En un partido muy táctico y de escasas ocasiones, se lanzó por el rival en la segunda parte, marcó y luego sufrió hasta el último instante.
Imagino a 'Fefe' González en el Cielo con su bandera malaguista al cuello acompañado de Manolo Becerra animando sin parar, sufriendo hasta el último segundo, dándose codazos por los nervios y saltando eufóricos tras el pitido final. Porque fue de esas noches de partido exigente, de más intensidad que juego y también de felicidad acompañada de un respiro hondo. Vamos, Fefe, Manolo, lo que ha sido nuestro Málaga casi toda la vida.
Porque, como si Muñiz y Álvaro no tuvieran más que estudiado al rival, encima ninguno introdujo sorpresas en el once. Paradójicamente, en estos tiempos de complicadísimo pronóstico sobre las intenciones de cualquier entrenador esta vez no era tan difícil acertar. Y luego, en la práctica, quedó patente que los dos entrenadores habían diseñado una partida de ajedrez sin las más mínima concesión. Se observó en los repliegues, en la férrea colocación para no dejar espacios, en la acumulación de hombres en una u otra zona cuando iba a producirse el saque del portero... Obviamente, tanto tacticismo fue en perjuicio del espectáculo porque la primera parte pasó sin pena ni gloria para el aficionado, con escasas oportunidades y, sobre todo, un permanente cuerpo a cuerpo que impidió la fluidez necesaria cuando llegaba la hora de una triangulación o de algún pase al hueco.
Durante casi media hora el Málaga y el Cádiz se perdieron en una batalla que se asemejaba a aquellas contiendas en la cubierta del barco en una película de piratas, esas en las que al final no sabes los que intentan el abordaje y los que se defienden. El equipo local insistió con la presencia de Juanpi y Dani Pacheco 'por dentro' para tener más fútbol y ganar superioridad en el juego interior. Quizá también para dejar expedito el pasillo a los laterales, pero Cifu fue demasiado previsible y Ricca no tiene confianza cuando sube. El recurso del envío en largo quedó en casi nada porque la pareja de centrales del Cádiz está demasiado fina y además cuenta con el seguro de vida de dos medios centro sincronizados a la perfección.
La única opción del Málaga antes del descanso fue inmejorable, pero a Blanco le faltó capacidad de reacción para aprovechar el magnífico centro de Juanpi. Mientras, el Cádiz anduvo agazapado a la espera de su oportunidad y, como el Granada dos semanas antes, se le presentó. Fue en un pase filtrado que no culminó Álex Fernández por una clara mano de Pau Torres. El tinerfeño Trujillo Suárez, cuyo ascenso a Primera ya resultó a todas luces un milagro, se tragó el engaño del castellonense, que fingió un balonazo en la cara. Además, habría sido la segunda amarilla para el zaguero local...
El Málaga salió de la caseta tras el descanso con una dosis extra de energía.La Rosaleda explotó de júbilo al ver, al fin, a su equipo pisar el acelerador. Fue como si Muñiz les hubiera recordado a Juanpi y Dani Pacheco su misión. Ambos aparecieron, sobre todo el venezolano, y llegaron los mejores minutos mientras el Cádiz trataba de encontrar aire. El equipo visitante se escapó vivo y el técnico asturiano dio otra vuelta de tuerca. El viento soplaba a favor y recurrió a Ontiveros, que en estas situaciones saca lo mejor.
Un disparo del marbellí sin aparente peligro lo escupió Cifuentes hacia la línea de fondo y así surgió el gol del Málaga. Harper, desacertado toda la noche e intrascendente en muchas fases, tiró un amago excelente y centró con la derecha al corazón del área pequeña. Para completar una acción tan inverosímil, otro zurdo, Ricca, emergió para rematar en semifallo también con la derecha.
Quedaban veinte minutos y el Cádiz trató de recuperar terreno. El Málaga, bien cohesionado, encontró un respiro en Blanco, que dio una clase magistral en el juego de espaldas. El argentino sacó petróleo en cada acción arañando segundos al cronómetro. Pero ya se sabe que en la recta final a este equipo le gusta jugar con fuego y al final tuvo a los aficionados en vilo en una sucesión de pérdidas de la pelota y despejes fallidos. Y de nuevo, esta vez sin ocasiones claras del rival, salió cara. Fefe –y junto a él Manolo– seguro que estará eufórico, brincando, sin tener que guardar las apariencias cámara en mano. El Cielo es desde el lunes más malaguista.
Sergio Cortes
Diario Sur
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