jueves, 24 de mayo de 2018
Pérez Estrada encadenado... por Antonio Soler
Acaban de cumplirse 18 años de la muerte de este hijo de la vanguardia que creó una obra luminosa
Mala cosa sería empezar a escribir sobre cultura el día en que ha muerto Philip Roth y no dedicar un recuerdo a uno de los mayores novelistas del siglo XX. No es una afirmación gratuita, desde 'Zuckerman encadenado' a 'Indignación' pasando por 'Pastoral americana' la obra de Roth quedará como una mirada reveladora del pasado siglo. Desde el punto de vista mundano el suyo será uno de esos nombres asociados al Nobel, para desdoro del premio. Las instituciones no siempre están a la altura que les corresponde.
En otra medida y en otro tono, aunque en el mismo campo, en Málaga estamos asistiendo a un postergamiento solapado. El de Rafael Pérez Estrada por medio de su fundación. Acaban de cumplirse 18 años de la muerte de este hijo de la vanguardia que creó una obra luminosa, fuera de los cotos literarios y todavía no comprendida ni valorada. Se suponía que su fundación serviría para que esa comprensión y esa valoración se produjeran. Pero no. El escritor eligió el Ayuntamiento como destinatario del mismo. Quería que su ciudad fuese la depositaria de su obra y de su memoria. El comportamiento de Francisco de la Torre fue ejemplar en los últimos meses de vida de Pérez Estrada, en los duros momentos finales y en los inmediatamente posteriores. Sensibilidad, tacto y afecto. No es poco. A partir de ahí, y de la creación de la fundación, avalada por el Ayuntamiento, 'el asunto Pérez Estrada' entra en un túnel que desemboca en otro túnel. Siempre en descenso y con el destino último de la inanición.
Salvador Moreno Peralta, en una brillante conferencia, hablaba hace unos días de los fulgores evanescentes de las noches en blanco y de los peligros de la cultura de masas. Además, advertía que, debido a un conservadurismo retrógrado, las obras rompedoras que se llevaron a cabo en el pasado no podrían tener lugar en esta ciudad que ahora tiene el marchamo de 'cultural'. La conclusión a sacar es fácil y sabida. La satisfacción de la masa posterga lo novedoso. Esta ciudad, que ahora brilla culturalmente, puede hacerlo al modo de los fuegos artificiales. Resplandor, y luego sombra. Una noche en blanco y 364 días en penumbra. Pérez Estrada es la antítesis del centelleo momentáneo. Su obra y su fundación requieren tiempo y esfuerzo. El Ayuntamiento, ofreciendo su gerencia a alguien que quiera ganar menos de mil euros brutos al mes y dotándola con un presupuesto de tercera, está dejando claro lo que le importan la fundación y Pérez Estrada. El argumento de Gema del Corral de que el volumen de trabajo de la fundación no necesita un gerente a tiempo completo es revelador. El volumen de trabajo lo tendría que generar la propia fundación. Claro, para eso se necesitaría alguien que conociera a fondo la obra de Rafael, las enormes posibilidades interdisciplinares que ofrece y un presupuesto digno. No va a ser así. Pérez Estrada, como el personaje de Roth, está encadenado. A su fundación. A la desidia. Lo mejor que uno puede desear es que sus libros vuelen lejos.
Antonio Soler
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