viernes, 29 de junio de 2018
El astronauta ...por Antonio Soler
Las musas de las humanidades y no digamos de las ciencias precisan de laboratorios, becas, ayudas y campos de desarrollo
La ciencia era poco más que un chiste y ni siquiera se aludía a aquel desbarre del viejo Unamuno -«que inventen ellos»-, porque mencionar a Unamuno ya suponía un grado de enjundia intelectual que escapaba a las consideraciones del momento. Cuando la gente de mi generación despertaba al mundo, los ciéntificos que veíamos en televisión llevaban bata blanca, eran estrafalarios y tenían tics de locos. Eso o nos tragábamos a un inverosímil y patético Mickey Rooney haciendo de Thomas Alba Edison. 'El astronauta' era una película de 1970 en la que se parodiaba la llegada del hombre a la luna. Tony Leblanc, José Luis López Vázquez, Saza. La aeronáutica se asimilaba a los fundamentos de las fallas valencianas, a una mascletá en la que el ingenio ibérico hacía burla del progreso, ya que no podía hacer otra cosa. La década y media siguiente no cambió demasiado las cosas.
Hace mucho de todo eso, sí, pero en la mente de algunos la ciencia sigue estando igual de lejos. No al otro lado de la Luna sino en el otro extremo del Universo. De modo que ver a un ministro de Ciencia, Innovación y Universidades con pasado de astronauta podría ser como un auténtico cuento de ciencia ficción. A unos por chacota y a otros porque, habiendo sido testigos del páramo en el vivíamos hace tres o cuatro décadas, ese salto cualitativo nos parecía imposible. Sobre todo si tenemos en cuenta las últimas y penúltimas políticas en el campo de la investigación. Los políticos, influidos por leyendas del Hollywood más rancio, parecían dispuestos a perpetuar la condición de mártires y héroes casposos de los investigadores. Investigar contracorriente o emigrar hacia esos países empeñados en perder el tiempo, es decir, en inventar, según el designio unamuniano.
Unamuno barruntaba que nosotros teníamos más que suficiente con don Quijote y con el Cristo de Velázquez. El arte como guía exclusiva del mundo. Sí. Pero es que en arte y en literatura también se investiga y todo no viene por el camino místico de la intuición o la revelación. Las musas de las humanidades y no digamos de las ciencias precisan de laboratorios, becas, ayudas y campos de desarrollo. De eso, de lo humano y no de lo divino, ha venido a hablar con profesores, rector y estudiantes de la universidad malagueña Pedro Duque. Viene el hombre de Salamanca a Málaga, de la universidad ancestral a una joven, para ir tomándole el pulso a ese ministerio al que lo ha llevado su prestigio científico. Seguramente por ese camino entre universidades variopintas y departamentos de investigación, el todavía novato ministro sienta que ha llegado a insospechados planetas de galaxias desconocidas y que muchos de sus interlocutores tienen el habla y la mente de esos extraterrestres que en los tiempos de aquel analfabetismo rampante dibujaban con una trompeta a modo de oreja en la frente. Por suerte, en Málaga se encontró con seres que hablaban un idioma parecido al suyo. Un pequeño paso para Duque, un gran paso para la normalidad..Antonio Soler
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