domingo, 3 de junio de 2018
La noche de Walpurgis... por Antonio Soler
Dicen los agoreros que en España vamos siempre con retraso. Años, décadas, siglos. Depende del estado de ánimo del derrotista. Ya será menos, aunque en lo que respecta al asunto que ha envuelto la salida de Mariano Rajoy del Gobierno haya habido exactamente un mes de retraso. Y no me refiero a los deseos de muchos de desalojarlo de la Moncloa. Para ellos, el retraso ha sido de seis años y medio. No. La noche de Walpurgis es la última del mes de abril. Aquí se ha celebrado un mes después. La última noche de mayo Rajoy pudo darse por despedido, expoliado o ajusticiado, depende del gusto de cada cual.
La de Walpurgis es la noche en la que, según la leyenda centroeuropea, las brujas vuelan montadas en escobas, cabras o gatos hacia Brocken, el monte más alto de la región. Goethe situó su 'Fausto' en esa noche. Un hombre vendía su alma al diablo. La gente del PP dice que eso es lo que ha hecho Pedro Sánchez. El inmaculado hombre de Estado de ayer. Ha bebido la pócima de las brujas secesionistas y ha vendido su alma a los habitantes de las cavernas vascas para alcanzar el poder. Según esas voces no sólo el Congreso sino toda la carrera de San Jerónimo olía a azufre en la última madrugada de mayo. De teléfono en teléfono corrían las palabras de Ábalos meses atrás asegurando que los separatistas no podrían ser «en ningún caso» aliados del PSOE, ni para una moción de censura ni para nada, porque «nosotros no tenemos tanta ansia de gobierno» y alegaba que los socialistas no iban a llegar a ningún acuerdo con esa gente «simplemente por tener un Gobierno en precario». Eso era antes de Walpurgis, antes de ingerir la pócima y descubrir que el mundo tiene muchas cavidades secretas y que las almas son volatines que el viento muda. Sobre todo si están cerca del arroyo de la política.
Mariano Rajoy es gallego y sabe de brujas y de ungüentos mágicos. Su retrato en la posteridad será bastante mejor que el que ahora pintan sus lapidadores. En su partido, menos esotérico que él mismo, han sido más partidarios de los juegos de manos circenses que de las fórmulas mágicas. Birlibirloque para transformar las influencias en dinero, y hacer números tan bochornosos como el de la aparición de un Jaguar en un garaje por arte de abracadabra. Siempre viéndose cómo el mago de turno llevaba las cartas en la manga y el martillo en la mano (para destruir discos duros y el corazón del buen votante). Ahora dicen que la cosa queda en manos de Frankenstein. De Frankenstein, el Hombre Lobo, Drácula y toda una corte vampírica que se aplicará al cuello de España para sacarle hasta el último glóbulo rojo y dejarla exhausta. No será para tanto. Los peligros, ciertamente, son muchos; las contradicciones socialistas, abundantes, y algunos compañeros de viaje, peligrosos, pero al menos se han abierto las ventanas. Esperemos que no sea para tirarnos por ellas.Antonio Soler
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