Histórico: un jefe policial que se niega a combatir el desorden, como le manda el juez, ¡para evitar desórdenes!
Todo el mundo pregunta, temeroso, qué pasará mañana en Cataluña. Nadie lo sabe. Lo único seguro es que Puigdemont proclamará por la noche que en el no-referéndum que se dará por celebrado ha habido más votos a favor de la independencia que en contra, sean cuantos sean. Aun así, tampoco está claro lo que viene después, si se decreta la secesión catalana de manera automática o a plazos.
Desmontada en todo o en parte la logística mínima del referéndum (censo, papeletas, urnas, mesas electorales, sindicatura, escrutinio), los golpistas del nacionalismo rico ya sólo aspiran a que haya follón. Que la prensa internacional transmita imágenes contundentes legitimadoras de un proceso ilegítimo de raíz: un pueblo en masa, que sólo pretende elegir su destino, en plan guay, con risas, besos y flores, frente a las porras del Estado opresor.
Por eso Puigdemont, que hizo un ridículo universal en su entrevista con Évole, ha confiado a la calle la conquista del derecho a decidir y la superación de la legalidad gracias a la cual es president de (la mitad de) los catalanes. Por eso ha diseñado con sus cómplices de la autoerigida sociedad civil un plan para llevar mañana a los niños a los colegios como escudos para que se pueda votar (¿quién se va a atrever a cargar contra los niños?) y para ocupar colegios, centros de salud y alrededores formando colas masivas que impidan la acción policial. Por eso el jefe de los Mossos d´Esquadra, cerrando este círculo nada virtuoso de desobediencia y ruptura, dice acatar formalmente las órdenes del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, pero advierte que las cumplirá con criterios de proporcionalidad, oportunidad y congruencia. Para que no haya desórdenes. Esto es histórico: un jefe policial que se niega a combatir el desorden... para evitar que haya desórdenes. Sin los Mossos será imposible abortar la votación en los dos mil colegios electorales habituales.
Se trata, pues, en estricta aplicación de la genética del nacionalismo, de amontonar un nuevo agravio y alcanzar otro hito en el estado de derrota permanente, que ya veremos si da para declararse independientes ahora o dentro de un año. Víctimas, una vez más. Les vendría bien algún muerto en los tumultos. Ya lo buscan las CUP, que forman comités de defensa, convocan huelga general y buscan la ayuda de los compañeros antisistema más violentos de Europa. La estrategia de la tensión.
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