decidió que ese don se merecía los mejores maestros. Esa exquisita educación y un talento natural le permitió tocar con George Coleman, hacerse amigo de Booker Litle e incorporarse en las bandas de los Howlin’ Wolf y B.B King. Pero consciente de que tenia que seguir formándose se marchó a Los Angeles para aprender de quien mejor sabía de la música de Bartok: Halsey Stevens. Así por la mañana los pasaba aprendiendo notas de la música magiar y por las noches se educaba en los clubs de la ciudad teniendo como maestros a: Ornette Coleman, Billy Higgins, Scott La Faro, Don Cherry, Charlie Haden, Eric Dolphy, Bobby Hutcherson y algunos otros de la aristocracia de la Costa Oeste. Pero su preferido era el batería Billy Higgins, amigo y probablemente el músico más influyente en su vida, con el compartió no solo emotivos conciertos sino increíbles vivencias.

En 1960, Lloyd es requerido para tocar en el grupo de Chico Hamilton, convirtiéndose poco después en su director musical y dejando para siempre registrado memorables álbumes para Impulse Records como Passin’ Thru (1). La banda fue conocida por tocar “chamber jazz”, pero pronto se orientó a una dirección postbop. En 1964 abandona el grupo (Hamilton recuerda, con cierta acritud, que se enteró de su marcha por la radio) para tocar con Cannonball Adderley.

Durante este periodo grabó cuatro álbumes como líder para Columbia Records. En sus créditos, algunos jóvenes músicos: Roy Haynes, Ron Carter, Gabor Szabo y Tony Williams.

Con Cannonball permanece solo un año para dejarlo y formar su propio quarteto en el que introdujo el jazz world a talentos como Keith Jarrett, Jack DeJohenette y Cecil Mc Bee. Su primer disco fue Dream Weaver al que siguió el disco que marcaría un antes y un después en la historia de la música: Forest Flower: Live in Monterrey (1966).

En 1966 se inicia una época de experimentación musical. El jazz quedaba eclipsado por la fuerza y el empuje del pop y del rock del momento que llenaba grandes auditorios y hasta gigantes estadios. Algunos maestros de jazz no tuvieron reparos en buscar otros horizontes en busca de inspiración en el rock, como Miles Davis, “the Prince of Darkness” (así le llamaban por su abrasiva personalidad y su lenguaje soez); pero a su vez, las figuras de rock también necesitaban explorar otras fuentes, como el jazz: la improvisación era parte importante de los conciertos de los Grateful Dead y músicos como Roger McGuinn, lider de los Byrds, estaban profundamente influenciados por Coltrane.



Lloyd fue uno de los pocos que fue capaz de rivalizar en los años 60 y 70 en venta de discos con estrellas de rock. Trane tuvo A Love Supreme, Miles Davis, Kind of Blue y Charles Lloyd tuvo Forest Flowers (1966), el primer álbum de jazz, grabado en directo en el Festival de Monterrey, un año antes del Summer Love . Consiguió un millón de ventas y tenía como invitados a Cecil McBee, reemplazado después por Ron McClure, y a los entonces jóvenes y casi desconocidos, el pianisa Keith Jarret, y el bateria Jack DeJonette. El resultado: una interesante fusión de post bop, freejazz y soul jazz y un impresionante éxito. El grupo no solo atrajo adeptos del jazz sino del acid rock y la psicodelia. Era reverenciado por iconos como Jerry García, Jefferson Airplane, Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Grateful Dead, (estos últimos llevaban bajo el brazo en sus giras el Dream Weaver y el imprescindible Forest Flowers) y, en San Francisco, en el ambiente de Haight–Ashbury, del Flower Power, llegó a ser el primer grupo de jazz que tocó en uno de los templos más sagrados del movimiento hippie, el Fillmore Auditórium. Love-in fue el registro de este concierto.

Pero Lloyd después de una gira por la Unión Soviética, y algunos conciertos más, cansado de excesos y con cierta inquietud espiritual, inicia un necesario retiro- interrumpido con alguna colaboración en 1970 con los Beach Boys- en Big Sur, el mismo lugar elegido por Henry Miller o Jack Kerouac y donde conoció a un pianista francés de 18 años llamado Michel Petrucciani (2). Cuando Lloyd lo escuchó decidió que tal vez había llegado el momento de poner fin a tanta meditación e iniciar un viaje musical con él. Recorren los mejores escenarios y “Tone Poem” recibe interminables aplausos en medio mundo. Lo que viene después, son algunas grabaciones y algún que otro éxito pero, difícil de superar al alcanzado con el Forest Flowers. Tras una nueva reclusión, esta vez por enfermedad, que lo mantiene alejado, a finales de los noventa celebra su reencuentro con Billy Higgins con un buen puñado de álbumes, entre ellos el más íntimo y personal Which Way is East (1999). El reencuentro fue dolorosamente breve porque el batería falleció en 2001. Lo que viene después son algunos buenos discos y otros no tanto, hasta que en el 2007 nace “Rabo de Nube”.

Disco exquisito, delicado, en el que Lloyd se acompaña de una sabia elección de músicos que rozan la excelencia artística y cuya compenetración es brillante. El piano de Jason Moran , extraordinariamente percusivo, se interactúa magníficamente con la intensidad rítmica del batería Eric Harland y el acertado swing de Reuben Rogers; todo ello liderado por extraordinarias y elegantes líneas de los saxos alto y soprano, flauta y de tarogato interpretadas sabiamente por el maestro. En algunas de sus canciones Lloyd nos transmite su inquietud multicultural -por sus venas corre sangre africana, cherokee, mongola y hasta irlandesa- y en otras, nos enseña que conoció bien a Bartok.

El disco termina con la virtuosa interpretación jazzística de la bella balada de Silvio Rodriguez, en la que Lloyd extrae la pura esencia de la canción del artista cubano.

Rabo de nube no solo es el título de un disco, ni una versión jazzística de la aclamada composición de Silvio Rodríguez, es un mensaje lleno de paz, de belleza y de profunda espiritualidad…



Si me dijeran pide un deseo,
preferiría un rabo de nube,
un torbellino en el suelo
y una gran ira que sube.
Un barredor de tristezas,
un aguacero en venganza
que cuando escampe parezca
nuestra esperanza.

Si me dijeran pide un deseo,
preferiría un rabo de nube,
que se llevara lo feo
y nos dejara el querube.
Un barredor de tristezas,
un aguacero en venganza
que cuando escampe parezca
nuestra esperanza.

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