lunes, 14 de enero de 2019
La Ganadora...por Antonio Soler
Atada al mástil, así está dispuesta a afrontar la tormenta Susana Díaz. Ni el oleaje que llega de Ferraz ni los cánticos de sirenas de los votantes socialistas que reniegan de ella la van a hacer abandonar el barco. O al menos esa es su decisión. Porque ha ganado las elecciones. Las ha ganado encallando un buque que arrastra el óxido de treinta y seis años de navegación con ella de grumete, de telegrafista y finalmente de capitana del desastre. Victoriosa, ganadora y embarrancada. Todas sus maniobras han acabado en naufragio.
Como estratega política debería llevar el bastón blanco de los ciegos. Disolvió su pacto con IU alegando una inestabilidad repentina. Había vislumbrado un buen momento electoral, una corriente favorable que fue justo lo contrario. Ahí comenzó el derrumbe, la carcoma que ahora la tiene sentada en el borde del precipicio. Aquel fue el primer revés electoral. Vencedora, sí, pero sin los números que había soñado. Una mayoría que no llegaba a absoluta y que necesitó semanas de humillación y angustia antes de obtener el apoyo de Ciudadanos. El aprendizaje fue escaso. La gran dama del socialismo -o así se veía en ese espejo de Blancanieves- iba a hacerse con el control del PSOE apoyada por los barones y el aparato. Ni barones ni aparato. El resurrecto Sánchez la desbancó y la devolvió a su esplendoroso rincón andaluz.
No hubo escarmiento. La estratega ciega dio la espalda a sus socios de legislatura y convocó unas elecciones que han dado a su partido los peores resultados de la historia. Ganadora. «Si hubiera perdido me habría ido», dijo en la rueda de prensa de anteayer. Habría puesto su cargo a disposición del partido como ha hecho desde siempre, «incluso cuando era chica». Quizás ese sea precisamente el problema. Que desde que era chica está ahí. Y no es que sea malo tener una vocación política temprana. Lo malo es que esa vocación sea el único recurso de vida, que para arreglar la sociedad se viva desde «chica» apartada de la sociedad. En esa larga comparecencia en la que explicó su pasado y su futuro no hubo ni una palabra para la autocrítica. Todo lo ha hecho bien esta mujer que ha pilotado el PSOE hasta las desastrosas rocas del 2-D. Y por eso, por mucho que desde Madrid digan sus jefes que en Andalucía se ha llegado a un final de ciclo, ella insiste en quedarse, en ser la solución al problema y no parte del mismo, ser candidata en unas futuras elecciones. Por eso se presentó de nuevo vestida de bandera andaluza. Verde y blanca hasta la médula. Todavía convencida, al estilo Luis XIV, de que Andalucía es ella y de que PSOE y Andalucía están unidos por un cordón umbilical que ni los señoritos de la derecha ni los ultramontanos de la izquierda podrán romper nunca. Y ahí está, atada al mástil. Aunque con mástil y todo la pueden montar en la carreta y sufrir la suerte de la mujer de otro Luis francés. Una tal María Antonieta.
Antonio Soler
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