Los Goya que Isabel Coixet ganó como mejor directora y por su película La Librería me trasladaron a unas recientes pesquisas de hemeroteca. A un viaje de veinte años atrás en el tiempo y a otro más reciente de un comienzo disparatado del mes de octubre del año pasado. He asociado a la cineasta barcelonesa con esos dos momentos mucho más que con el más de lo mismo de una ceremonia condenada a la autodestrucción. La libertad encorsetada, por muy legítimas que sean sus motivaciones, es la más triste de las paradojas. Y desde luego la culpa no es de John Ford, de Fellini ni de Billy Wilder. Tampoco de Carlos Saura, que debió contemplar atónito ese sucedáneo del Circo del Sol de dos presentadores que procuraban por todos los medios no pisar ninguno de los charcos de lo políticamente correcto.
El éxito de La Librería me llevó primero a la ceremonia de los Goya de hace justamente veinte años. La gala del 31 de enero de 1998 tenía lugar un día después de que Miker Azurmendi y José Luis Barrios asesinaran al concejal del Ayuntamiento de Sevilla Alberto Jiménez-Becerril y a su esposa, la procuradora Ascensión Grcía Ortiz. La Academia del Cine la presidía José Luis Borau, que mostró en su intervención las manos pintadas de blanco como repulsa por el doble asesinato. Esas mismas manos que llenaron España cuando ETA mató a Francisco Tomás y Valiente y a Miguel Ángel Blanco. La gala de 1998 la presentó el Gran Wyoming y la dirección artística corrió a cargo de Isabel Coixet, nacida el mismo año 1960 que Alberto, y dos décadas después subió a recoger la goyesca del cine español.
Mucho antes de que el Gobierno aplicara el artículo 155 en Cataluña y de que Inés Arrimadas fuera la más votada en las elecciones del 21 de diciembre, antes incluso de que Borrell y Mario Vargas Llosa invocaran el sentido común en la multitudinaria manifestación del 8 de octubre; mucho antes por supuesto de que Puigdemont perdiera la batalla de Waterloo con los tercios de Flandes, cientos de miles de lectores leyeron en las redes el texto contra los oprobios secesionistas, contra sus vecinos Torquemadas, que publicó Isabel Coixet en El País. La insultaban por la calle, la ninguneaban, la acusaban de traidora y de fascista. ¿No han visto sus películas? A ojos del catalanismo felón, era una afrancesada, como Goya. Hay cosas que se curan leyendo, pero para eso hay que entrar en las librerías.
Francisco Correal
No hay comentarios:
Publicar un comentario