lunes, 5 de marzo de 2018

Esto es lo que hay... por Juan Carlos Aragón.

Así títuló Jordi Évole el programa de Salvados del domingo pretérito. Me dio la noche. Me quitó el sueño. No tanto el estado de pobreza extrema de gran parte de la gente de este país, sino su actitud de cristiana y estoica resignación. “Esto es lo que hay…” puede valer cuando ya no cabe otra posibilidad. Pero cuando es resultado del miedo, de la disolución de la solidaridad y de la falta de amor propio y colectivo, “Esto es lo que hay…” es sinónimo de “Apaga y vámonos”. Te juro, querido lector, que no entiendo por qué la gente pide crítica en carnaval y no se conforma también con “lo que hay”… Para qué quieren coristas, comparsistas o chirigoteros críticos si la gente no responde, o responde con esa bajada de pantalones indicando al gobierno la dirección de su ciudad de vacaciones. ¿No os duele vivir con una polla metida y doblada hasta adentro del culo? A mí, sinceramente, me crispa más ver a la gente así que ver al gobierno metiéndonosla. “Esto es lo que hay” tiene que ser una sentencia en propiedad exclusiva del tirano, pero jamás de un pueblo (a menos que esté conforme…).

El miedo sigue en nuestro bando, pero la excusa del miedo tampoco me vale. El miedo es un sentimiento humano y legítimo cuando se tiene algo que merezca la pena conservar, y este no es el caso. Lo que distingue a los valientes de los cobardes no es el miedo, sino el valor: el miedo lo tenemos todos. Aquí el problema no es que no haya valientes —que los hay—. El gravísimo problema es que, cuando los valientes dan el paso al frente, los demás no los siguen, sino que se quedan mirando a ver qué les pasa, a ver si les pegan, los encarcelan, los destituyen o los matan. Y, claro, el tirano lo hace, pero no porque sea firme y fuerte, sino porque sabe de antemano que los que están detrás no van a oponer resistencia. Eso es lo que convierte a un gobernante en un tirano, y a un tirano es más tirano todavía. Por eso es por lo que cada vez hay menos gente que se atreva a dar el paso al frente. ¿Para qué? Los héroes tienen sentido; los mártires, ninguno. Y de la heroicidad al martirio solo hay un paso, que es, precisamente, el que no da el resto.


¿Esto es lo que hay? La madre que nos parió. Esto no es lo que había. Esto no es lo que os encontrasteis. Sois como los niños mimados que se vuelven respondones en casa pero en la calle se les sale el caldillo ante el primero que los mira de frente. Quienes me siguen, recordarán esta estrofa del popurrí de Las Noches de Bohemia, inspirado en una conclusión aristotélica acerca de la naturaleza esclava del ser humano:

“y libertad para qué, si luego nadie sabe qué hacer con ella…
la libertad es un lujo que muy pocos pueden permitirse.
como dijo el sabio, es verdad que “hay esclavos por naturaleza”,
porque es el miedo a la libertad lo que impide ser libre.
y la esperanza en un mundo mejor se convirtió en mi emboscada.
reventé mi puño y mi canción luchando por lo que creía.
y miro al mundo. y miro a mis heridas. y veo mi sangre derramada…
¡ya no creo en más revoluciones que en la tuya y en la mía!”


Antes de cualquier otro referéndum de independencia, yo pediría uno de dependencia pues, si el segundo no marcha, el resto sobra: “¿Esto es lo que hay?” SÍ o NO. Aunque visto lo visto, me da que el referéndum de la dependencia está de más porque ya lo hizo Jordi Évole en estilo indirecto. Por ese motivo fue por el que me alegré de que Los Mafiosos descartaran finalmente esta cuarteta de su popurrí:

“Si esto no es suficiente y viendo el futuro que hay por delante,
si mi canción no es bastante,
hay una bala caliente que todos llevamos debajo del vientre
con el sello de urgente para que la gente
por fin se levante.

Es la sangre del pueblo que sufre
convertida en pólvora de una manera,
que provoca de pronto el milagro
de la única forma que el mundo se entera.
Si no basta con una canción,
que es igual que un cañón disparando palabras,
ya verás como suena el lamento
al momento en que el fuego se abra…

Cuando mi pueblo no...
no ve un rayo de luz,
el gobierno soy yo,
la justicia soy yo,
Y LA MAFIA ERES TÚ.

Si mi canción no es bastante,
pero dándole mi sangre tampoco se levanta…
¡que un mal rayo a mí me parta
y mi canción no se cante…!”

Pues eso: que un mal rayo a mí me parta y mi canción no se cante. El año que viene, si escribo, dedicaré cada pasodoble a cada una de las especies animales en peligro de extinción —entre las cuales no se encuentra actualmente el esclavo por naturaleza—. Y el popurrí, a la fauna marina de nuestro litoral, para gaditanizar el Concurso que, por lo visto, es lo que hace falta.

JUAN CARLOS ARAGÓN

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