El genial guitarrista sevillano muestra su alma sonora y conmueve al público de Flamenco on Fire
Riqueni, el gran Rafael Riqueni, renace, tras una de sus numerosas cenizas vitales de las últimas dos décadas. Quien fuera saludado siendo muy joven como el nuevo gran genio de la guitarra española (y lo era, y lo es) ha sido tan presa fácil de sí mismo, de su fragilidad, de su desvalimiento que acabó tocando fondo, incluso entrando en prisión, dejado de la mano de los dioses y de los hombres.
Pero aquí está de nuevo, con una obra maestra incontestable, su último disco, Parque de María Luisa, publicado tras muchos años de sequedad, que anoche fue presentado en la IV edición de Flamenco on Fire, el festival flamenco de Pamplona. Si hablamos de esos años tortuosos, de bipolaridad mental, es porque al propio maestro, que hoy cruza la mitad de los 50 años, no le importa hacerlo, incluso parece que necesitara hablar de esas cosas. Baste ver la entrevista con Iker Seisdedos publicada en junio en el País.
El parque sevillano de María Luisa es un parque romántico, con olor a Bécquer y a flores marchitas. Y el nuevo disco de Riqueni, al que el parque da nombre, también lo es. Una obra que recorre simbólicamente los rincones de este jardín pero también los rincones del alma, los de la infancia, que son la verdadera patria del poeta, del creador, como supo Machado en su lecho de muerte al recordar, como resumen de su vida, esa luz de su niñez en su Sevilla natal, como el propio Riqueni.
Así que una obra romántica, libre de ataduras, flamenca y clásica, delicada, esencial, breve en la presentación y desarrollo de cada tema. Pero lo es también barroca en su planteamiento. De hecho, Riqueni, se presenta en el escenario con una formación casi camerística, con cuarteto de cuerda más contrabajo, además de piano, percusión, palmas y el virtuoso saxo de del Campo. Toda una orquestación, aunque, en los numerosos momentos en que el guitarrista y compositor se muestra en solitario, en un sólo de su única guitarra, las seis cuerdas suenan también como toda una orquesta, todo un mundo luminosamente sonoro que se hace oír sin excusas.
El lenguaje de los pájaros, además de en los versos conocidos del poeta y místico musulmán Attar, es un mito persistente medieval, relacionado con un lenguaje esencial y primordial en la naturaleza. Pero es también un mito genuinamente romántico, esa idea del gran romanticismo alemán de que la naturaleza tiene alma y habla, nos habla. No podía faltar en esta obra de Riqueni un tema dedicado a "imitar el trino de los pájaros". Pero en este y cada uno de sus temas lo que suena clamorosa es su fina alma sonora, su intimidad ensimismada que nos conmueve.
La segunda parte del concierto, más flamenca, fue un recorrido por toda su obra, recuerdos, homenajes, y una muestra de su virtuosismo y creatividad sin límites. El público salió del auditorio Baluarte de Pamplona convencido de que había asistido a una obra de arte de belleza sin parangón. Rafael Riqueni está muy vivo
No hay comentarios:
Publicar un comentario