martes, 29 de mayo de 2018
Fin de etapa ... por Lorenzo Silva
Se acabó. De un modo o de otro, quieran o no aquellos a quienes directamente interpelan los últimos acontecimientos, la cuerda ya no da más de sí y antes o después van a empezar a pasar cosas. Y a estas alturas del asunto, y a la vista del grado de deterioro, empieza a costar creer que demorarlo vaya a ser bueno para nadie, empezando por quienes hasta hoy mismo han jugado a aplazar sus problemas. El texto de la sentencia del 'caso Gürtel' pone letra amarga a esta canción de despedida que ha empezado a sonar. Y el rostro de Eduardo Zaplana, demudado en el asiento trasero de un vehículo policial junto a un chaleco de la Guardia Civil, es la imagen que la hace inexorable.
De poco sirve alegar que Luis Bárcenas y el resto de los condenados de la 'Gürtel' son exmilitantes del partido, o que a Zaplana se le acaba de expulsar. Uno cuidó durante muchos lustros de la financiación del tinglado; el otro presidió la joya de la corona del PP, la Comunidad Valenciana, y fue ministro y también portavoz del Gobierno, antes de deslizarse por la puerta giratoria que lo ha retribuido como un millonario -como es muy dudoso que con su perfil profesional y sus conocimientos se le hubiera retribuido, de no haber sido por su militancia política- hasta anteayer. Lo que se viene abajo es toda una época y todo un estilo de (des)hacer política; una época y un estilo a los que sólo con mucha imaginación y voluntad puede aceptarse que el PP actual y quienes lo encabezan son del todo ajenos.
Es tal el destrozo, tal el desmoronamiento de la credibilidad de quienes ganaron alguna vez elecciones sufragadas gracias al dopaje electoral que proveía el entramado de la 'Gürtel' -o los esquemas similares que la sentencia sitúa en el origen de la caja B de la que el tesorero llevaba la «contabilidad extracontable»-, que sólo una regeneración a fondo, emprendida con sincero afán de limpieza y no menos sincero arrepentimiento, puede devolver al partido así mancillado a la normal liza política. Pagó el PSOE con una severa purga de toda su cúpula anterior deslices que no han llegado a convertirse en tan atroz literatura judicial.
Por lo pronto, el PP ya sólo tiene 137 diputados de 350, y a los otros 223 conjurados en contra. Así no se puede gobernar: sólo se puede seguir devengando el sueldo y la futura pensión de exministro y expresidente, algo que por su propia naturaleza, y la cosa no debería requerir más explicación, constituye una falta de respeto a la ciudadanía que sufraga esos emolumentos. Las elecciones serán más pronto o más tarde, pero serán. Y a los que creen que los delitos y los escándalos que se cobijan bajo unas siglas se purgan siempre con votos, habrá que recordarles que la probabilidad de obtenerlos es inversamente proporcional a lo que se ofende al electorado.
Lorenzo Silva
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