viernes, 1 de junio de 2018
Corrupción en diferido ... por Txema Martín
Al PP todavía le quedan muchos disgustos judiciales cuyas consecuencias serán imprevisibles
PLas últimas palabras de M. Rajoy como presidente del Gobierno fueron mesiánicas: «Yo seguiré siendo español». Esa frase fue su despedida de ayer en el hemiciclo, un epílogo válido para decorar una lápida política que ya ha empezado a tallarse en el Congreso de los Diputados. La huida hacia delante del todavía presidente del Gobierno tiene mucho de Braveheart pero va a quedarse ahí, en una intención recatada, un gesto de heroísmo silente y muy gallego. Ayer por la tarde en la segunda parte de la moción de censura todo el mundo se preguntaba dónde estaba Rajoy. No cuesta nada imaginarlo en Moncloa y con semblante derrotado, en plena retirada a los que todavía eran sus aposentos. Se podría haber ahorrado la vergüenza, pero en el Partido Popular, donde ya no queda ni un solo átomo de vergüenza, siempre han preferido que les echaran antes que dimitir. Al final, qué cosas, entre todos los frentes abiertos no han sido las urnas, ni las mentiras en todo tipo de sedes oficiales, ni vídeos en supermercados ni los medios de comunicación los que han enseñado la dirección de salida al PP, sino que una sentencia de la Audiencia Nacional ha hecho rebosar el cubo fecal de la resistencia en un partido que, como ha quedado demostrado, ha sido utilizado por una parte inasumible de su cúpula como una organización dedicada al vulgar enriquecimiento de sus dirigentes.
La higienización democrática ha llegado a este país por imperativo legal, y lo que les queda. No hay que ser un lince para vaticinar que al PP todavía le quedan muchos disgustos judiciales cuyas consecuencias serán imprevisibles, y damos gracias a que esa sentencia de la 'Gürtel' haya terminado con el bochorno al que estábamos sometidos. Quien quiera que se ponga al frente de este partido tiene la tarea de limpieza por delante que sin ninguna duda pasa por su reformulación. La marca está tan tocada que va a costar mucho sacarla a flote. Hace dos o tres semanas el actual escenario sería impensable, pero el PP sigue siendo el mismo que en 2003 y continúa lidiando con la carcoma moral que devora los cimientos de su sede de Génova. Mientras que el partido de Cospedal se plantea si seguir adelante o refundarse completamente, el de Pedro Sánchez hará una prueba de Estado durante los próximos meses para que los españoles vean «qué se siente» teniendo un gobierno socialista. A última hora de la tarde de ayer se vivió el que va a ser el principal debate de los próximos meses: el de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno contra Albert Rivera como líder de la oposición. El PSOE necesita ganar tiempo pero la estabilidad se antoja complicada si tenemos en cuenta que, con Ciudadanos en frente, el principal apoyo del próximo Gobierno van a ser varios grupos incontrolados de gente que va a lo suyo. El PP acudirá de oyente a lo que pase en nuestro país, totalmente desacreditado como referente de otra cosa que no sea llevárselo bajo cuerda.. Txema Martín
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