miércoles, 21 de febrero de 2018

La Casa Invisible ... por Pablo Aranda

En pleno centro histórico nos ha salido un grano en el culo y el Ayuntamiento nos lo va a quitar. La Casa Invisible está cobrando demasiada visibilidad. El Ayuntamiento ha aprobado la recuperación del edificio que adquirió con nuestro dinero y que un grupo de personas ocupó en marzo de 2007. Me encantaría decir que desde entonces ha llovido. Aquí no llueve ni cuando va a llover. Es un lujo de doble filo pasar febrero sentados al sol, pues mientras repetimos lo afortunados que somos los pantanos se van secando. Ya mismo nos llegarán las portadas con las fotos del fondo cuarteado. El grifo es demasiado fácil abrirlo y el agua corre en un chorro de sentido único y se escapa entre nuestros dedos hasta que un día...


El edificio de calle Nosquera estaba vacío, en buena zona y se le veían posibilidades. Acostumbrados al cierre de comercios tradicionales y a la permuta lógica y triste de nuestros tiempos en los que la librería Libritos cede el local a una tienda del Málaga Club de Fútbol, o la librería Rayuela Idiomas a una cafetería franquiciada similar a las del centro de todas las grandes ciudades (que casi todos son iguales, como contaba Javier Recio el domingo), sorprende que once años después La Casa Invisible siga desarrollando una intensa programación cultural que se ocupa de un público alternativo con inquietudes culturales raramente cubiertas. Ha habido actos torpes como el de colgar del balcón una horca hecha con la bandera de España, o preparar una mesa redonda con dos ex miembros de la banda terrorista Grapo. Ya habían cumplido condena por delitos que no eran de sangre pero no podemos olvidar que Grapo mató a 87 personas. El acto fue suspendido tras el revuelo y quizá constituyó la gota que colmó el vaso de la paciencia municipal, pues ha coincidido con el anuncio de la recuperación del edificio.

En el patio de La Casa Invisible hay un bar que sirve bebidas y comidas sin cumplir las normas obligadas para los bares y restaurantes que hay pocos metros más allá. Tampoco pagan un alquiler. Sin embargo han ocupado no sólo un palacete en estado de abandono sino un hueco cultural que se complementa con la espléndida oferta cultural de Málaga. La estupenda red de museos de la ciudad (justo hoy nos alegramos por la renovación del Pompidou) cumple unos requisitos legales que La Casa Invisible no, pero esta fantástica red se ha tejido con dinero público, nuestro, y con procesos que no han sido siempre del todo transparentes. Desde La Casa Invisible no sólo se ofrecen a cumplir con la legalidad (una legalidad nueva, vale) y seguir el pliego que ¡fijó con el Ayuntamiento! en una serie de reuniones, sino que también se ofreció a correr con los gastos de rehabilitación del edificio. La situación es complicada, pero Málaga es más ciudad, más completa y más culta, contando con La Casa Invisible y su oferta cultural. La invisibilidad de La Casa Invisible sería otro grano en el culo, y bastante mayor.

Pablo Aranda
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