El centro acoge hasta el 22 de abril una exposición con una treintena de esculturas en madera del artista alemán
El malagueño de a pie conoce Stephan Balkenhol (Fritzlar, Alemania, 1957) más de lo que a menudo cree: suya es la escultura Moving Man 2 (2002), que desde la inauguración del CAC Málaga hace quince años recibe a los visitantes en las inmediaciones del centro y que se ha convertido en uno de los símbolos más espontáneos y recurrentes de la ciudad. Ahora, Balkenhol regresa al CAC de manera más amplia con una exposición que recoge una treintena de sus esculturas (de las que mitad fueron realizadas el año pasado, mientras que el resto corresponden a la última década) y que podrá verse hasta el 22 de abril con la madera policromada como lenguaje esencial. Se trata, por cierto, de la primera exposición que protagoniza el artista alemán en un museo español en diez años.
Ha apuntado Fernando Francés en la presentación a los medios esta mañana (la inauguración tendrá lugar esta tarde) que Balkenhol adopta en su obra “una perspectiva filosófica muy sólida sobre el hombre y el mundo”, con una representación “del hombre vulgar, cotidiano, el que pasa sin más por la calle” como centro clave de esta perspectiva. Por sus materiales empleados y por su intuición estética es Balkenhol un artista a prueba de etiquetas, vinculado tanto a cierta tradición artesanal como a la contemporaneidad, tanto a la antigüedad como al expresionismo. Así, a pesar de la unilateralidad formal de la madera, el visitante encontrará un amplio abanico de volúmenes, disposiciones y técnicas, así como de discursos, entre lo más carnal y lo más trascendental, desde la herencia de la iconografía católica hasta la pornografía grecolatina pasando por la obsesión por el color inspirada por Malévich, si bien todos estos argumentos van dirigidos, según el propio Balkenhol, a una invitación “a interpretar la manera en que estos códigos perviven en nuestra época”. La inclusión de una Venus de herencia paleolítica aporta especiales connotaciones a esta intención, aunque, apunta el artista, “la belleza de la madera no es tan importante como la vida que puedan poseer estas figuras. Todas estas esculturas quieren estar vivas, y eso es lo más importante”. Subraya además Balkenhol la oportunidad que ofrece esta exposición “para advertir una mayor complejidad en la evolución reciente de mi obra, pero, más aún, para comprender que esa evolución continúa y sigue desarrollándose”. La ocasión para el diálogo está, pues, servida.
Pablo Bujalance
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