viernes, 27 de abril de 2018

Vengadores: Infinity War: Las viñetas marcan el destino


Una década después de que un Nick Furia interpretado por Samuel L. Jackson hablase de la "Iniciativa Vengadores" en la escena poscréditos de Iron Man y seis desde que Thanos sonriera a la cámara al finalizar Los Vengadores, llegó el momento: El Titán Loco ha abandonado las sombras y se enfrenta cara a cara con Los Héroes Más Poderosos de la Tierra y allegados.

Lo hace en Vengadores: Infinity War, un acontecimiento planetario, dentro y fuera del celuloide, capitaneado por Kevin Feige, presidente de Marvel Studios, y ejecutada por los hermanos Joe y Antonhy Russo.


Hace tres años, durante la presentación de Vengadores: la era de Ultrón, Joss Whedon confesaba estar exhausto. Para él, controlador obsesivo de los guiones de sus historias, cada escena era parte de un todo orgánico. Las modificaciones -corta por aquí, pega por allá- provocadas por el futuro de las distintas producciones de cada fase de Marvel Studios alteraban su forma de creer y de crear. Los Russo, en cambio, se lo toman de otra manera. Para empezar, tienen cuatro hombros con los que cargar a la ya conocida como "la película más ambiciosa de todos los tiempos". Su planteamiento de cara a la producción es otro, y eso se palpa en cada detalle: desde la manera de afrontar cada plano hasta la particular forma de promocionar su obra. El campechanismo al tratar con la prensa se transforma en un control obsesivo -voluntario o impuesto- en lo referente a las proyecciones previas al estreno.




No era fácil conseguir un hueco en el poster de 'Vengadores: Infinity War'. / MARVEL



Si Thanos es el mayor enemigo al que se han enfrentado Los Vengadores, los spoilers parecen ser la principal némesis de Marvel Studios hasta que la Distinguida Competencia se ponga a la altura que exige su legado. Así que el objetivo principal, vendida las entradas del primer día como están en todo el mundo, es proteger al aficionado de cualquier tipo de destripamiento. Más aún cuando hasta el más despistado sabe que habrá sangre. Lo sabe y lo quiere. La épica ha marcado la forja de esta película, y para eso cada uno ha fabricado su propia historia, todas con un hilo común: esta vez los héroes no sólo tienen que luchar... Tienen que caer. Y en eso, la película no defrauda. Cumple con esos temores que en el fondo son deseos.

La emoción está presente desde el inicio, si bien su punto álgido llega antes de lo esperado. Hay reminiscencias -buscadas y anunciadas- a El Padrino y al Imperio Contraataca. El mayor temor de quienes han seguido la evolución del Universo Cinematográfico Marvel -y las infladas superproducciones que la han acompañado-, resumido en un exceso de personajes y pirotecnia, es desterrado por el pulso de los Russo. Cada superhéroe tiene su momento de gloria, si bien el resuello con el que llegan algunos al final de los 156 minutos de película no es el esperado. Y si hubiera que elegir un personaje con mayor evolución a lo largo del metraje, Thor Odinson lucharía por hacerse con el cetro de Thanos, si bien, como no podría ser de otra forma, es sobre este último sobre el que gira toda la historia.

La actuación de Josh Brolin, CGI mediante, hace olvidar por algunos momentos la ausencia de ese yelmo que siempre ha sido parte inseparable del personaje. Pese a los que muchos creen, durante buena parte de los 70, Thanos era un personaje menor en el Universo Marvel. Es más, a finales de esa década, estaba muerto. Y por entonces, como se respetaban a los caídos en las viñetas, su legado fue creciendo, mitificándose, hasta su vuelta en1990, ya convertido en leyenda. Volvió de la mano de su creador, el guionista y dibujante Jim Starlin. Y aunque en el filme se desprecia su macabra relación con la Muerte personificada, se mantienen muchas de sus retorcidas características.




¿Megalomanía y muerte? Nada que no se haya visto en los cómics. / PANINI



"Ahora soy una deidad, pero primero fui un hombre. Mi adoración por la muerte era el único rasgo mortal digno de traer conmigo a esta elevada cumbre. Conque no me juzguéis mal para celebrar esta fogosa pasión y el foco de tan honda emoción", decía el Titán Loco en su aventura más famosa, El Guanelete del Infinito. Por eso, quienes vayan al cine con un pasado de lector de cómics a cuestas, disfrutarán tanto o más que el neófito, que el que sólo conoce de superhéroes por la pantalla grande o que el youtuber de turno. Sólo perderá una cosa: la capacidad de asombro ante lo que acontece.

Dejo a un lado al espectador con pulsiones cinéfilas. Ese podrá apreciar lo bien cerrado que están los arcos de la película o la destreza para ir metiendo o sacando a los personajes sin que la trama se resienta, pero puede extrañar que esa variedad de paisajes que ofrece la búsqueda de las Gemas del Infinito cayera en otros pintores más volcados en el color que los Russo. "El requisito del éxito es la prontitud en las decisiones", decía Francis Bacon. Y la agenda de Joe y Anthony no estaba como para pararse a concebir nuevos mundos de ensueño más allá de las tonalidades que aportan los fondos verdes.

Al final, tras tener a medio mundo disertando durante años, el camino tomado por Marvel Studios ha sido el más lógico de todo. Lógico, que no sencillo, porque por raro que parezca, en este siglo XXI ser respetuoso con las esencias no siempre tiene la recompensa adecuada. Todo, por tanto, estaba en las viñetas. Ahí, a la vista de todos desde hace décadas. Y sobre ellas seguirán andado. Y creadores no siempre ponderados en su justa medida, como el propio Jim Starlin, sonreirán con sibilino orgullos, como si de titanes locos salidos de un cómic olvidado se tratase.


Luigi Benedicto Borges
ComicWood

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