Los pacientes tienen derecho a los mejores profesionales
La sanidad pública, cuyos defectos la alejan de la perfección, posee la gran virtud de que atiende a todo el mundo. Las enfermedades no hacen distingos a la hora de elegir a sus víctimas: lo mismo atacan al rico que todo lo tiene que al pobre de pedir. La diferencia es que al primero se le abren de par en par las puertas de las mejores clínicas privadas del mundo y al segundo lo tratan en el hospital público que le corresponda tras superar la inevitable lista de espera, lo ve el médico que le toca en suerte y comparte habitación con otro paciente que también se cubre con esos pijamas que a la más mínima dejan con el culo al aire al que lo lleva. La grandeza de Sistema Nacional de Salud es que salva muchas vidas todos los días pese a la pequeñez de miras de algunos de sus gestores. Como dicen que se dijo del Cid: ¡Dios, qué buen vasallo si hubiese buen señor! Pues eso, que en la sanidad pública hay mejores vasallos (o sea, profesionales) que señores (léase dirigentes y sálvese el que pueda). Centrándonos en Andalucía, la Consejería de Salud y el SAS de nuestras entretelas deben dar un giro a su política y acercarse más a las bases. Por sistema, el jefe no está en posesión de la verdad; el que manda no tiene por qué tener siempre la razón y estar equivocado el que obedece. A veces, el segundo cuenta con más valía que el primero.
Los pacientes de la sanidad pública tienen todo el derecho del mundo de ser vistos por los mejores médicos. Y eso no ocurrirá si facultativos del SAS con reconocido prestigio y capacidad demostrada dan con la puerta en las narices al sistema público porque están hasta las narices de aguantar, un día sí y el otro también, situaciones que no comparten. Hartos de comulgar con ruedas de molino, se marchan a la sanidad privada en busca de la libertad que la burocracia y el ordeno y mando les coarta en hospitales públicos donde salirse del carril fijado es jugarse la carrera. Los egos, cuando se habla de la salud de las personas, hay que dejarlos colgados en el perchero de las consultas. El trabajo en equipo es mucho más rentable y beneficioso que echar mano de los galones para que prevalezca el criterio que les interesa a los gestores. De una vez por todas, los que marcan las directrices en la Consejería de Salud y en el SAS deben abrir los pabellones auditivos y escuchar las voces de los profesionales, que son los que realmente saben lo que sucede en los centros sanitarios. Es recurrente que cuando se produce un relevo al frente de la Consejería de Salud, el dirigente que asume el cargo afirme que el capital más importante y lo mejor de la sanidad pública son sus trabajadores. Llegado es el momento de que la frasecita de marras, dicha cara a la galería y para quedar bien, sea una verdad incontestable que ponga fin a los males que aletargan y ensucian a una sanidad pública que necesita aire fresco. Hay que dejar respirar a los profesionales, que se sienten amordazados y a los que se les niega el pan y la sal y que son más valorados por su sumisión al poder establecido que por su competencia y sabiduría.
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