Michael Haneke se ha sumado a las voces críticas con el #MeToo. No es original. Que se ha convertido en una caza de brujas y que le preocupa el nuevo puritanismo impregnado de odio hacia los hombres. A Javier Marías se le han echado otra vez encima por escribir que algunas mujeres mienten y que otras medran con su cuerpo. En el mismo sentido, Trump: «La vida de la gente está siendo destruida por meras acusaciones, algunas ciertas y otras falsas». Aportaciones masculinas superfluas. Lo importante ya lo dijo Margaret Atwood, nada sospechosa de estar contra las mujeres: El movimiento es el síntoma de un sistema judicial roto. Las mujeres y otras víctimas, al no obtener respuestas adecuadas de las instituciones o las empresas, usan otras vías. «La condena sin un proceso judicial es el primer paso hacia la ausencia de justicia para que el sistema se corrompa, como sucedió en el periodo prerrevolucionario en Francia». Qué gran conquista.
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